Lecciones de Vida
Gloria Hutt y su testimonio íntimo del 18-0: “No me llevaba los problemas a la casa, me los llevaba al hospital”
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"El estallido social fue particularmente difícil porque yo tenía a mi marido (Felipe Cossio, quien murió en 2020) hospitalizado. No me llevaba los problemas a la casa, me los llevaba al hospital. Yo dormía en el hospital para poder ver a mi marido en algún momento. Y salía muy temprano, si es que alcanzaba a dormir.
Me ayudó mucho el hecho de que él era militar porque tenía un sentido del deber muy desarrollado. Me decía: ‘Tu deber es éste. Mientras el Presidente no disponga de otra cosa, tienes que seguir adelante y hacer tu trabajo’. Y eso a mí me daba mucha, mucha tranquilidad. Él en ningún momento me planteó que yo dejara de hacer lo que estaba haciendo. Al revés.
Me llevé un maletín chico al Hospital Militar y con eso viví esos días. Y de repente, como la casa me quedaba en camino al ministerio, pasaba para cambiar la ropa nomás. Esa fue mi vida durante harto tiempo. Esas cosas no tenían por qué verse, porque era una situación personal. Tampoco esperaba que nadie tomara en cuenta eso. Era algo que estaba en otro plano.
He tenido una experiencia de vida que no ha sido muy frecuente. Me casé muy joven, a los 21 años. Tres meses después a mi marido le encontraron cáncer por primera vez. Él tenía 25. Entonces ahí, por una cosa intuitiva, me di cuenta de que la energía hay que ponerla donde uno pueda hacer cambios y lograr resultados. Eso me forjó para la vida. Venía fogueada desde muy joven.
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No hay ningún ministro de Transporte que no haya sufrido desde el fondo del alma cada vez que había que anunciar las alzas de tarifa. Para las personas, como ocurre con cualquier alza de precio, genera un desequilibrio, una molestia, te obliga a ordenar tus cuentas, te obliga a reprogramar tu forma de viajar. Inevitablemente hay un impacto y los que estábamos en el ministerio teníamos clara conciencia de eso. Y por eso es que hubo tanta conversación previa (a la subida de $ 30 a los boletos del Metro) y tanto esfuerzo para que el impacto fuera el mínimo.
Fueron unas tres semanas de idas y vueltas, de conversaciones, ajustes, reuniones. Yo siempre trato de no simplificar esto porque fue muy complejo y a mí me consta que todos hicieron lo máximo que podían.
Hay un relato que hace Jorge Selume (en su libro Tiempos mejores, lanzado en agosto) que es más o menos preciso (respecto de un desencuentro de ella con el entonces director de la Dipres, Rodrigo Cerda, a propósito del alza del pasaje). A mí me importan mucho las buenas relaciones, el buen trato, la humanidad. Trato que eso no se rompa nunca. Y estando en política es difícil. Hay momentos en que uno también tiene sangre en las venas y tiene una reacción más fuerte.
No está en mi naturaleza (haber enrostrado su predicción de malestar posterior al 18-O). Yo creo mucho en el trabajo en equipo. Una vez que la decisión se toma, todos tenemos que estar detrás de ella. Nunca habría levantado eso. No es mi forma de ser. ¿Como para salvarme yo? No.
Yo estoy segura de que si se hubieran podido anticipar las dimensiones de este impacto se habría mirado de otra manera. Nadie se imaginó que iban a quemar más de 100 estaciones de Metro. Nadie puede decir que un impacto así era predecible.
Alguien podría decir: ‘Podrían haberse asignado más recursos’. ¿Pero entonces a quién se los quito? ¿Se los saco a Salud, a Educación, a los bonos para las personas más pobres, a Vivienda? Alguien habría terminado perjudicado. Por eso no hay que simplificar estas decisiones. El análisis de todas las opciones sí existió.
Siempre se atribuye a la derecha que somos insensibles. No. Eso no fue así. Y habría que preguntarle ahora al Presidente Boric: ¿por qué aplican las subidas de tarifa? Porque no tienen otra alternativa. Porque no aplicarla significa sacarle plata a otro sector y perjudicar a otros.
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Yo, en general, digo que uno no le puede tener miedo a las personas. Pero (durante el estallido) había un ambiente de violencia y agresividad muy grande. A mí me iban a funar a mi casa. Varias veces. Fue una violencia horrenda. Con megáfono me gritaban groserías desde la calle. Pateaban la reja, me robaban el timbre, pintaban las casas de mis vecinos. Fue una violencia no conocida en Chile. Ahí se borraba toda mi condición de mujer, de adulto mayor. Nada de eso importaba.
Yo ando mucho en la calle sola. Nunca tuve protección en el ministerio. Pero sí hubo un momento en que yo no podía circular libremente. Entonces, más bien por prudencia, preferí no caminar por la calle porque me exponía a que un grupo me rodeara.
Yo creo que se perdió la humanidad, se perdió la noción de que el que está al otro lado es ser humano. Eso produjo un daño bien grande y recién ahora, y la encuesta CEP lo muestra, las personas se están dando cuenta de que incluso haber apoyado eso fue un error. Porque no lograron nada. Pero además porque estaban apoyando una cosa que salía de todas las reglas mínimas de convivencia”.