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Opinión

J.J. Jinks: Mejores sueldos

J.J. Jinks: Mejores sueldos

Si bien es fácil quedarse en la crítica a la ministra por la falta de profundidad conceptual, es una buena ocasión para poner sobre la mesa cifras que son dolorosas y que surgen ineludiblemente de la discusión en boga.

Por: J.J. Jinks | Publicado: Sábado 16 de marzo de 2024 a las 21:00
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Un asesor comunicacional, seis palitos y medio. Una asesora de género, cuatro palitos trescientos. La sobrina del senador que acaba de terminar el instituto, vamos al rescate de esa relación con un palito ochocientos.

Así son los sueldos y honorarios que conocemos a diario en el Estado, por lo que no es raro que esta realidad casi mágica donde para cada alma necesitada (ligada al Gobierno, obviamente) siempre hay un puesto y un jugoso estipendio, condicione la perspectiva de la ministra del Trabajo Jeannette Jara.

Si esto funciona así de bien en el Estado, por qué no en el sector privado, pensará la Ministra. “Paguen mejores sueldos” le espetó con una amplia sonrisa en la cara a un perplejo Bernardo Larraín Matte, quien buscaba abordar las dificultades del actual mercado laboral. La cuña al parecer gustó en el oficialismo, pues se ha persistido en ella en los días posteriores al debate.

El voluntarismo y el simplismo de Jara fue un flashback a los días que en que los actuales gobernantes estaban en la oposición y ante cada dificultad se elaboraba un reclamo indignado donde parecía cosa de soplar y hacer botellas. La realidad en el gobierno ha sido un duro, por no decir durísimo, golpe y ya las frases breves e incendiarias no suelen funcionar frente a la ciudadanía, siendo ésta probablemente una excepción. Conceptos como crecimiento y productividad son abstrusos para la población en general cuando se comparan con la realidad diaria de las personas donde efectivamente su sueldo no les alcanza. En ese ambiente la cuña funciona bien.

Cierto es que los poquitos logros que enarbola la actual administración, la reducción de la jornada a 40 horas y el aumento del salario mínimo, han remado en contra en un contexto de nulo crecimiento y probablemente son factores relevantes a la hora de analizar el deterioro del empleo formal. Lamentablemente, este tipo de explicaciones económicas son especialmente complicadas de comunicar y por tanto los discutibles logros, muy probablemente, quedarán como tales independiente de la pataleta que hagamos al respecto.

Si bien es fácil quedarse en la crítica a la ministra por la falta de profundidad conceptual, es una buena ocasión para poner sobre la mesa cifras que son dolorosas y que surgen ineludiblemente de la discusión en boga.

El salario promedio en Chile está en torno a los $ 750.000 y la mediana en la vecindad de los $ 500.000. Especialmente este último es un dato que no se puede obviar, pues da cuenta de una realidad muy dura para una gran mayoría del país y muestra lo extraviados que están muchos que se consideran de clase media ganando cifras muy por sobre esos valores.

Frente a esta situación, es especialmente relevante no sólo que las políticas públicas solventes desde un punto de vista técnico se enfoquen en la realidad que vive la gran mayoría de la población, sino también que estos temas sean abordados con especial sensibilidad y sintonía por el empresariado.

Es muy fácil aparecer desenchufado frente a la crudeza de las cifras y claramente es insuficiente apelar sólo a la productividad para participar en este debate si es que uno quiere influir efectivamente.

Se pueden hacer ironías y sarcasmos múltiples en largas sobremesas sobre el “paguen mejores sueldos”, pero si no se aborda adecuadamente quedará dando vuelta. Mejor hacerlo pronto, seriamente y sobre todo con empatía.

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