Opinión
J.J.Jinks: "Es especialmente riesgosa la lejanía que muestra la población con el proceso constituyente"
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Una de las grandes habilidades en el mundo de los negocios es saber reconocer el momento adecuado para cerrar una transacción. Ese instinto no se compra en la farmacia ni se adquiere en la más reputada facultad de economía, simplemente se tiene y distingue muchas veces a los exitosos de los no tanto. Esa pericia es especialmente valiosa en momentos que todo parece ir con viento favorable y sin mayores nubarrones en el horizonte, ser capaz de hacer cambios profundos en el éxito es particularmente difícil y somos testigo como la falta de ello la han sufrido alguna de las históricas blue chip chilensis.
Una destreza similar se requiere en política y permite discernir al estadista del político cuyos ojos no ven más allá del gráfico de la última encuesta. Pese a que los ánimos de la población cambian a una velocidad asombrosa, a la mayoría de nuestros representantes les es muy difícil sostener una idea visión de mediano plazo (no pedimos más) y sustraerse de la ahogante inmediatez de la contingencia. Esta semana veíamos a oficialistas y opositores mostrando sus mejores fotos y sonrisas en el aniversario de Carabineros cuando hace pocos meses atrás huían de ellos como la peste negra. La magia que permite esto no es otra que la gran valoración que hace la población de la institución en medio de la explosión de la criminalidad y la delincuencia. En el fondo nada ha cambiado en Carabineros salvo el viento.
Por eso es especialmente riesgosa la lejanía que muestra la población con el proceso constituyente. Volvió a estar al final de la cola de las preocupaciones de la ciudadanía, argumento que muchos hoy en la derecha utilizan para denostar el proceso y en una muestra que el lavinismo envejeció mejor que su inspirador hablan de focalizarse en algo que resuena a los “problemas reales de la gente”. Esto se entremezcla con un grupo creciente que, obviamente envalentonado por las encuestas, declara no tener ningún ánimo de cambiar la actual constitución.
Hoy existe la inesperada posibilidad de cerrar el tema constitucional con un texto que le dé estabilidad al país y permita su desarrollo por las próximas décadas. Nada hacía presagiar que tuviésemos esta oportunidad hace pocos meses atrás, pero la asombrosa ocasión viene con el desafío de que hay que echar adentro del arco la pelota que está dando botecitos en el área chica y ese don no lo tiene cualquier jugador. Rápidamente parecemos haber olvidado la pesadilla que vivimos con la anterior convención que con un poco de más habilidad política y comunicacional perfectamente pudo haber sacado adelante su proyecto y con ello haber cerrado para siempre las puertas de la prosperidad a los chilenos. Nada nos permite descartar que si el texto constitucional actual no es reemplazado en poco tiempo más la población vuelva a ilusionarse con la posibilidad de modificar sus vidas a través cambiar la Constitución y ello con una correlación de fuerzas que no podemos predecir.
Además de no desperdiciar la magnífica ocasión de abrochar adecuadamente un tema esencial para el desarrollo del país, la actual carta magna cuenta con problemas serios en el sistema electoral y político que parecen muy difíciles de resolver sin un cambio estructural. Nada de eso parece importar a quienes solo se mueven por las pulsiones siempre cambiantes de una ciudadanía voluble y veleidosa. El momento es ahora y sería imperdonable dejar pasar la oportunidad que se nos presenta.