Opinión
Columna de J.J. Jinks: "El Presidente no puede ceder frente a la presión opositora y está obligado a mantener a Jackson contra viento y marea"
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Hace poco vi un video en YouTube de hace como 10 años, donde Fabrizio Copano entrevista en el programa El Late a un par de jóvenes de abundante cabellera: Giorgio Jackson y Gabriel Boric. El orden no es casual, pues es muy claro en la larga entrevista que en aquellos tiempos el líder nato era Giorgio y Gabriel era un sofisticado Sancho Panza, un protagonista importante, pero comparsa al fin. La historia sabemos cómo termina.
Jackson junto con perder el pelo fue perdiendo el encanto para el público en general, pero en reemplazo terminó posicionándose como el gran estratega detrás del éxito electoral de su compañero de andanzas.
Se le asignaban todo tipo de cualidades, si lo que uno veía a primera vista era algún tipo de desacierto de inmediato surgían las voces para aclarar que no estábamos entendiendo el ajedrez de Giorgio que sacrificaba un par de peones para mejorar la posición en el tablero de la política. A uno que es neófito en la materia no le quedaba otra que asentir y maravillarse por la táctica avanzada de su cabeza privilegiada.
Algo se resquebrajó el día que el Presidente Boric tuvo que sacarlo de su rol de ministro de Segpres, pues no lo podían ver ni tirios ni troyanos. Si la estrategia era caerle mal a cada uno de los senadores y con ello tener detenido el impulso legislativo gubernamental, el objetivo estaba plenamente logrado.
El fino estratega había quedado en entredicho y varios se empezaron a cuestionar si los gambitos del pasado no eran más que toscas metidas de pata en vez de genialidades ininteligibles para mentes rudimentarias como las nuestras. El Presidente, que es un amigo leal, lo ubicó en el Ministerio de Desarrollo Social, un ministerio donde se podía lucir y de bajo riesgo. “Hold my beer!”, dijo Giorgio.
La semana pasada salió la Casen con una sustantiva baja de la pobreza, un momento de miel y gloria para el Ministerio de Desarrollo Social. Sabemos las razones técnicas coyunturales de la caída del guarismo, pero cuándo eso ha sido óbice para que un político se floree en radio y televisión asociado a ese gran logro.
El ministro Jackson, en cambio, no pudo sacarle ningún partido, pues sabía que ante cualquier entrevista la cosa giraría prontamente hacia los convenios, fundaciones y robo de computadores. El estratega optó por callar. Claramente un ministro en estas condiciones deja de ser útil para un gobierno llegando al absurdo de que la Cámara de Diputados saliéndose de nuestra tradición presidencialista haya sacado un voto de acuerdo para que el Presidente le pida la renuncia. Ridículo y nocivo, pero decidor.
La UDI, en un acto considerado un dislate por varios analistas, condicionó su participación en los acuerdos que requiere el gobierno para sacar adelante el proyecto de pensiones a la salida de Jackson. Un chantaje, dijo el gobierno, y la verdad huele a chantaje. Lo que nadie imaginó es que la burrada se transformaría en una genialidad política.
El Presidente no puede ceder frente a la presión opositora y está obligado a mantener a Jackson contra viento y marea. Su presencia le hace daño al gobierno día tras día, pero no pueden sacarlo. La oposición se ha dado cuenta de esto y sigue estrujando el limón ayudado por parlamentarios oficialistas decididos a cobrar cada una de las cuentas del pasado con intereses. Giorgio, el estratega, está atrapado en un laberinto como si lo hubiese diseñado él mismo y hubiese olvidado cómo se llega a la salida.