Opinión
Eva Hopenhayn: "La indignación es cada vez más pasajera, y se esfuma con la aparición de una nueva polémica"
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Adivine quién
De un tiempo a esta parte, la política chilena ha estado marcada por la intensificación de un estilo de juego basado en el aprovechamiento, el apuntar con el dedo, las acusaciones cruzadas y la búsqueda de validación propia a través de la desacreditación ajena.
La indignación es cada vez más pasajera, y se esfuma con la aparición de una nueva polémica. El juego político, que solía parecerse a un tablero de ajedrez, guiado por movimientos de sospechosa cautela, hoy se nos presenta como un adivina quién, para ir descartando jugadores.
Tetris
Detrás de este juego hay otras personas dedicadas al tetris. Con un margen escaso de movimiento, buscan levantar acuerdos y políticas públicas que pasan desapercibidos frente al morbo del adivina quién.
Hace algunos días, se comunicó que el BID aprobó un préstamo de US$ 100 millones para la transformación digital del Estado, indispensable para avanzar hacia la eficiencia, la participación y la transparencia.
También esta semana se aprobó en la cámara, el proyecto impulsado por los ministerios de las Culturas y de Hacienda, que busca la exención de IVA en la prestación de servicios culturales, beneficioso para los y las trabajadoras del sector como para la ciudadanía a la hora de acceder a la oferta cultural.
Estos avances son esenciales para nuestro país y, tanto para estos temas, como para cada temática a disputar en el terreno de lo público, existe evidencia, investigación, experiencia.
Necesitamos políticas públicas basadas en conocimiento y que los juegos de mesa queden en el campo de lo lúdico para reparar la relación de la ciudadanía con el Estado. Relación conocidamente rota, pues cuesta vislumbrar salidas ante las inquietudes que planteó Bauman, en Ceguera moral, sobre el deterioro de la capacidad de representación en la política.
Monopoly
Una leve sensación de justicia hay cuando existen consecuencias para quienes juegan al Monopoly, como la formalización del exalcalde de Vitacura, Raúl Torrealba. Sensación aún más efímera que las indignaciones, pues llega una nueva decepción: los convenios suscritos por el Serviu de Antofagasta y la Fundación Democracia Viva.
Jugadas del Monopoly son de las que más han distanciado -y distancian- a la ciudadanía, y aunque el Estado esté cumpliendo su rol de investigar de manera urgente la situación, sucede algo gravísimo: el desprestigio de las ONGs que hacen bien su trabajo y cumplen un papel fundamental en la democracia. Es más, pareciera que con esto llega a ponerse en entredicho la naturaleza misma de las colaboraciones público-privadas, valoradas transversalmente de izquierda a derecha y necesarias para el desarrollo del país.
No se trata, finalmente, de volver a los tiempos del ajedrez, sino de salir de los tableros del juego. El rayado de cancha tiene que ser parte de la política pública, la evidencia y las voces de la gente. De lo contrario, se termina perjudicando a los mismos de siempre: adivine quién.