Opinión
J.J.Jinks: "Fuegos artificiales"
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El avance incesante y sostenido de la narco cultura trajo consigo esta semana dos hechos que ya no nos permiten abstraernos ni siquiera a los que gozamos de la ventaja de no mirar de frente tanta podredumbre. Por una parte, la claudicación del Estado en su función más básica llevó a múltiples colegios de Valparaíso a suspender las clases frente a un narco funeral. Si el hecho ya en sí era vergonzante, el ministro de Educación puso la guinda al bochorno total al justificar el hecho sin siquiera cuestionar lo insólito de la causa que lo originaba. Siempre parece haber una buena razón para que los niños no estén aprendiendo en la sala de clases, los resultados de esta política sistemática están a la vista.
Por su parte, el alcalde Carter con su ocurrencia ingeniosa de echar abajo las edificaciones sin permiso asociadas al narcotráfico logró el sueño del pibe para un político que busca posicionarse para competir por el premio mayor. En una seguidilla de conferencias de prensa más un profuso recorrido por medios de comunicación terminó antagonizando con la ministra del Interior, el Fiscal Nacional y el propio Presidente de la República llevando todas las de ganar frente a una opinión pública agotada por la inacción. Si Carter termina logrando su objetivo, esta semana habrá sido aquella donde se asentaron las bases para transformarse en un candidato con reales posibilidades de disputar la presidencia.
La lucha contra las mafias requiere capacidad de inteligencia que permita infiltrar y desarticular el entretejido económico que les ha permitido florecer en nuestro país. Nada de eso parece estar ocurriendo en el devenir de la república, por el contrario, día a día somos testigos de cómo los jóvenes de sectores vulnerables parecen estar cada vez más influenciados por el dinero que fluye a raudales del mundo de los estupefacientes.
Botar un puñado de casas no parece ser un cambio significativo en el entramado ligado a la droga, pero en política los símbolos terminan siendo casi todo. El ver a una autoridad exponerse, qué duda hay que Carter lo está haciendo, para enfrentar a la criminalidad ha insuflado una bocanada de ilusión a una ciudadanía agobiada por la parálisis y por la sensación de que las autoridades no enfrentan los problemas que los chilenos sufren en el día a día.
Seguramente el alcalde seguirá apretando la tecla que tan buena prensa le ha dado, pero si la discusión se centra en si es una política a seguir a nivel nacional o no, poco habremos avanzado en un tema de fondo que es particularmente difícil de abordar.
Una cosa es rescatar el simbolismo y otra pensar que es una política pública adecuada para enfrentar un fenómeno lleno de complejidades. La lucha contra el narcotráfico no debiese ser algo que tuviese color político, los dos eventos noticiosos de esta semana debiesen servir para articular una respuesta del Estado a un fenómeno que ha ido copando con sus tentáculos distintos sectores de la sociedad.
Quedarnos pegados con el narco funeral o los bulldozers de Carter terminarán siendo sólo fuegos artificiales, y ya sabemos quiénes son los que mejor hacen uso de ellos.