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Los planes de Xi van más allá de las tecnológicas
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Los inversionistas en China están nerviosos. Pareciera ser que cada día, algún ente regulador, o simplemente la prensa oficial, anunciara nuevas restricciones u órdenes para las empresas privadas. Los argumentos son variados: prácticas antimonopolio, seguridad de datos, seguridad nacional, protección de los consumidores y hasta mejora de condiciones laborales.
En lo que va del año, al menos 30 empresas tecnológicas han visto iniciados procesos de investigación de los reguladores, recibido multas y órdenes de “auto rectificar” sus prácticas, en un término que recuerda a las purgas ideológicas en la época de Mao Zedong.
Esto fue lo que hizo Tencent, después de que una publicación secundaria de la agencia estatal Xinhua pidiera más regulaciones contra la industria de videojuegos, sobre todo por la adicción en menores de edad. Las acciones de Tencent llegaron a perder 10% en un día; y aunque Xinhua retiró el artículo, la tecnológica anunció restricciones para el uso de sus plataformas de videojuegos, música y video a menores de 12 años.
Para algunos académicos, como Angela Zhang, profesora de Derecho en la U. de Hong Kong, las acciones de Beijing pueden considerarse “medidas regulatorias prudentes” contra el poder de las plataformas. En ese sentido, se alinearían con un discurso que también se escucha en los pasillos de Bruselas y Washington, donde más de una voz incluso plantea “quebrar a las grandes tecnológicas”.
Sin embargo, las últimas acciones de Beijing revelan que las intenciones del Partido Comunista, bajo el liderazgo de Xi Jinping, van mucho más allá que una “puesta al día” regulatoria. Esto se refleja en las sorpresivas restricciones a las empresas (muchas EdTech) que ofrecen educación extracurricular.
"Lo que estamos presenciando es una campaña, liderada por Xi, por reafirmar el control del Partido Comunista sobre la economía y -sobre todo- las empresas", según George Magnus, académico del China Centre de la U. de Oxford.
Éstas deberán ser sin fines de lucro, no podrán ofrecer asignaturas que se ofrezcan en las escuelas, y no podrán contar con profesores extranjeros. Por ejemplo, ByteDance (controlador de TikTok) anunció el cierre de su aplicación Gogokid, que ofrecía a escolares la posibilidad de aprender inglés con tutores extranjeros.
La explicación (algo) oficial es que la medida se enmarca en los esfuerzos por reducir la desigualdad y reducir el costo de tener hijos, para impulsar la natalidad. Según los parámetros del Banco Mundial, un cuarto de la población de China está bajo la línea de pobreza (US$ 5,50 por día), y el propio régimen de Beijing ha reconocido que 600 millones de habitantes, un 43% del total, gana mensualmente apenas unos US$ 150, insuficiente -reconoció el primer ministro Li Keqiang- para arrendar siquiera un cuarto en uno de los centros urbanos.
Precisamente, los altos costos de vida y las presiones de un sistema altamente competitivo, para el cual los padres invierten en tutores y clases extracurriculares, aparecen citados como argumentos entre los jóvenes para tener solo un hijo, y si acaso. El año pasado, China reportó 12 millones de nacimientos, la cifra más baja desde 1960. A pesar de que desde 2016 se permite tener dos hijos.
“No soy muy convencido del argumento de que el Partido Comunista tiene como fin último el bienestar y felicidad de su población. Por supuesto que no quieren gente protestando en las calles, quieren estabilidad. Su prioridad es gobernar sin competencia alguna. Ese es el principio rector”, afirma George Magnus, académico del China Centre de la U. de Oxford, quien recuerda que para reducir la desigualdad hay medidas más efectivas que restringir la educación extracurricular privada, por ejemplo, una reforma tributaria.
Para Magnus, autor de Red Flags. Why Xi’s China is in Jeopardy, lo que estamos presenciando es una campaña, liderada por Xi, por reafirmar el control del Partido Comunista sobre la economía y -sobre todo- las empresas. El gran cambio, afirma, fue la campaña para “bajar” a Jack Ma, que está convencido fue liderada por el propio Xi.
“No soy muy convencido del argumento de que el Partido Comunista tiene como fin último el bienestar y felicidad de su población", señala Magnus.
Beijing frenó la IPO de Ant, la filial financiera de Alibaba, pocas semanas después de que Ma osara criticar a los reguladores y bancos estatales chinos. Desde entonces, Ma, quizás el emprendedor más popular y carismático de China, ha desaparecido del radar público; y su escuela de negocios tiene prohibido matricular nuevos alumnos.
“El Partido Comunista quiere romper con el poder de los monopolios y oligopolios, porque ese poder puede resultar en abusos, pero también porque puede ser una amenaza para al Partido Comunista y sus líderes. Sería muy ingenuo no reconocer que esta es una campaña política para someter al capital a los intereses del Partido”, agrega Magnus.
Como ejemplo, la semana pasada, Sun Dawu, fundador de uno de los grupos agrícolas más exitosos del país, fue sentenciado a 18 años de prisión bajo cargos de fraude y ataques contra el Estado. Una decena de sus familiares también corrieron la misma suerte. Sun no solo ha criticado la burocracia de las autoridades de la provincia de Hebei, también construyó un pueblo modelo para sus trabajadores, con escuelas y hospitales, que desafían los estándares de los servicios estatales.
Fuera de China, los artículos citando el descontento de la población más joven, cansada del modelo “996” (trabajar de 9am a 9pm seis días a la semana), se multiplican. También los artículos que recogen el auge de Mao entre la Generación Z. Eso explicaría también por qué Xi se ha embarcado en una campaña tan agresiva contra los capitalistas que han crecido bajo su propio alero.
Desde los medios del gobierno se ha cambiado el discurso que antes enaltecía a los emprendedores, se han frenado las aperturas a bolsa de las empresas chinas en EEUU, y Beijing busca tomar el control de las inversiones en innovación. La campaña regulatoria recién ha comenzado.