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Los constituyentes Squella y Vergara aman la docencia y hablan del país desde regiones
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Es jueves a la 1:30 de la tarde y hay un sol intenso en Viña del Mar. Nos juntamos en la calle Los Acacios con Lisette Vergara (28) y Agustín Squella (77), en un café que este último suele frecuentar.
Ambos son constituyentes electos por la V Región. Vergara por el Distrito 6 y Squella por el 7. Ella es representante de la Lista del Pueblo -obtuvo 11.354 votos-, mientras que él es parte de la Lista del Apruebo -17.737 votos-.
Los dos son profesores. Squella hace clases en la Universidad de Valparaíso, mientras que Vergara es académica de Historia y Geografía en un colegio de Quilpué. Confiesan sentirse afortunados por residir en sitios más tranquilos, alejados del ruido y movimiento de Santiago.
Apenas se ven, el abogado cuenta que nunca antes había conocido a Lisette Vergara en persona, mientras que ella sí recuerda habérselo encontrado. Fue durante 2019, en la Universidad de Valparaíso cuando él presentó su libro Democracia ¿Crisis, decadencia o colapso?.
Insisten en que están con poco tiempo, que si su agenda preelecciones era agitada, ahora está aún más intensa. Por ello acordamos hacer las preguntas -modo cuestionario- previo el encuentro, para dejar el breve tiempo que tendrían juntos para tomar un par de fotos. Fue inevitable que mientras posaban sentados a una mesa bajo los árboles del café, Squella y Vergara conversaran enérgicamente y fue difícil dar por terminada la reunión.
Coincide que esta semana 34 integrantes de la “Vocería de los Pueblos” marcaron la pauta constituyente con su polémica propuesta de “hacer efectiva la soberanía popular de la Constituyente, expresada tanto en el reglamento como en las normativas que deben darse, sin subordinarse a un Acuerdo por la Paz que nunca suscribieron los pueblos”. La iniciativa fue apoyada por Vergara y públicamente criticada por Squella.
Antes de entrar en materia, Agustín, ¿qué le gustaría que Lisette supiera de usted?
- AS: Que soy un profesor universitario de provincia, porteño, que enseño algo tan enigmático como puede sonar “filosofía del derecho”, pero que tiene que ver con el concepto de derecho, de justicia, de derechos humanos. Y que mis lugares sagrados, no por motivos religiosos, sino por indispensables, insustituibles e irrenunciables, han sido siempre los cafés, los bares, las librerías, las salas de clases y las de cine, el hipódromo, los estadios y los templos vacíos.
-Y tú, Lisette, ¿cómo te presentarías a Agustín?
-LV: Soy profesora de historia y vecina de Quilpué. Nací en Melipilla, en el seno de una familia de clase baja y al finalizar la enseñanza media me vi en la necesidad de irme a vivir a otro lugar para poder acceder a la universidad. Para esto tuve que trabajar de garzona, temporera, operadora de call center y vendedora. Ahí conocí la precariedad laboral y la explotación, que son parte central de las lógicas con las que funciona este sistema.
¿Cómo creen que sus respectivas historias pueden aportar en el proceso constituyente?
-AS: No tengo respuesta para esta pregunta, salvo decir que la filosofía del derecho desarrolla la capacidad de distinguir, y que este verbo lo tendremos muy presente en nuestro trabajo. Distinguir las cosas, no separarlas, porque distinguir es conocer la diferencia que hay entre una cosa y otra, mientras que separar consiste en colocar deliberadamente distancia entre dos cosas. Solo distinguiendo, no separando, podemos luego ver las conexiones que hay entre las cosas.
-LV: Como profesora de historia, no solo he sido testigo de distintas realidades, sino que puedo comprender el punto de inflexión histórica en el cual nos encontramos, por lo que sostengo que es nuestro deber, el de todos las y los constituyentes, marcar la pauta y mostrar una nueva forma de hacer política, lejos de las decisiones a puertas cerradas, elitistas y cupulares, del machismo, el centralismo, el colonialismo, el neoliberalismo, de las malas prácticas; creo en la participación activa y deliberativa para la construcción democrática. La creación de una nueva Constitución es la instancia que debe instituir nuevas lógicas tanto en su forma como en su fondo, por ende es una instancia de disputa con los actores e intereses que aún detentan la riqueza y el poder político.
