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Lecciones de Vida

Jorge Said: "Afganistán puede ser cuna del terrorismo mundial, puede haber una guerra civil"

Jorge Said: "Afganistán puede ser cuna del terrorismo mundial, puede haber una guerra civil"

El documentalista chileno logró salir de Kabul, tras una intensa odisea para poder abordar el avión, apenas horas antes de los atentados en las inmediaciones del aeropuerto. En esta reciente entrevista, Said contó a DF MAS parte de lo que vivió en el epicentro del conflicto.

Por: María José López | Publicado: Sábado 21 de agosto de 2021 a las 04:00
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Estoy enfrentando días de mucha presión, dificultades técnicas, complejidades para sacar plata, entre otros temas personales. Soy el único latinoamericano en este minuto en Kabul. Me llama Univisión, me llama BBC, no les puedo responder. Además, estoy con mi propia angustia: no puedo salir del país. Los gringos se han portado súper mal, muy desorganizados.

Llegué aquí hace dos semanas, el martes 3 de agosto, por el programa Buscando a Dios, que hago con Canal 13 y mi compañía Millenium, y que vendimos a History Channel. Por el Covid hemos tenido que postergar muchísimo, y en junio me aburrí y salí a hacer esto.

Hicimos un capítulo de Perú primero, luego Turquía, y el tercero sería en Afganistán. Yo siempre tuve muchas ganas de venir aquí. Me demoré 20 días en obtener la visa, y finalmente cuando entré, coincidió con la avanzada de los talibanes. Yo sabía que tenían controladas las áreas rurales, que había conflictos, pero quería venir a ver la situación de las mujeres, de las minorías étnicas, la religión.

Cada vez que quería ir a una ciudad, los talibanes ya se habían tomado el aeropuerto, empezaba a cundir terror en mis productores locales. Comprábamos pasajes y al rato ya los habíamos perdido porque el aeropuerto estaba bloqueado y no nos devolvían los pasajes. Nos ocurrió en Herat, al sur con Kandahar, al norte con Mazar-e Sarif, las principales ciudades del país.

Y estaba organizando un viaje a una de las ciudades con cultura hazara, donde el padre de uno de los parlamentarios es un jefe de guerra (hay muchos en esa condición) me había invitado. Me dijo ‘yo te mando un auto y por ocho horas puedes pasar por todas las comunidades hazara, estamos todos armados para enfrentar a los talibanes y puedes llegar a la línea de frente’. Entonces me estaban consiguiendo un avión cuando se empieza a precipitar todo esto.

El domingo pasado cuando iba a ir a ver las comunidades chiitas, porque nuestro tema principal del reportaje es la espiritualidad, por intuición decidí ir al aeropuerto.

Entré y me tomaron detenido. Eran las 10 de la mañana del domingo 15. Conversé con los militares, les expliqué que para nosotros era muy importante grabar la situación, ver lo que estaba pasando. En esto estaba cuando de mi equipo me avisan que los talibanes están a 2 km. ¡Todos arrancaron! Me quedé solo en el aeropuerto, en una situación inédita, insólita.

El productor (afgano) estaba desesperado, me decía que estaban todos partiendo, que se estaba produciendo un desorden tremendo de gente, autos, camiones, que vayamos porque se estaban escuchando tiros. Partí a encontrarme con él, caminando súper rápido hacia el centro de la ciudad y nos topamos con un taco imposible, los autos pasaban por arriba de las veredas, los camiones militares pasaban pegando a los autos para abrir paso, era una situación de horror.

Es muy peligroso que a un periodista extranjero lo pillen grabando en estos momentos.

Yo no podía grabar porque hay mucho espía, mucho pastún, y es muy peligroso que a un periodista extranjero lo pillen grabando en estos momentos. Hay gente que graba, como los de Al Jazeera. Pero el resto no podemos andar así no más, porque nos tienen odio por lo que está ocurriendo y nos rompen las cámaras, las tiran al suelo. Ya le pasó a varios periodistas americanos.

