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Ideas

Jonathan Haidt: “Hay un imperativo educativo para sacar los teléfonos de los colegios”

Jonathan Haidt: “Hay un imperativo educativo para sacar los teléfonos de los colegios”

El conocido autor y académico acaba de publicar La generación ansiosa, un contundente libro en el que repasa los efectos de los smartphones y redes sociales en los más jóvenes. Con su característico estilo frontal, el profesor norteamericano responsabiliza a los padres y a las Big Tech de profundizar la adicción tecnológica, la cual ha gatillado una ola de diagnósticos de ansiedad y depresión.

Por: Mateo Navas | Publicado: Sábado 10 de agosto de 2024 a las 21:00
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¿Es correcto comerse a tu perro? Así se tituló la tesis doctoral que Jonathan Haidt presentó en 1992 ante la Universidad de Pennsylvania. Fue un trabajo de unas 70 páginas sobre juicios morales y cultura. A partir de ahí, pavimentó una ascendente carrera académica en psicología social, siempre con su estilo característico: provocando conversaciones incómodas a través de libros, ensayos y columnas.

En 1994 se postdoctoró en la Universidad de Chicago y en 2011, luego de años enseñando en la Universidad de Virginia, asumió ́como profesor en la Stern School of Business de la NYU, donde se desempeña hasta hoy. También es un tuitero activo y en su Substack (red social norteamericana de reflexión política) tiene más de 90 mil suscriptores.

Haidt -uno de los investigadores más citados en psicología política y moral- es un provocador nato: fue de los primeros en alertar la creciente polarización en las universidades norteamericanas y ha sido crítico de la primacía de los valores identitarios en las grandes ciudades estadounidenses. Por eso -y a pesar de que la revista Foreign Policy lo considere uno de los “principales pensadores globales”- tiene fieles seguidores y profundos detractores. Én términos políticos, desde 2012 se describe como “centrista”, aunque sus primeros años fue cercano al Partido Demócrata.

Hace tres años Haidt se interesó en una materia que desde entonces no ha soltado: las consecuencias del uso indiscriminado de aparatos electrónicos en niños y adolescentes. Y su último libro, La generación ansiosa (Deusto, 2024), trata justamente sobre eso; cómo las redes sociales influyeron en el crecimiento descontrolado de los diagnósticos de ansiedad y depresión en la Generación Z.

El análisis es crudo. Para el psicólogo social, si no se toman acciones inmediatas, las nuevas generaciones profundizarán irreconciliablemente las lógicas de aislamiento social.

El ejemplar debutó como número 1 en el ranking de no ficción del The New York Times y también suscitó largos reportajes en medios locales. “Jonathan Haidt quiere que le quites el teléfono a tu hijo”, tituló recientemente la revista The New Yorker.

La premisa de Haidt, licenciado en filosofía en Yale y autor del superventas La transformación de la mente moderna, es tajante: existe un “recableado de la infancia” gracias al auge de los smartphones y la sobreprotección de los padres, lo que ha provocado un sostenido aumento de las enfermedades mentales, como ansiedad y depresión. En particular, sostiene que esta combinación ha sido perjudicial para los niños desde 2010, con la masificación de las redes sociales.

“Originalmente planeé un libro sobre lo que las redes sociales estaban haciendo a la democracia. Se iba a llamar Después de Babel y mi idea era empezar con un capítulo sobre cómo las RRSS afectaron a los adolescentes cuando trasladaron su vida a estas plataformas. Lo escribí y cuando vi lo grande que era, me di cuenta que este tema era gigantesco. Dije: ‘Tengo que llegar al fondo de esto y sacar un libro rápidamente. No puedo esperar tres años para escribir este gran libro sobre democracia’”, dice Haidt, sentado en su oficina de su casa en Nueva York.

Entonces, puso en pausa el proyecto original -del cual ya había firmado un acuerdo de publicación- para centrarse en La generación ansiosa. “Este tema es tan urgente, que voy a pasar los próximos tres años de mi vida enfocado en esto. No voy a hacer nada más”, reflexiona.


Los mamíferos y el riesgo

En el libro -que tiene unas 300 páginas de contenido y otras 100 de notas- Haidt propone que desde 2010 ha existido un aumento sostenido en los diagnósticos de depresión y ansiedad, especialmente en los más jóvenes. Dice que el desencadenante fue en 2012 con la expansión de smartphones y redes sociales.

“En 2010 muy pocos niños tenían iPhone. Tenían teléfonos plegables y los utilizaban para llamar o enviar mensajes de texto. Las cámaras eran de muy mala calidad y no eran frontales. Y luego, en pocos años, alrededor de 2012, se genera este cambio muy rápido donde todo el mundo cambia su celular por un teléfono inteligente”, comenta.

Ese cambio, para Haidt, generó un quiebre. Especialmente en los adolescentes: “Ahora están pasando cinco a 10 horas al día sólo en su smartphone. Están siendo manipulados por docenas de empresas, están siendo bombardeados por notificaciones push. Tienen una cámara frontal. Tienen Internet de alta velocidad. En 2015, una cuarta parte de todos los adolescentes dijeron que estaban online casi constantemente. Para 2019, ese número subió al 50%”.


