Opinión
La columna de J.J.Jinks: Pacto de caballeros (y damas)
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La historia se escribe así, si bien la acusación de colusión entre Indura y Linde afecta mayoritariamente a empresas mineras e industriales, será imborrable para la opinión pública informada y desinformada que mientras los chilenos se morían de Covid en medio de la pandemia hubo un acuerdo para no competir en el mercado de la provisión de oxígeno a hospitales públicos.
Todo lo demás queda en segundo plano ante tamaña muestra de falta de escrúpulos y codicia propia de sinvergüenzas de caricatura. Naturalmente, cualquier cartel es de la mayor gravedad para el buen funcionamiento del mercado, pero la vida está hecha de más cosas que los datos duros y éste es un buen caso donde es imposible sustraerse a la emocionalidad que brota frente a tal comportamiento.
Esta vez las compañías coludidas son empresas multinacionales, no hay signos hasta aquí de que el acuerdo anticompetitivo haya surgido del seno del directorio o desde el exterior, sino más bien un ardid ideado a nivel de management para mejorar resultados y probablemente, no creo que nadie nos acuse de mal pensado, los bonos de desempeño de los ejecutivos en cuestión.
Uno de los grandes temas no resueltos al interior de las empresas es cómo poner los alicientes adecuados a sus gerentes sin generar incentivos perversos. Las estructuras de incentivos suelen ser una frazada cortita, si uno quiere abrigar la parte de arriba suelen terminar los pies destapados.
De lo que no hay duda es que el capitalismo tiene que lidiar con sus demonios y éste es uno de los más dañinos. La colusión junto a otras conductas anticompetitivas corroe las bases mismas del sistema y lleva agua al molino de quienes desconfían de él, a pesar de que no se ha podido elaborar una alternativa para el desarrollo de los países.
La avidez por el dinero es una moneda de dos caras, por un lado, genera comportamientos virtuosos, “no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés” decía el viejo y querido Adam Smith; pero por otra tenemos tipos que no trepidan en perjudicar a los enfermos en una pandemia con tal de mejorar la línea de resultados de la empresa y con ello su peculio personal.
Como en muchas cosas en la vida, más que buscar la santidad o poner la fe en el estudio de la ética aristotélica en las escuelas de economía y negocios (que mal no hace, evidentemente), los países deben desarrollar una institucionalidad sólida que permita lidiar con los arreglines como el desarrollado entre los gerentes de Indura y Linde para no competir.
El equipo de la FNE que desbarató el cartel del gas industrial y medicinal
En este caso, el sistema chileno ha mostrado su robustez frente a una actitud deleznable. Una delación compensada bien diseñada permite destapar el contubernio, la posibilidad de interceptar comunicaciones dota de las pruebas a la fiscalía, multas importantes para compañías y ejecutivos más la posibilidad de pena aflictiva. Todo esto se da además sin politización alguna y a través de dos administraciones de la FNE nombradas por presidentes de distinto signo.
Ésta es de las mejores caras del Estado chileno, lo que nos recuerda que el verdadero pacto de caballeros (y damas) que se requiere es que nuestro sistema político sea capaz de replicar esto en otras instancias de nuestra institucionalidad, villanos y problemas severos que enfrentar transversalmente no nos faltan.