En un momento el productor dijo a sus asistentes ‘saquen a Jorge, porque aquí le puede ir muy mal. Si esto se complica váyanse caminando entre medio de los autos’. Y así lo hicimos por 20 kms, con un calor enorme, la temperatura llega a los 35, 40, incluso 55 grados. Bueno, pero esto al lado de lo que están viviendo los refugiados no es nada.

Al final logramos que una de las familias de los productores nos cobijaran, nos dieran té, agua, mientras tratábamos de conseguir un auto que nos trajera al hotel. Un hermano de uno de ellos me llevó en auto. Llegué entre las 4 y 5 pm, que son las horas prohibidas, ahí ya no nos dejan salir. El día comienza muy temprano acá, cerca de las 4 de la mañana. Acá nos comunicamos en inglés, pero nadie entiende tan bien. Ese es un problema porque hay que estar atento a las traducciones porque no son muy reales.

Esta situación se está complicando muchísimo. Esta semana pasé horas llamando a congresistas de EEUU para ver cuál es la situación para nosotros, los ciudadanos norteamericanos, yo tengo nacionalidad estadounidense. En los medios se dice que darán prioridad a los norteamericanos, pero eso no es así, seguimos aquí. Envié mails al Congreso norteamericano, a la secretaría de Estado, la embajada. Recién anoche, jueves. Me hicieron preguntas absurdas e inútiles, como si yo seguía acá en Afganistán. Ridículo.

Mi vecino Mahmad vino a verme hace cinco minutos. A él ya le dieron su creedence, un papel con el que te puedes abrir paso al aeropuerto. Pero él me dice: ‘esta es la mentira grande. Es una puerta blindada por donde te dejarían entrar. Pero si esos tipos llegan a abrir la puerta 1 mm, se les mete la multitud a golpes’. La gente está desesperada, ya viste lo que pasó con los aviones. Yo sé que hay gente que ha abandonado el país, pero por otro lado, en aviones de ONGs.

Mi situación es de una larga espera, pero con trabajo. No estoy como las familias que están con la preocupación y urgencia de salir. Por lo menos no ha fallado internet acá, me siento como un vocero de la comunidad hispana, y siento que hay un rol que cumplir.

Hay mucha información falsa, toman declaraciones de la secretaria de Estado, y la verdad es que ella no sabe lo que pasa, nosotros sabemos porque estamos en el terreno. Quiero transmitir sobre la crítica situación de las mujeres, de los campos de refugiados, de la gente que no puede salir, de que esto ha sido tan mal planeado, de que se necesita ayuda, se necesita negociar con los talibanes, que lleguen muchos refuerzos en comida, aviones para ir sacando a la gente, y no el gota a gota como se ha hecho ahora: aquí hay 1 millón de personas que quiere salir.

Acá nos comunicamos en inglés, pero nadie entiende tan bien. Ese es un problema porque hay que estar atento a las traducciones porque no son muy reales.


En este momento estoy cambiando de switch. Puedo hacer una película, puedo hacer un documental, no me han roto los equipos, tengo electricidad, baterías, puedo hacer un material histórico y soy el único que lo va a tener. Eso me da cierta motivación.

Trato de mirar la cosa desde otra perspectiva y decirme: ‘Jorge, date cuenta de que estás en una situación histórica, cambió la política regional, Afganistán puede ser una cuna de terrorismo mundial, puede haber guerra civil, y tú estás ahí dentro’.

Hoy cuántos reporteros de guerra de todo el mundo quisieran estar en mi situación. En 10 días más yo debería estar saliendo de acá. En todo caso, la situación va a estar en el aire todo el segundo semestre, no se va a resolver rápido. Quiero continuar la serie, y me gustaría que mi próximo destino, si las condiciones están adecuadas, sea Siria. Eso también es peligroso, no sé cómo me voy a encontrar cuándo salga de acá, si es que voy a tener la fuerza física.

