Opinión
La columna de J.J.Jinks: Compro casas, tratar aquí
-
Cuéntale a tus contactos
-
Recomiéndalo en tu red profesional
-
Cuéntale a todos
-
Cuéntale a tus amigos
-
envíalo por email
El año que nos acaba de dejar fue el centenario de José Donoso, y vaya forma de celebrarlo. El brillante trabajo realizado por la editora Cecilia García-Huidobro con los diarios íntimos de Donoso nos ha permitido no sólo escudriñar en el pelambre a todo lo que se moviera incluido sus compañeros de ruta del boom (García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar y Carlos Fuentes) sino también adentrarnos en el tortuoso y delicado proceso creativo de sus novelas.
Chisme y alta cultura, qué sabrosura. Si hay una huella indeleble en la literatura donosiana es el rol de las casas como símbolo de la decadencia de clanes familiares de la sociedad chilena, pero con una evidente y lograda aspiración universal. Casa de campo, El lugar sin límites y El obsceno pájaro de la noche están en el podio novelístico de Donoso y son los tres escritos donde la vivienda juega con más claridad un rol central dentro de sus obras. La casa como perdición y como amuleto.
Pepe tiene que haber sonreído socarronamente cuando se enteró de que el Gobierno anunció que había comprado las casas de Aylwin y Allende a sus parientes para transformarlas en museos que alberguen sus recuerdos y legados. La decisión no deja de ser curiosa. Si bien se han pagado precios que a primera vista parecen ser de mercado, no es tan fácil de explicar a la ciudadanía que se destinen más dos millones de dólares a adquirir inmuebles sin que haya una buena razón para ello.
Los símbolos son relevantes, especialmente en momentos que se les comunica a los chilenos que las cuentas fiscales están apretadas -y vaya que lo están- como principal razón para que el Estado no pueda abordar diversas materias de su competencia. Esta compra parece el gusto de un Estado rico cuando todo el día se nos dice que las arcas fiscales no pueden más. Les pareció poco el llenarse de funcionarios públicos, por lo que ahora pasamos a adquirir viviendas mientras se piden alzas de impuestos; algo no cierra bien en ese razonamiento.
La pobreza franciscana de nuestros principales museos, muchas veces vergonzante, también da para pensar si vale la pena seguir ampliando las obligaciones estatales en la materia en vez de reforzar la techumbre con goteras, el piso en mal estado y el frío cala huesos en invierno de muchos de ellos.
No se conoce un plan detrás de estas adquisiciones, ¿es que acaso se comprará en adelante las casas de todos los presidentes de Chile? o será que esto obedece a un impulso momentáneo y no mucho más como muchas cosas que movilizan al actual Gobierno. No lo sabemos hoy y probablemente tampoco lo sabremos mañana.
Y como si faltaran razones para quejarse, tuvieron el poco cuidado de que la casa de Guardia Vieja de Salvador Allende fuese hoy en parte propiedad de la actual ministra de Defensa Maya Fernández. Hay que ser y parecer. El Estado comprándole la casa a una de las ministras en cifras que, por muy de mercado que sean, son millonarias, no es algo que tenga gran presentación.
La escritura de nuestro Premio Nacional relevaba lo grotesco y los pliegues donde la oscuridad del alma se trasluce; la decisión de La Moneda no da para calificarla de monstruosa como se caracteriza a la literatura donosiana, pero no hay duda de que a más de alguien se le oscureció el buen juicio.