Opinión
J.J. Jinks: "Cuesta entender que se esté hablando de alzas de impuestos cuando el país está en plena situación recesiva"
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Mientras veía la Cuenta Pública del Presidente Boric se me vino a la cabeza un cuento de origen oriental que leí en la infancia.
Una pareja muy pobre de agricultores recibe ya entrada la noche la inesperada visita de un forastero que busca donde pernoctar. Los campesinos no sólo hacen un espacio en su pequeña choza para permitirle pasar la noche al desconocido, sino que además comparten un exiguo plato de arroz entre los tres.
El visitante los deja muy temprano en la mañana, y desde ese día en adelante la olla donde se preparó la comida de la noche anterior estará siempre llena de arroz para la pareja independiente de cuanto consuman.
Si hay algo por lo cual el Presidente se jugó en la cuenta del 1 de junio fue por la olla de arroz (aka: la reforma tributaria) como elemento que permitiría acabar con múltiples carencias de la sociedad chilena. Es tal la capacidad generadora de recursos que no sólo permite abordar elementos como las pensiones solidarias, sino que también proyectos claramente regresivos e innecesarios como la condonación del CAE.
Incluso se puede prometer el hacerse cargo de pasivos más cercanos al imaginario colectivo que a necesidades propiamente tal como la “deuda histórica con los profesores” donde probablemente nadie sepa quiénes son los acreedores ni el monto involucrado. No hay que preocuparse, la olla de arroz alcanza para todos y todas.
Antes fue la nueva Constitución, ahora es la reforma tributaria, siempre hay una brecha para alcanzar el paraíso terrenal. El problema es el contexto en que se da esta discusión.
Antes fue la nueva Constitución, ahora es la reforma tributaria, siempre hay una brecha para alcanzar el paraíso terrenal.
Aun cuando el Presidente y su círculo repitan estos conceptos hasta el hartazgo, eso no puede borrar el hecho de que Chile se encuentra en una situación especialmente delicada y donde cuesta entender que se esté hablando de alzas de impuestos cuando el país está en plena situación recesiva.
En las casi cuatro horas de cuenta pública, prácticamente no hubo ninguna señal de preocupación por el estado de la economía. Al revés, el Presidente se felicitaba de haber evitado la tan augurada crisis. Un desempleo al alza acercándose a los dos dígitos, un Imacec negativo y una inflación persistente no parecen ser motivo de preocupación para nuestras autoridades.
La oposición tampoco parece darle al tema la importancia que tiene. Se encontró con un rechazo fortuito al primer proyecto de reforma tributaria y luego de ello ha permanecido en un curioso silencio al respecto.
El Gobierno condiciona su actuar a obtener más recursos para el Estado y frente a ello no parece haber una posición clara y decidida. No se trata sólo de si los recursos se gastan razonablemente bien -cosa que evidentemente no se hace- sino que hay un momento en que hay que detener la escalada permanente de impuestos y si ese momento no es cuando el país se encuentra con todos sus indicadores en rojo, ¿entonces cuándo?
Razones para que el Estado gaste siempre habrá, programas estatales buenos, más o menos y pésimos, pero hoy el país requiere volver a recuperar su senda de crecimiento, la cual fue interrumpida hace una década por la reforma tributaria de Michelle Bachelet. Persistir en la idea de que las soluciones a los problemas de los chilenos pasan hoy nuevamente por meterle la mano al bolsillo a un grupo reducido de contribuyentes, no es más que un cuento chino.