Opinión
J.J. Jinks y resultado de elecciones en Argentina: "La gente termina votando por razones fundamentalmente emocionales"
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Parece difícil sacar algunas lecciones útiles de una elección donde el candidato que quedó en la pole position es el ministro de Economía bajo cuya gestión el país ha alcanzado una inflación de tres dígitos y un 50% de la población bajo el índice de la pobreza. ¿Es de locos? Sí, es de locos.
Sin embargo, esa es la cuestión a la que se enfrentan nuestros vecinos en pocas semanas más. Hoy el peronismo bajo cuyos mandatos se ha hundido a Argentina tiene, otra vez, una alta probabilidad de seguir con el timón en la mano.
Atrás quedó la derecha tradicional, pulverizada en la primera vuelta y hoy se arrima en un acto desesperado a Milei que borra tuits donde denostaba a quienes hoy necesita para tener alguna posibilidad en el balotaje, galicismo que usan al otro lado de la cordillera para recordar los años en que se codeaban de tú a tú (de vos a vos) con Europa. De eso no queda nada.
Hoy en las sobremesas domingueras locales, se elabora por parte de la derecha la posibilidad de una segunda vuelta entre JAK y La Evelyn. Con cara de estar diciendo algo muy novedoso e inteligente uno escucha, o está condenado a escuchar, que la Evelyn gana si pasa a segunda vuelta, pues recibiría el apoyo de la izquierda que se taparía la nariz para votar por ella con tal de impedir un gobierno del candidato Republicano.
No es que sea una lesera esa tesis, de hecho, si llegase a ocurrir es probable que se dé de esa forma, el problema es la ensoñación. Discusiones parecidas se dieron en el Jockey Club de Buenos Aires durante este año, en la primaria entre Bullrich y Rodríguez Larreta se elegía al próximo Presidente de Argentina. El problema fue que los candidatos y sus entourage (para seguir con el afrancesamiento) se lo creyeron también y salieron a matarse. Cosa que lograron, pero se murieron los dos. Lección número uno.
Después del resonante y sorpresivo resultado de las PASO (primaria) donde alcanzó una cómoda primera mayoría individual, Milei pensó que ya era Presidente. Si antes sentía que tenía carta blanca para decir lo que se le ocurriera, esto se vio acentuado y con esteroides en la campaña de primera vuelta. No dejó títere con cabeza, habló de todo sin ninguna estrategia de largo plazo. Extasiado con fervor de las masas sucumbió al narcisismo y gozaba escuchándose en sus peroratas y diatribas.
Los partidarios de Milei, antes parte de la espiral del silencio, ahora validados por el resultado coparon los medios y redes sociales para sumarse a la incontinencia de su candidato. Se les vio y escuchó por todos lados, pero no sumaron ningún voto. Alentaron la idea de un posible triunfo en primera vuelta y lo único que lograron fue una sensación de derrota muy difícil de dejar atrás. Las elecciones no se ganan hasta que se ganan. Lección número dos.
Estando Argentina en medio de un desastre financiero, increíblemente el tema económico no fue el tema principal. Massa terminó imponiendo su framing (nos pasamos a los anglicismos) entre un país lleno de problemas, pero conocido y con historia; versus la amenaza de un Milei que venía a hacer tabula rasa (me faltaba un latinazgo).
Incluso en medio del caos la idea de dinamitar todo no es atractiva para mucha gente, después de todo -con la filosofía del taxista- al otro día hay que levantarse para ir a trabajar. La gente termina votando por razones fundamentalmente emocionales, si uno no se preocupa de nutrir ese proceso, puede terminar perdiendo incluso con poker de reyes en la mano. Lección número tres.