Opinión
J.J. Jinks y el 17-D: "Hemos ido incorporando conocimiento que nos permitirá una mirada menos adolescente en los desafíos mayores"
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Ha pasado recién una semana y prácticamente nadie habla del contundente rechazo a la propuesta constitucional. No hay mayores repercusiones a nivel de política contingente y para qué decir en el caso de la ciudadanía, preocupada sabiamente de los regalos a sus seres queridos de esta noche y de preparar una comida especial para demostrar cariño. Un columnista sagaz tomaría estos elementos en consideración a la hora de elegir el tema en cuestión, pero nunca he podido acostumbrarme bien al ciclo tan corto de las noticias, por lo que he decidido pecar.
Los pocos comentarios que han existido han girado en torno al fracaso, cuatro años de múltiples experimentaciones con un costo de convivencia y económico significativo para terminar prácticamente donde mismo. ¿Es tan así? ¿Estamos donde mismo salvo un cuórum rebajado? Creo que no. En este largo transitar hemos ido incorporando conocimiento que nos permitirá una mirada menos adolescente en los desafíos mayores que tenemos por delante como país.
Uno de los más importantes es el descrédito del asambleísmo y de la democracia directa vía plebiscito para resolver temas complejos. En los últimos días de campaña se enfrentaban el “que se jodan” frente a hechos de violencia y corrupción múltiples y el mote de narcoconstitución por algún stretch absurdo que inventó alguien.
Un nivel pobrísimo y decadente, pero prácticamente inevitable cuando se transforma un texto legal que nadie quiere ni puede leer en candidato. No queda más en el mundo actual que tomar atajos y éstos son memes, videos de TikTok y fake news eficiente y adecuadamente viralizadas. El horror.
Tampoco es que sea algo nuevo, de esta misma forma se aprobó el Brexit ante la ingenuidad imperdonable de Cameron, lo que le costó merecidamente su fulgurante carrera política hasta ese momento. Podemos recordar que hasta hace poco las fuerzas gobernantes proponían plebiscito para aprobar el TPP11; lo que habría sido esa campaña, milagro que zafamos. La democracia tiene grandes virtudes, pero parafraseando al filósofo Alberto Plaza, si uno le pide más de lo que puede dar termina dañándola seriamente al sumirla en el descrédito.
El fracaso también nos deja una revalorización de los tecnócratas, el trabajo de los expertos (vaya carga vivir con ese nombre) fue uno de los pocos momentos luminosos del proceso. Todo el espectro político fue capaz a través de ellos de ponerse de acuerdo en un texto que quizás siga prestando servicios en el futuro para reformar nuestro aproblemado sistema político. En un momento donde tecnócrata se había vuelto un insulto, el hecho de que gente preparada haya demostrado que tienen ciertas ventajas sobre los no preparados (las cosas que hay que demostrar) es un servicio importante para el país. Después de todo, el largo ciclo de éxito en Chile se construyó sobre esos hombros de lado y lado.
El cliché de que se aprende más de los fracasos que de los éxitos, encierra como todo estereotipo una buena cuota de verdad. Hay dos o tres lecciones que hemos aprendido sobre qué hacer y sobre todo sobre qué no hacer. A veces para avanzar hay que retroceder antes, otro cliché. Confío en que eso fue lo que, sin querer queriendo, hicimos. Feliz Navidad.