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Personaje

El giro del ex ministro Andrés Couve

El giro del ex ministro Andrés Couve

Acaba de publicar su primer libro, La liebre y el compás, donde reúne sus reflexiones sobre el valor de la ciencia. Pero esa no es la única novedad de este biólogo que fue el primer ministro de Ciencias. Luego de ese cargo, regresó a la universidad con otro propósito: no se dedicaría a sus investigaciones sobre el cerebro, sino a transferir el conocimiento científico a las empresas y al sector público.

Por: Patricio De la Paz - Foto Verónica Ortíz | Publicado: Sábado 19 de octubre de 2024 a las 21:00
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Fue en invierno, hace un par de años. Andrés Couve (55) quería subir uno de los cerros en los alrededores de Santiago, pero la ladera estaba toda nevada, sin huellas de camino por el cual ascender. Abrió entonces el GPS en su celular y empezó a caminar.

En la ruta se encontró con las huellas de una liebre que había ascendido antes. En algunos tramos, las marcas de la liebre se ajustaban al camino sugerido por la tecnología del teléfono, y en otras se alejaban un poco aunque luego volvían a coincidir. Cuando llegó a la cumbre, ahí estaban también en la nieve las huellas recientes de la liebre.

Couve -biólogo de la UC con doctorados en Nueva York y en Londres- recordó entonces aquello que siempre constituye la transgresión que hace la ciencia para alcanzar nuevos conocimientos y que ahora había visto en esa montaña: la técnica y la evidencia, por un lado; y la intuición, por el otro.

Esa historia la cuenta en su primer libro recién publicado, en el cual aborda el valor que tiene la ciencia; incluso le da el título: La liebre y el compás. Y la recuerda también en esta mañana de octubre, sentado en su pequeña oficina de profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Aquí se reinstaló en marzo de 2022, luego de un paréntesis de poco más de tres años en su carrera académica cuando fue el primer ministro de Ciencias, cargo creado en el segundo gobierno de Sebastián Piñera.

Pero publicar un libro con sus reflexiones no es la única novedad de Andrés Couve. Porque post ministerio, al volver a la universidad, hizo un cambio de switch en su vida laboral. Un cambio de propósito, lo llama él. 
 

La oportunidad

Previo a su debut como ministro, toda su vida académica la había dedicado a la neurociencia. Específicamente a estudiar cómo son y se comportan las 86 mil millones de neuronas que alberga un cerebro, y además las conexiones que realiza cada una, que van entre mil y 10.000, para activar lo cognitivo, lo motor, lo emocional.

Un campo fascinante, dice. “Hoy las grandes preguntas en neurociencia son algunas de las grandes preguntas que tenemos como humanidad. Por ejemplo, ¿cómo opera la conciencia? El funcionamiento neurofisiológico del cerebro lo entendemos bastante bien, pero no entendemos prácticamente nada de cómo a partir de ahí surge una experiencia consciente”, explica, entusiasmado. “Es algo tremendamente atractivo de estudiar”.

Pero después del ministerio -donde además de armar una repartición pública nueva, enfrentró el desafío de la pandemia de Covid- volvió a la universidad con otras ideas.

Mantiene sus clases en pregrado de neurociencia y de fisiología; y aún escribe algunos trabajos sobre el tema. Pero ya no hace investigación en laboratorio. Sus propias neuronas las tiene enfocadas ahora en un área distinta: cómo el conocimiento científico puede transferirse a las empresas y al sector público. 

“Es un giro importante. Dediqué toda mi vida académica a la producción de conocimiento. Pero luego del ministerio, me he dedicado a la otra gran dimensión que tiene que ver no solamente con cómo el conocimiento se produce, sino cómo se utiliza en la sociedad. En Chile hemos sido bastante buenos en promover la producción de conocimiento y menos buenos en usarlo en beneficio de las personas”.
“Me dediqué toda mi vida académica a la producción de conocimiento. Pero luego del ministerio, me he dedicado a la otra gran dimensión que tiene que ver no solamente con cómo el conocimiento se produce, sino cómo se utiliza en la sociedad”.
- ¿Qué movió en ti el Ministerio de Ciencias que provocó este giro?
- Lo principal es haber sido testigo del impacto que puede tener la aplicación de conocimiento científico en la sociedad. Es una gran oportunidad que tenemos. Por ejemplo, en el Gobierno nos tuvimos que hacer cargo de la pandemia y eso como experiencia y como resultado del impacto que tuvo el conocimiento y la investigación científicos es de una profundidad que aún no hemos podido dimensionar. Ahí hay mucho que aprender y cómo lo replicamos para desafíos que pueden ser país, sectoriales, locales.

