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El proyecto de inclusión social del colegio Saint George: “No es social, ni político es un proyecto religioso”
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La pregunta que le hizo el sacerdote David Halm a la madre de dos niños de una población de Huechuraba, lo llevó a concluir que el programa que por estos días prepara "tiene sentido". "¿Le gustaría que sus hijos estudiaran en el Saint George?", le planteó entonces el religioso, quien es rector del establecimiento desde marzo del 2020.
"La mujer me respondió que sí, que si tuviera los recursos le encantaría, pero que no podía pagarlo porque su marido trabajaba en la construcción", relata Halm. Esta es una de varias conversaciones similares que la máxima autoridad del Saint George ha encabezado los últimos meses.
En marzo del 2022 iniciará un programa de inclusión –bautizado como Moreau Scholars, en honor al fundador de la congregación de la Holy Cross– para que familias con menos recursos se integren al colegio. Es la segunda versión de lo que se hizo en los años '70, proyecto conocido popularmente como Machuca, por la película de 2004 de Andrés Wood. Aunque las autoridades del establecimiento insisten en que es distinto.
"Entendemos la comparación, pero ese programa (que se extendió desde 1970 a 1973) es diferente. Vivimos en otro contexto social, político y cultural", adelanta el sacerdote Rodrigo Valenzuela, a cargo de la iniciativa. En todo caso, analizan junto a la Universidad de Notre Dame (que pertenece también a la Holy Cross) qué errores se cometieron para no repetirlos ahora. Esto, pues por las diferencias sociales, políticas y económicas varios alumnos se sintieron marginados.
"Por lo mismo todo este 2021 será un año para sociabilizar el programa dentro de la comunidad georgiana para que cada miembro pueda contribuir en su construcción", advierte. Y profundiza: "Estamos hablando con alumnos de esa época, con colegios de la congregación en EEUU y Brasil que ofrecen programas similares y con expertos de diversas materias como psicología, sociología y economía, para evitar que aquello ocurra con nuestros Moreau Scholars (como se les llamará a los nuevos estudiantes)", enfatiza Halm desde su oficina en el colegio emplazado en Vitacura, fundado en 1936 y en el que hay 2.639 alumnos.
¿Por qué ahora?
Son las 4:30 del miércoles 3 de marzo. El sacerdote David Halm, 39 años, norteamericano, oriundo de Fremont, Ohio y economista de profesión, llega a su oficina en el segundo piso de un edificio del establecimiento. Aterrizó en el Saint George en 2016, como director pastoral, luego de haber trabajado por años en el mundo financiero.
Aquí aprendió español –que a ratos mezcla con spanglish– y se convirtió en capellán de la embajada norteamericana. Por esa relación que tiene el SG con EEUU, cuando en 2010 el entonces vicepresidente Joe Biden vino a Chile, el actual mandatario norteamericano asistió a una misa dominical en el colegio. "Pero yo no estaba en Chile en ese entonces. No lo conozco. Tampoco a Trump", asegura.
Antes de empezar la entrevista, aclara que el programa de inclusión "no es social, ni político. Es un proyecto religioso". Cuenta que desde que llegó a Chile "escuché muchas voces con interés en hacerlo" y que antes de asumir como rector, decidió que la inclusión social tendría relevancia.
A fines del 2019 recibió una carta de las autoridades de la congregación, indicando que para ellos es una prioridad que se invite a familias con menos recursos a incorporarse. "Después de varios años de planificación, la pregunta fue: por qué esperar más".
En mayo, en plena pandemia, le encargó a Valenzuela que lidere la tarea y que armara un grupo de trabajo para aterrizar las propuestas que venían planteando estudiantes, profesores y Old Georgians (ex alumnos). Valenzuela y Halm organizaron reuniones quincenales para evaluar el avance.
El 30 de octubre, cuando ya había un proyecto más consolidado, el rector envió una carta de cinco páginas donde informó a la comunidad el plan. En la misiva, titulada "Una verdadera familia", y acompañada de citas del Concilio Vaticano y del Evangelio, Halm señaló: "Una escuela integrada social y económicamente es una necesidad. No es un experimento ideal o noble".