Ando con un gorro para protegerme, para que no me reconozcan a la distancia: si los talibanes me ven, que crean que soy un afgano más. En general yo siempre uso sombreros en mis otros programas, pero acá lo hago para disfrazarme y no ser reconocido. Pasar susto aquí es fácil: al ver el estrés de mis traductores, o cuando nos han tocado tiroteos en el campo de refugiados.

También me asusto cuando me preguntan mi nacionalidad para saber si soy norteamericano.

Me he asustado de que me roben el pasaporte, o la otra vez me quedé debajo de una avalancha de gente que pudo habernos aplastado. También me asusto cuando me preguntan mi nacionalidad para saber si soy norteamericano. No les digo que soy chileno, porque me preguntan: ¿dónde queda? Si digo ‘Sudamérica’ no se quedan con el “sud”, sino que solo con el “América” y eso para ellos es EEUU.

¿Cómo se explica Sudamérica en esa multitud llena de gente, donde apenas se escuchan y menos se entienden las palabras? Ahora digo que soy de Barcelona, España. Varios andan con la camiseta de Messi, y con eso basta para que me entiendan y se queden tranquilos, les apunto la camiseta.

Estoy alojando en el Park Star, un hotel de cinco estrellas donde hay muchas familias afganas adineradas y, pese a su privilegiada situación, están sufriendo igual, pasándolo mal, la gente está llorando, las mujeres ahora tienen que ponerse burkas. La gente que está acá tiene todos sus papeles listos para salir, sus visas y la autorización, pero no pueden llegar al aeropuerto.

Una señora me contaba que ha ido todos los días al aeropuerto dos veces. Se demoran seis horas en ir y volver. No pueden mostrar sus papeles al llegar al counter, porque los funcionarios norteamericanos están escondidos detrás de una puerta y delante de ellos están los talibanes. Pero la verdad es que tampoco han estado tan agresivos. Lo que pasa es que tiran balazos para que no los mate la multitud que se les tira encima, y eso genera una situación de terror tremenda. Y caos.

Yo nunca escojo este tipo de hoteles. Busco hoteles en el pueblo, acá me siento marginado, no estoy en la fuente de información. Pero ha resultado bien porque si estuviera en otro lado no tendría internet: acá hay conexión asegurada que no pasa por los operadores, y toda la luz es independiente. Pero se nos están subiendo mucho los costos. Me iba a cambiar a la casa de unas periodistas de la Time, no lo hice: allá no puedo estar hablando toda la noche por teléfono, estaría con limitaciones.

Kabul es una ciudad grandísima, llena de barrios y cada uno con distinta etnia. Yo estoy en el barrio del centro, el Distrito 4, que correspondería como a Las Condes. No me gusta comer acá, me gusta ir al pueblo: el almuerzo es una oportunidad para salir a palpar el ambiente. Los afganos son muy buena onda, y cuando uno llega, traen esas alfombras para que uno se instale y traen platos exquisitos y ahí les pregunto cómo están.

La comida es muy rica, los arroces son aromáticos y de colores. Las ensaladas exquisitas y aunque yo no como carne, la de acá me gusta. La mejor manera de informarse es la calle. Ayer, mientras almorzaba, un afgano me contó que a su hermano lo mataron en el aeropuerto. Terrible. Fue en una de esas avalanchas donde se producen tiroteos. Los balazos no van al cuerpo, los tiran al aire. Pero algunos van al piso y ahí revientan los concretos, puede saltar una piedra que a uno lo puede matar, saltan con una fuerza y te pega mal esa piedra y te mata.

Estoy reventado. Anoche me dormí a las 5 am y me levanté a las 9 am. Es el único día que he dormido. Los otros días me he acostado a las 3 y me levanto a las 5, 4 am. Duermo una hora diaria.

