Opinión
J.J.Jinks: "La sociedad demanda una represión proporcional y castigo a los vándalos que asolan la cohabitación"
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El joven que luego de algunos intentos cumplió su irracional objetivo de destrozar el grifo en un apacible y acomodado barrio de Las Condes logró lo que ha sido muy difícil de alcanzar en los últimos años, un desprecio transversal a la violencia y la destrucción.
Una aproximación frente a este hecho es repudiarlo, pero ponerlo en el contexto de la ruina diaria de nuestra convivencia donde estudiantes apedrean y lanzan bombas mólotov a cuarteles militares y, cuando se aburren de ello, queman un microbús para ponerle algo de adrenalina a su monótona mañana escolar.
Es cierto que mirado así la estupidez del joven del grifo parece una niñería, sin embargo, las clases pudientes, especialmente los jóvenes pertenecientes a ellas que han crecido en un estándar de vida que ya se lo quisiera cualquier sociedad desarrollada, tienen un listón más alto de cara a la sociedad y está bien que así sea. Es por esto que la repulsa generalizada a su estulticia es un hilo que no hay que soltar con tanta facilidad.
No ha sido fácil conseguir consenso en rechazar la violencia desatada en el país a partir de octubre del 2019, tuvieron que ganar el gobierno las fuerzas que alentaron y dieron sostén político al intento de revolución para que hoy al menos frente a los atropellos y profanación tengamos un discurso relativamente homogéneo de censura frente a estos hechos.
Por el momento queda solo en palabras, pero más temprano que tarde nuestras autoridades caerán en cuenta que la sociedad demanda una represión proporcional y castigo a los vándalos que asolan la cohabitación. Hoy hay un camino estrecho, pero camino al fin, para que el Estado vuelva al menos a intentar cumplir la misión básica de asegurarle a los chilenos una vida razonablemente pacífica.
Así como hoy el país, dado el consenso político, tiene una oportunidad de buscar detener la violencia también en el ámbito constitucional, parecen estar las cosas encaminándose a una solución que dejará a todos los sectores parcialmente disconformes, lo que sería una buena noticia para Chile.
Ha sido una vuelta cansadora y larga, no exenta de riesgos extremadamente altos, pero mirando la situación con el beneficio de la perspectiva, la solución final tiene pinta que será mejor que si la derecha hubiese obtenido un ajustado tercio en la convención constitucional.
Probablemente en ese caso habríamos terminado con una mala Constitución y con la derecha peleada y dividida. Para qué decir si la elección presidencial la hubiese ganado Kast en vez de Gabriel Boric, no sería raro que a esta altura del partido tuviésemos una Constitución aprobada y quizás de un tenor aún más radical que la que se rechazó hace un mes.
La historia de los países se escribe a través de renglones torcidos, y en Chile se han ido sucediendo una serie de hechos inesperados que empiezan poco a poco a ordenar un tablero de una forma muy distinta a la que se previó. El principal desafío que tiene hoy el país por delante es contener la violencia, el joven del grifo sin querer queriendo puede haber aportado un inesperado grano de arena al consenso general. Un renglón torcido más, de algo que sirva tamaña brutalidad.