El contexto que permite que Agustín y yo estemos ad portas de escribir una nueva Constitución no nace de la voluntad pura y con espíritu transformador de la clase política, muy por el contrario, es un intento de evitar el desborde total de la institucionalidad incapaz de resolver las exigencias sociales de la ciudadanía.
Llamado de la “Vocería de los Pueblos”
-Lisette, ¿por qué este grupo -compuesto solo por 34 de los 155 constituyentes electos- se arroga la voluntad del pueblo y rechaza el Acuerdo de noviembre de 2020?
-LV: Más que arrogarnos la voluntad del pueblo, señalamos un hecho concreto, el Acuerdo por la Paz y la nueva Constitución no se realizó con las personas o movimientos sociales que nos encontrábamos en las calles desde octubre, sino que fue un acuerdo suscrito entre unos pocos, excluyendo a millones de personas que de norte a sur, se alzaban para demandar necesidades silenciadas e irresolutas por la institucionalidad desde hacía décadas. Junto a lo anterior buscamos hacer efectivo el mandato que tras nuestra elección se nos dio para hacer valer el compromiso democrático y las ansias de participación e incidencia en este proceso constitucional que se avecina. En lo particular, desde el inicio he sostenido que es fundamental la apertura de los espacios de participación, no solo estableciendo mecanismos democráticos que queden garantizados en la nueva Constitución, sino que también durante el proceso constitucional y a su vez, esto debe quedar establecido en el reglamento de la convención.
-¿Qué pasa con aquella parte del pueblo que eligió a los otros 121 constituyentes?
-Creo es una pregunta un tanto engañosa, somos un espacio de construcción colectiva que se encuentra en formación, por lo cual, no es excluir a los otros 121, ni mucho menos cuestionar a quienes los eligieron, sino más bien es una declaración de principios sobre la base de elementos que consideramos fundamentales que deben considerarse en la creación de un nuevo ciclo político en Chile.
-En su opinión, los chilenos que votaron por esas 121 personas, ¿no tienen derecho a que sus ideas sean representadas y discutidas en la Convención Constituyente?
-Más allá de lo tendenciosa de la pregunta, creo que lo importante es entender que existe una necesidad transversal de transformación de las estructuras políticas y económicas, y es mediante la creación de una nueva Constitución política de Chile que esto es posible (y como dije necesario), y debe hacerse con base en la participación de los actores que han sido sistemáticamente relegados del accionar político.
-¿Qué le diría a los chilenos que creyeron estar votando una convención que se regirá por ciertas reglas del juego?
-LV: Muchas personas al participar del plebiscito de octubre, aprobaron la posibilidad de cambiar la Constitución, a sabiendas de que el acuerdo que les dio forma carecía de legitimidad social. Si bien las reglas estaban establecidas desde un inicio, es un error suponer que la ciudadanía estaría a favor de ellas, ya que fueron acordadas entre cuatro paredes, excluyendo cabildos, asambleas y organizaciones de base que empujaban durante y después del estallido social una Asamblea Constituyente. Lo que se aprobó en octubre no fueron las reglas del juego de la Convención, sino la necesidad de transformaciones profundas de estructuras que se sostienen sobre la actual Constitución y como tal, tenemos hoy la oportunidad real de sentar las bases de la democracia deliberativa y directa para así dotar de legitimidad social a la nueva Constitución Política de Chile por medio de la apertura y real incidencia vinculante de las personas que componen el territorio.
-Un día después de esta propuesta de “los 34” Carlos Peña publicó una columna en El Mercurio -“La rebelión de los convencionales”- donde plantea que la declaración de este grupo de constituyentes “estaría socavando las bases de su propia legitimidad” al “estar saltando las mismas reglas del juego que les dieron la posibilidad de ser electos como constituyentes”.
-¿Qué opina usted Agustín de esta propuesta?