“De vez en cuando conozco a padres cuyo hijo es muy adicto a los videojuegos y a la pornografía. Y para esos niños, sus vidas están destruidas. Su desarrollo cerebral ha sido alterado. Probablemente nunca llegarán a nada, no podrán socializar”.

Haidt no sólo culpa a la tecnología por el aumento en la ansiedad y aislamiento social en las nuevas generaciones. También afirma que en los ‘90 los padres comenzaron a desarrollar conductas de sobreprotección que afectaron el desarrollo de sus hijos.

“Todos los mamíferos juegan con riesgo. Necesitan correr peligro para aprender a juzgarlos, necesitan poner a prueba sus límites y tener temor para superar sus miedos. Pero en la década de 1990 empezamos a detener eso. Empezamos a decir: ‘No más riesgo, no más juegos al aire libre’”.

Ese aire libre, para el profesor de la NYU, fue reemplazado por los primeros computadores. “El internet temprano no era particularmente dañino. Era asombroso, mágico, y todos éramos muy optimistas al respecto. Pero cambió muy drásticamente cuando unas pocas empresas, en particular Facebook, empezaron a utilizar algoritmos para mantener a los niños conectados el mayor tiempo posible. Fue entonces cuando las cosas empezaron a ponerse muy oscuras”.

- ¿Por qué los padres se volvieron sobreprotectores?
- En Estados Unidos, Reino Unido y Canadá experimentamos una gran caída en la confianza hacia nuestros vecinos. Este es el problema que Robert Putnam escribió en su famoso libro Bowling Alone. Ahí Putnam explica la disminución constante desde finales de los años ‘60 en el capital social. Cuando mis padres eran jóvenes, vivían en Nueva York, y aunque era una ciudad muy grande, todos los niños estaban jugando. Luego, cuando crecí en los ‘70, era mucho más peligroso, pero todos los niños salían a jugar. Y luego, en los ‘90, la delincuencia cayó en picada.

Y ahí fue cuando nos asustamos de que nuestros hijos sufrieran daños. Y creo que la razón es porque perdimos la confianza en nuestros vecinos. Pero también aumentaron los medios de comunicación micro-orientados: surgieron cientos y cientos de estaciones y canales. Entonces, cada vez que un niño era secuestrado, lo que sucede unas pocas veces al año en los Estados Unidos, se convertía en noticia nacional durante semanas.

- ¿Y eso se mantiene hasta hoy?
- El Covid empeoró aún más las cosas. La pandemia nos dijo que otras personas nos matarían. En Estados Unidos reaccionamos de forma terriblemente exagerada: le dijimos a los niños: “¿Qué tal si no van a la escuela? ¿Qué tal si pasas todo el día en una pantalla? ¿Y qué tal si no sales a la calle porque es demasiado peligroso?”. Pero hay una buena noticia: desde que salió mi libro, padres de todo el país y también del Reino Unido y Australia, ahora dejan salir a sus hijos. Sienten ansiedad y la superan. Recibo cartas todos los días de padres que me dicen: “He dejado que mi hijo de 7 años ande en bicicleta sin mí, y le ha encantado. Y ahora va en bici por todo el barrio”.

“Una vez que (las niñas) mordieron el anzuelo (de Instagram), ahora no pueden escapar. Están atrapadas. Porque ahora cualquier niña que se va de las RRSS está totalmente sola porque todo el mundo está ahí”.

“Las empresas han demostrado que no harán nada para proteger a los niños”

Describes cuatro perjuicios causados por el teléfono en la infancia: privación social, privación del sueño, fragmentación de la atención y adicción. ¿Cuál de ellos consideras el más perjudicial?
- Realmente no puedo decirlo. De vez en cuando conozco a padres cuyo hijo es muy adicto a los videojuegos y a la pornografía. Y para esos niños, sus vidas están destruidas. Su desarrollo cerebral ha sido alterado. Probablemente nunca llegarán a nada, no podrán socializar. Si miramos más ampliamente, la mayoría de la Generación Z no está ansiosa ni deprimida. Pero mi argumento es que la gran mayoría de ellos estarían mejor si hubieran tenido una infancia normal.

Ahora ya no hay aficiones, no hay libros, no ves mucho a tus amigos fuera del colegio. Y luego, en la escuela, los estudiantes no están prestando mucha atención porque tienen que revisar sus mensajes constantemente. Imagínate una generación que aprendió menos en el colegio, pasó menos tiempo con sus amigos, tuvo pocas aventuras. Si quitamos todo eso de la infancia, ¿qué queda? Muy poco. Todo ese tiempo se llena con videos en TikTok, reels de Instagram y cortos de YouTube.

