Opinión
Pierina Ferretti: "El desorden, el desacuerdo y las volteretas campean entre las filas" de la derecha
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El irresponsable juego de la derecha
Desde que se conocieron los resultados del plebiscito, Chile Vamos ha mantenido un desgastante tira y afloja con el gobierno que en nada contribuye a alcanzar un acuerdo sobre la continuidad del proceso constituyente.
En estas semanas, algunas dirigencias de la oposición han protagonizando numerosos e inconducentes episodios de confrontación con el Ejecutivo como la negativa inicial a acudir a la cita convocada por el presidente, veto a nombramientos, amenazas de obstruir las reformas en el Congreso y hasta la exigencia de que el gobierno se retire de las negociaciones.
Pareciera que una parte de Chile Vamos lee la victoria del Rechazo como un triunfo de su campo y que se propone entorpecer el despliegue de un programa transformador que resultó vencedor en las elecciones presidenciales pasadas. Sus irresponsables vaivenes solo ahondan la crisis política que, no hay que olvidarlo, está lejos de haberse superado.
A dos semanas del triunfo del Rechazo, y después de haberle prometido al país una “nueva y buena Constitución”, la derecha no sabe qué hacer. El desorden, el desacuerdo y las volteretas campean entre sus filas.
Mientras Evopoli se pronunció rápidamente a favor de una convención completamente electa, sus aliados de RN y la UDI no tienen todavía una posición clara al respecto.
En pocos días hemos visto a la diputada Ossandón llamar a su sector a mantener los compromisos adquiridos, a Carlos Larraín moviendo los hilos para evitar una nueva Convención, a senadores de la bancada RN inclinarse por un comité de expertos, al senador Macaya recibiendo presiones por su disposición negociadora.
Al Partido de la Gente y Republicanos proponiendo un nuevo plebiscito de entrada (alternativa que, dicho sea de paso, solo deslegitimaría el mecanismo plebiscitario), a “grupos ciudadanos” del rechazo liderados por Pancho Malo realizando manifestaciones en las afueras del ex Congreso en defensa de la Constitución de Pinochet y agrediendo a la senadora Fabiola Campillai, a José Antonio Kast elogiando el golpe de Estado y a parlamentarios amedrentados vía correo electrónico.
En estas circunstancias, los liderazgos de Chile Vamos tendrán que demostrar no solo que son capaces de cumplir la palabra empeñada, sino que están dispuestos a enfrentar decididamente a los sectores antidemocráticos aún marcados por el pinochetismo que habitan en sus tiendas y fuera de ellas.
Sin embargo, cuando hace pocos meses toda la derecha, incluso un partido que se dice liberal como Evópoli, se cuadró sin problemas detrás de la candidatura de Kast, las credenciales democráticas del sector -ya debilitadas por la conformación de listas de convencionales que incluyeron a Republicanos- quedaron en entredicho. Hoy Chile Vamos tiene una nueva oportunidad. Puede también, esperemos que no sea el caso, volver a defraudar al país.
La propuesta de que expertos acompañen el proceso constituyente es valorada de manera positiva por la ciudadanía y por el campo político, y, por lo mismo, no está en discusión.
El debate que enfrentamos es otro y el episodio del exPresidente Lagos recomendando repetir la estrategia de Alessandri Palma en 1925 lo grafica bien: tener bajo la manga una Constitución escrita por expertos antes de que el órgano constituyente siquiera se instale. En palabras simples, reducir la deliberación democrática a una pantomima y desplazarla con acuerdos elitarios.
Bajo otras modalidades, esa fue la forma de hacer política que imperó en la transición. El saber de “los expertos” se utilizó para clausurar toda posibilidad de debate democrático sobre decisiones políticas que, camufladas de “técnicas”, se pretendían inapelables. No hay saberes neutros, es obvio y se ha dicho hasta el cansancio, pero vale la pena insistir en ello.
La presencia de expertos, que asuman abiertamente sus adscripciones, será una contribución a la discusión constitucional. Sin embargo, cuando Ricardo Lagos y Sebastián Piñera suenan como los primeros nombres para integrar ese Comité, es preciso encender las alarmas. Más que un afán de robustecer la deliberación, parece un intento de estrechar sus marcos y de resucitar la vieja y opaca política de la transición que tanta responsabilidad tiene en la crisis que atravesamos hoy.
Pero no estamos en 1925, ni en 1990. La sociedad chilena ya no está para ser expulsada de la política.