Opinión
J.J. Jinks: "Contamos con un ministro de Educación cuyas prioridades son cualquier cosa menos lo que ocurre dentro del aula"
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El desastre es total. Los niños en cuarto básico no saben leer, la deserción escolar campea, los resultados en pruebas estandarizadas muestran fuerte tendencia a la baja, los colegios otrora emblemáticos son hoy vandalizados semanalmente y vemos a sus alumnos cometiendo actos delincuenciales con una periodicidad descorazonante y suma y sigue, la lista podría ocupar esta columna completa.
La crisis educacional en Chile es mayúscula y contamos con un Ministro de Educación cuyas prioridades son cualquier cosa menos lo que ocurre dentro del aula. Ya en el cambio de gabinete anterior estuvo a punto de salir, su silla fue retirada a último momento, y ahora gracias a la desprolijidad de la oposición se volvió un intocable. Una gestión deplorable del Ministro Ávila y una gestión deplorable de las huestes opositoras.
Faltan dedos en las manos para enumerar las razones por las cuales Ávila debe dejar de ser ministro, pero ninguna de ellas es una infracción a la Constitución. En poco más de un año ha habido cuatro acusaciones constitucionales fracasadas, ninguna de ellas tenía sustento jurídico como no la ha tenido ninguna desde que se inauguró la moda con la destitución de Yasna Provoste.
Los políticos de lado y lado han tensionado la institucionalidad buscando subterfugios que con una pátina de legalidad esconden el real propósito de dañar al gobierno de turno. Los maestros en este arte fueron los actuales gobernantes quienes prácticamente impidieron el normal gobierno de Piñera con una obstaculización permanente tapizándolo con acusaciones constitucionales, ahora con una desfachatez envidiable aparecen frente a las cámaras haciendo pucheros frente a la misma receta.
La acusación contra Ávila es una señal más de la falta de articulación de la oposición. Por una parte, pues estaban todos los elementos para hacer ver el pésimo desempeño del ministro a la ciudadanía y poner la presión debida al gobierno para que enmendara el rumbo. Nada de eso se hizo, se prefirió siempre la escandalera en temas relacionados a educación sexual en vez de poner el acento donde el real drama está ocurriendo: los niños no están aprendiendo.
Mientras otros países se preocupan de los efectos que tendrá la inteligencia artificial y cómo debe prepararse a las nuevas generaciones frente a este desarrollo tecnológico, nuestros niños no son capaces de resolver operaciones muy sencillas. El futuro de estas generaciones se ve lúgubre y a nadie parece importarle mucho.
Más allá de sus fundamentos, la orquestación misma de la acusación fue una calamidad. La guinda de la torta fue lo ocurrido en la última semana con sendas intervenciones de las señoras Aranda y Cordero quienes con grosería, ignorancia y falta de humanidad criticaron al cuestionado ministro debido a su homosexualidad.
Si algo le faltaba a esta acusación mal fundada por la oposición era que por ella se colara la homofobia. Esto terminó por romper la unidad de la coalición y no estuvieron los votos para aprobar la acusación. En un momento en que el gobierno se encuentra en el suelo dada la crisis de corrupción, la derecha encuentra motivos para generar una lucha intestina sin ton ni son.
Esto pasa en gran medida pues no se ponen los acentos donde debieran. Aquí lo que importa no es el señor Ávila, tampoco infligir una derrota política a un gobierno que hace equilibrios para no desfondarse, aquí lo que importa son los niños, especialmente los más vulnerables, mientras la prioridad de gobernantes y oposición no se ponga en ellos solamente estaremos asistiendo a un espectáculo de mala calidad y sin ninguna importancia para el país.