A los cinco minutos de enviado el email, cuenta, comenzó a recibir WhatsApps. "Todos apoyando la idea. Me comentaban 'qué bueno', 'por fin'", relata.
-¿Nadie criticó? El proyecto de los años '70 tuvo opositores.
-DH: Creo que todos sentían la necesidad de mayor inclusión. El temor que algunos nos plantearon fue que si falta planificación, puede que la calidad educativa de todos sufra. Nuestra respuesta a ello es: Estamos organizando con tiempo para incluir a las nuevas familias. Dedicaremos todo el 2021 a ello. Esperamos en octubre tener un proyecto más listeilor.
Valenzuela complementa: "Lo que busca el proyecto Moreau es nivelar hacia arriba, y por ello mantener la excelencia es fundamental. No podemos dejar de lado el proyecto espiritual, ni pastoral ni el inglés". "No es de izquierda ni de derecha"
-¿El conflicto social tuvo algo que ver?
-DH: No, por mi parte no. Es una coincidencia. Así como es una coincidencia la violencia que se gestó en mi país después de George Floyd, y nuestra reflexión como congregación y la justicia social. -Debe tener mayor relevancia echarlo a andar ahora, en este contexto social.
-RV: Planteado así pareciera que es algo reactivo. Y este programa lo hubiéramos implementado con o sin revuelta social. Porque tiene que ver con la convicción.
-DH: Antes del estallido existía injusticia social, de hecho por eso se gesta la crisis. Nuestro programa viene de antes. La causa de esta iniciativa de y todas nuestras acciones de solidaridad es el Evangelio.
-RV: Por eso es que es un programa religioso. Tiene repercusiones sociales y políticas. Pero la motivación primera es esa.
-DH: No somos políticos, somos sacerdotes. Y si hay políticos que quieren usar esto como bandera, no puedo pararlos.
-¿Se refiere a apoderados?
-DH: O ex alumnos, hay muchos georgians en partidos políticos, de izquierda y derecha. Hay apoderados en casi todas las industrias y en la academia. Y de todas las perspectivas políticas. Me imagino que cada partido puede usar este programa por sus fines.
Unos pueden decir que este programa es de izquierda porque es una inclusión social. Y otros pueden decir que es de derecha porque los vamos a educar 100% en la fe católica, no es catholic light. Tenemos una convicción al Evangelio fuerte. Por mi parte, no veo nada de izquierda, ni derecha. El Evangelio existe para cuidar y amar a los con menos recursos.
-RV: Nadie puede decir, "¿Y esto de dónde salió, por qué se les ocurrió"? Todos entienden que este es un colegio católico, inspirado en la fe y que tiene clara la vocación inclusiva.
David Halm y Rodrigo Valenzuela los encargados de llevar la iniciativa.
Compartir el poder
Por estos días la Universidad de Notre Dame concluye una investigación sobre la experiencia de los años ´70. Para ello entrevistaron a los alumnos que participaron como becados, a sus compañeros, a los que los antecedieron, y a los que los sucedieron."La idea es tener el panorama completo de la experiencia, porque terminó abruptamente con el golpe militar y no se realizaron estudios posteriores", explica Valenzuela.
Halm añade: "Algunos becados han manifestado que esta fue una experiencia maravillosa, otros no. Algunos son profesionales exitosos y se hicieron amigos de sus compañeros ricos, mientras que otros se sintieron muy excluidos toda su vida. Por eso es súper clave entender todos los riesgos y enfrentarlos".
-Las diferencias culturales, por ejemplo.
DH: Sí. Tenemos que tener cuidado con las diferencias culturales. No solo viene un alumno al colegio, es la familia la que se integra. Si hay una reunión de apoderados y la gran mayoría son profesionales del barrio alto y hay dos parejas de una población con menos recursos, ¿van a sentirse acogidos? También pensamos en fiestas de cumpleaños, expectativas de vacaciones y la presión entre adolescente.