- También propones que las redes sociales afectan más a las niñas más que a los niños. ¿Por qué?
- Las redes sociales son una trampa perfectamente diseñada para las niñas, pero no para los niños. Las RRSS hacen muchas cosas perjudiciales a los niños, especialmente los retos, pero no los atrapan tanto. Pero para las niñas es una trampa perfecta. Si quieres atrapar a un animal, debes utilizar una carnada que el animal quiera. Si quieres atrapar niñas, ¿cuál es el anzuelo? Las noticias sociales. A ellas les interesa mucho más el mapa social: ¿Quién se pelea con quién?
¿Quién ha dicho algo sobre quién? ¿Quién sale con quién? Entonces, todas las niñas se registraron en Instagram en 2012. Y una vez que mordieron el anzuelo, que empezaron a publicar y comentar, ahora no pueden escapar. Están atrapadas. Porque ahora cualquier niña que se va de las RRSS está totalmente sola porque todo el mundo está ahí. Así que las redes sociales son una trampa perfecta para las adolescentes.

- Escribes mucho sobre el papel de los padres. Pero, ¿qué pasa con el rol de las escuelas, la regulación? ¿Y las empresas como Google, Meta y Apple?
- Las empresas han demostrado que no harán nada para proteger a los niños si eso les cuesta usuarios o dinero. Meta sabe que cientos de millones de sus usuarios son menores de 13 años. No hacen nada al respecto porque, si lo hicieran, perderían todos esos usuarios en favor de TikTok. Así que las compañías están, en cierto sentido, atrapadas en una trampa de acción colectiva. Por eso necesitamos regulación. Sobre los colegios, ellos tienen la obligación de educar a nuestros hijos, y los profesores llevan diez años diciendo que saquen los teléfonos. Pero algunos padres dicen: “No, necesito enviar mensajes a mi hijo, ¿qué pasa si ocurre algo?”.

Por eso los directores han tenido miedo de prohibir los celulares. Pero ahora estados enteros en EEUU lo están haciendo. Este es el punto de inflexión. Hay un imperativo educativo para sacar los teléfonos de los colegios.

“Las RRSS hacen cosas terribles para el debate democrático”

- Las RRSS impactaron en el modo en que los jóvenes socializan. Ahora está el boom de la inteligencia artificial. ¿Cuáles son los riesgos con eso?
- Lo que necesitan los niños es un retorno a la socialización humana normal. Y en su lugar, lo que tienen es una epidemia de soledad increíble que comenzó alrededor de 2012. Hay un nuevo producto llamado Friend, que es un pequeño collar que funciona como un amigo usando inteligencia artificial para comunicarse contigo por texto. Muy pronto será una voz y luego un robot. La tecnología facilita las cosas, pero no queremos que todo sea lo más fácil para los niños.

Queremos que los niños aprendan a luchar y a hacer cosas difíciles. La tecnología, sobre todo desde 2010, ha facilitado todo a los niños para que no tengan que aprender nada: no tienen que aprender a hacer contacto visual, a pedir indicaciones, a solicitar ayuda. Google siempre está ahí con la respuesta y ahora está ChatGPT. En el mundo real establecimos el principio de que los niños no son iguales que los adultos, y que a veces necesitan algunas restricciones. Pero en el mundo virtual no hemos hecho nada. Y eso tiene que cambiar. Y si eso no cambia este año, la IA va a ser tan poderosa y seductora que será muy difícil recuperar a esos niños.

- ¿Cómo influye en política que las generaciones más jóvenes sean más ansiosas?
- Creo que va a tener impactos muy profundos porque fomenta un nuevo tipo de activismo, que es el activismo en línea y que es muy ineficaz. Antes, los jóvenes políticamente activos estaban más comprometidos y tenían mejor salud mental que la media. Pero ahora los activistas online están solos, se enfadan y se alteran. Las personas menos felices de Estados Unidos son las jóvenes de izquierda: están atrapadas en una visión de mundo que dice que todo es opresión, que todo está fuera de mi control, que todo es terrible. Así que creo que la infancia basada en el teléfono está trabajando su desarrollo político en el sentido de que los está sumergiendo en cosas políticas demasiado pronto.

- ¿Qué significa eso?
- Los niños no deberían salir a protestar. Deberían estar jugando y desarrollando habilidades sociales. Dejemos eso para cuando tengan 16 años. Y luego, las redes sociales hacen cosas terribles para el debate democrático porque no es como si estuviéramos juntos en la plaza pública. Es como si estuviéramos juntos en el Coliseo Romano, viendo a gente luchar hasta la muerte. Queremos ver sangre. Eso es lo que tenemos: ahora tenemos mucha más sangre metafóricamente hablando.

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El rector de la UDP es un agudo observador de la realidad; y lo que registra en ese ejercicio lo escribe en libros y columnas. En esta entrevista analiza los cambios que ha visto en la sociedad chilena: lo que pasa con la juventud, con la agenda valórica, con la política. De esta última es especialmente crítico: “La política siempre ha tenido un cierto componente de tontería, pero las democracias sanas tienen dentro de los grupos políticos pequeñas élites que ejercen un cierto ascetismo sobre el resto. Eso falta hoy en Chile”.

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