-AS: No se trata de una rebelión. Eso al menos es lo que espero. Los firmantes de la declaración hablan de “llamados”, y todos los ciudadanos están en su derecho de hacerlos y de correr el riesgo de que otros ciudadanos los compartan, los rechacen, los aplauden o los critiquen. Los primeros 5 de tales llamados son en realidad peticiones, y así uno los comparta o no, todo ciudadano tiene derecho a formular peticiones a la autoridad. El sexto y último llamado es ya otra cosa: una aseveración acerca de la “soberanía” que tendría la Convención, aunque sin aclarar lo que se quiere decir con esa palabra. Nos guste o no, si bien todos los constituyentes lo sabíamos desde que postulamos a la Convención, existen unas reglas previas a nuestro trabajo, y no creo que ellas puedan cambiarse. A mí, por ejemplo, nunca me gustó la regla de los 2/3, por ser demasiado alta, pero se trata de una de las reglas previas que conocí antes de postular y que hoy no podría pasar a llevar.
-¿Qué le diría a Lisette y al grupo de “los 34”?
-AS: Que no juzgo vuestras motivaciones -siempre es preciso detenerse ante el secreto de cada conciencia-, pero que nada, ni la causa que estimáramos más justa, debería alejarnos de nuestro cometido, ni retardarlo, ni obstaculizarlo, un objetivo que es clave para el presente y futuro del país: elaborar una nueva Constitución para Chile. Creo que nada debería impedir, dificultar o retrasar la instalación e inicio y desarrollo de sus actividades por parte de una Convención que lo que tiene en sus manos es nada menos que una nueva Constitución.
El rol de los privados
-¿Cuál es su opinión respecto de la participación de los privados en todos los ámbitos de la economía? ¿Debiesen haber algunos sectores de la economía excluidos?
-AS: Una de las libertades que protegerá la nueva Constitución, junto a las de conciencia, pensamiento, religión, creación artística y cultural, movimiento, reunión y asociación, será la de emprender actividades económicas lícitas, es decir, con apego a la ley y a los estándares éticos de cada profesión u oficio, aunque, por cierto, no puede quedar en manos puramente privadas la satisfacción de derechos fundamentales, como ocurre hoy con la previsión. La propiedad privada, o sea, el derecho a ella, es también un derecho fundamental, pero orientada a una función social y sin que pueda recaer sobre ciertos bienes comunes, como es el caso del agua, por ejemplo. Hasta hace poco eran objeto de propiedad privada ciertos cargos públicos, distinciones honoríficas y hasta personas, como en el caso de la esclavitud. Hoy es el turno del agua: hay que agregarla a esa lista.
-LV: Los privados son parte importante de la economía, pensar en estatizar todo es una caricatura absurda. Sin embargo, la participación en “todos los ámbitos de la economía”, ha demostrado ser un camino inviable por las lógicas de acumulación de capital que traen consigo, ya que esto genera una precarización de la vida como modelo de acumulación, que se manifiesta en los bajos salarios, la explotación del medioambiente a costa de las comunidades, sumado a la falta de políticas tributarias que se preocupen de una distribución equitativa entre las regiones del país y sus habitantes, generando un centralismo que concentra los ingresos per cápita más altos en sectores determinados de Santiago. Es en suma, un modelo de acumulación por desposesión. Evidentemente hay sectores de la economía que deben estar sujetos a un rol más activo del Estado, como es el caso de las pensiones o los recursos naturales, donde es fundamental invertir en políticas públicas que sostengan un sistema de seguridad social, así como inversión en ciencia y tecnología que nos lleve hacia formas de economía sustentables.
El reloj marca las 2 de la tarde y el dueño del local nos pide amablemente que nos retiremos. Es la hora de almuerzo y las mesas deben ser habilitadas para sus clientes. Agustín y Lisette se despiden, y antes de caminar en direcciones opuestas para volver a sus quehaceres, Squella le dice a Vergara:
- Nos vemos, pronto estaremos en nuestra condición.
- Sí -le responde Lisette-, y ahí tendremos que tomarnos un café para conversar harto.
-Por supuesto, y más de uno.