Es imposible evitar todos los riesgos, pero sí prepararnos y pensar desde varias perspectivas. Un riesgo que no pensé antes de hablar con expertos externos, es que no podemos controlar que cuando el niño vuelva a su casa, sus vecinos no le hagan bullying por ser rico o que lo molesten por su polerón de colegio fancy. Podemos ofrecer recursos a los papás para apoyar, pero el gran temor es que este niño no se sienta parte de ningún sector.
Y concluye: "Junto a todos los grupos del colegio levantaremos conciencia de que existe clasismo. Necesitamos reconocerlo y enfrentarlo. No sabemos exactamente cómo: capacitación, charlas, no sé. Es parte de las preguntas que tenemos que trabajar".
En duplas
"Un aprendizaje de los años ´70 es la importancia de nivelar el poder", explica Valenzuela.
-¿Cómo?
-RV: El proceso de selección debe ser agudo. Nos preocuparemos de que el becado pueda compartir algo. Que sea muy bueno para el fútbol, por ejemplo. O matemáticas. O que toque muy bien un instrumento. Es una manera de nivelar la cancha. Porque si llega en situación de desventaja total, si es alguien que no logra tener buenas notas, que además le cuestan los deportes, el idioma, se hace muy difícil su integración.
Pero si comienza a asegurarse en sus calificaciones, si va teniendo amigos, si su familia se integra...todo es más fácil y natural. A su vez, se preocuparán de que los nuevos alumnos no vengan de zonas muy periféricas, que no tengan una situación de vulnerabilidad extrema y que cuenten con apoyo familiar para sus estudios.
"Si el becado se demora cuatro horas en llegar al colegio, estará en desventaja frente a sus compañeros. Todas las investigaciones apuntan a que si hay niños que no tienen para comer, eso no nos ayuda, porque difícilmente podrá estudiar. Nos preocuparemos también de que haya apoyo de un adulto, porque así tiene alta posibilidad de éxito estudiantil", advierte Valenzuela.
Otro de los requisitos, es que sea un alumno/a católico/a. "Si la fe es irrelevante para esa familia, va a colisionar con el proyecto educativo", dice Halm. Para la selección, recurrirán a indicadores que utiliza el Estado: que sean personas que se atienden en Fonasa nivel A, y que tengan cierto puntaje de la ficha Casen. "No estamos pensando en personas que por la pandemia experimentaron una crisis económica transitoria", recalcan.
Los nuevos alumnos llegarán en marzo del 2022. Entrarán a prekinder, por lo que la primera generación del programa se recibiría en 2036. "Deben ser pequeños, para que crezcan junto a la generación y así que el proceso sea gradual. Si entra un niño a primero medio, es muy difícil la integración", advierte Halm.
No está claro el número exacto, pero será cercano a 10. Lo que sí está definido es que serán dos por curso. "No puede llegar un niño/niña solo. Debe tener un par. Eso facilita la sociabilización y les entrega seguridad", añade Halm. "Esto significa que habrá menos cupos para los alumnos, y puede que incluso miembros de familias georgians queden fuera. Es difícil, pero estamos convencidos de que hay que hacerlo", insiste el rector.
-¿Cuál es el costo del programa?
-DH: Depende de los alumnos. Pero incluirá matrícula, mensualidad y algo más que definiremos. Puede ser almuerzo, salidas, materiales, psicorientación si la familia lo requiere... De todas formas, no serán alumnos 100% becados. Pagarán algo simbólico, puede ser 20 mil pesos al mes, según sus ingresos. Pero el hecho que aporten, también es un elemento de dignidad y nivelación de cancha.
-¿Si sigue la pandemia? ¿Se posterga?
-DH: Se realizará sí o sí, remoto o presencial. Seremos creativos. Pero no lo podemos sacar. Es como sacar el deporte. O inglés. Es la misión del colegio. Y el propósito es que sea una iniciativa institucional, para siempre, no por un par de años.
-¿No temen cometer los mismos errores?
-RV: Creo que vamos a cometer errores. Pero nuestro propósito es que no sean los mismos. Tenemos un sentido de responsabilidad muy grande con el país, la Iglesia y por el momento histórico que nos toca.
-DH: Estoy muy entusiasmado, pumped up.