Siempre ando con dos personas: un traductor y un chofer. Cambiamos autos para que los talibanes no reconozcan las patentes. Y cuando podemos paramos el auto y hacemos entrevistas. Todo tiene que ser muy rápido, las visitas de 20 minutos porque si nos ven con cámaras grandes nos pueden venir a buscar. Cambié el estilo de grabación; lo hago con el teléfono, y eso es lo que mando a los canales.


Acá no existe el Covid. Está lleno de casos, pero les da lo mismo, ¿a quien le puede importar el Covid con una guerra?


He viajado a 80 países, y esta es la primera vez que vengo a Afganistán. No ha sido mi viaje más complicado, sí el más mediatizado. Me llaman de Ecuador, Venezuela, todos hablan del chileno atrapado en Kabul y no es tan así, no es verdad. Para ponerle color me cambian las declaraciones. No es el viaje en el que más he tenido más miedo. En Siria fue horrible, porque había aviones bombardeando.

Acá a los talibanes uno los ve en sus camionetas con sus metralletas y cuando empiezan con los tiros no es que tiren a la loca. Lo que ellos quieren es imponer su estado islámico, su emirato. Si ocurre una guerra civil es distinto, ahí sí vienen las matanzas y los extranjeros podríamos ser tomados como rehenes.
En el hotel nos han dicho que estamos protegidos. Yo todavía no he tratado de tomar contacto con los talibanes. Lo que hace CNN, Al Jazeera, es que pagan mucha plata, acá todo se negocia con plata.

Por 100 mil dólares estaría como Clarissa Ward (reportera de CNN) durmiendo cerca de los talibanes y haciendo todo eso. Hay que entender que CNN tiene 20 años acá, tiene oficinas.
Estoy preparando dos reportajes sobre mujeres. Lo que me dicen las mujeres es terrible. Tengo muchos testimonios: el de una presentadora de tv que me dijo que si ahora le dicen que no puede seguir haciéndolo, no lo aceptaría. Iba a seguir luchando, no solo por ella, sino por su familia, porque que una mujer salga en la tv es lo más asqueroso que puede haber.

Hice una nota preciosa con las músicas del conservatorio, tocando cello, violín. Y lloraban porque les advirtieron que si tocaban un instrumento occidental las iban a matar. Me confesaron que prefieren morir que dejar de hacerlo. “Si lo hago, mi vida no tiene sentido”. Todo está regido por la teocracia.

Más allá del peligro y el terror, es una tremenda suerte que yo esté aquí.

Me quedan 1.000 dólares en efectivo. No hay plata en ningún lado, lo único que funciona acá es el cash. Si te llegas a quedar sin dólares, no eres nada, nadie, porque nadie te va a prestar, nadie tiene. Los 1.000 que me quedan es para la subsistencia.

Nací en Linares en 1965 y estudié periodismo en la Universidad Católica, porque yo quería ser cineasta y lo más cercano era el periodismo televisivo. En 1997 me fui a Los Angeles, California, a trabajar con José Luis Nazar (empresario) haciendo películas.

Mi casa en este momento está en Chile. Me quedé atrapado ahí por el Covid. Pero estos últimos 30 años he vivido en Francia, en Egipto, en India, en EEUU. A Chile lo adoro, pero para mi trabajo, no es el lugar más práctico porque estamos un poco lejos y todavía cuesta mucho luchar por presupuestos para este tipo de programas.

Mi hija está preocupada, claro que sí. Mis papás, que ya son muy mayores, también. Y mis hermanos (entre ellos la cineasta Marcela Said), por cierto. Pero entienden que estoy cumpliendo una vocación.

Soy un tipo muy afortunado, siempre he caído en buenas partes. Más allá del peligro y el terror, es una tremenda suerte que yo esté aquí. Periodistas de guerra me escriben y me dicen “no sabes lo que daría por estar en tu situación”. Tuve suerte de que Canal 13 financie estos trabajos tan raros, diferentes a reportajes de viajes y comidas que están tan de moda. Tengo el objetivo de estar luego publicando mi programa en History Channel. Ahí está mi esperanza.

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