Y agrega: “La utilización de la ciencia hay que hacerla en los distintos niveles del sector público, en el ejecutivo, en el legislativo. Por otra parte, nuestra economía es de baja complejidad, en el sentido que usa poco el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico. Debemos transitar hacia una economía donde este conocimiento alimente a las empresas en relación a competitividad, productividad, sostenibilidad, mitigación de riesgos, identificación de tendencias. Ahí nos falta mucho”.

- ¿Qué cambios concretos propones?
- Que usen lo que existe, que desarrollen lo propio, que se vinculen con las universidades nacionales e internacionales y con centros de investigación, que los científicos vayan a hacer investigaciones dentro de la empresa. Que nuestros programas de posgrado empiecen a formar personas que no sólo miren a la academia como futuro científico, sino a la empresa y al Estado. Mi propósito es hacer con esto nuestra economía más compleja y que en nuestro sector público se tomen decisiones con mayor participación del conocimiento científico y técnico.

"Nuestra economía es de baja complejidad, en el sentido que usa poco el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico. Debemos transitar hacia una economía donde este conocimiento alimente a las empresas en relación a competitividad, productividad, sostenibilidad, mitigación de riesgos, identificación de tendencias"
Da un dato interesante: “Los países OCDE tienen seis o siete investigadores por cada mil empleados. En Chile, cuya comunidad científica es muy chiquitita, es de uno por cada mil. Pero si creciera, esos seis o siete no caben en la academia chilena. Cabrán quizás dos o menos. El resto debería ubicarse afuera, en empresas y como interlocutores en el sector público”.
 

Una bisagra

Lo ha llevado a la práctica. En la universidad, Couve se ha involucrado en iniciativas como trabajar con el Centro de Modelamiento Matemático de la Facultad de Ingeniería para incorporar la ciencia de datos a la proyección del estado de la biodiversidad oceánica, tema que los llevará a fines de octubre a la COP de Biodiversidad en Cali. Y el exministro participa también en el directorio del Centro Nacional del Sistema de Información en Salud, cuyo objetivo -explica- es llevar los avances digitales, en informática, en inteligencia artificial, al sistema de salud “para que alcance mejores estándares con las oportunidades de la revolución digital”.

Desde octubre de 2022, siete meses después de dejar el Gobierno, es asesor estratégico de Idemax, consultora de innovación creada por Rosario Navarro, Andrés Amaral y Diego Uribe. Allí Couve cumple un rol de “bisagra”: conecta a la comunidad científica con el mundo empresarial, para integrar conocimientos.

“Estamos explorando distintos mecanismos. Uno, por ejemplo, tiene que ver con residencias científicas en las empresas, en las que resuelvan problemas que no se pueden resolver con las capacidades internas de esa empresa. Estamos también acelerando proyectos que las empresas tienen con la universidad, buscando herramientas para desatar los nudos. Queremos demostrar que estas cosas en Chile se pueden hacer, que es beneficioso para los negocios y la economía”.
"Estamos explorando distintos mecanismos. Uno, por ejemplo, tiene que ver con residencias científicas en las empresas, en las que resuelvan problemas que no se pueden resolver con las capacidades internas de esa empresa".

Agrega que hoy en Idemax están trabajando en al menos cinco proyectos, pero no quiere contarlos. Aduce cláusulas de confidencialidad, de propiedad intelectual, de secreto industrial. 

“En Chile hay un número creciente de empresas que han nacido con la base científica y tecnológica; tenemos muy buenos ejemplos. Como Lemu, que lanzó su primer satélite para evaluación de biodiversidad. O Kura Biotech en Puerto Varas, armando un ecosistema de biotecnología. Pero todavía son casos. Y tenemos que transitar de casos exitosos a que esto sea un estándar que mueva la aguja en la economía. Para mí, la ciencia y la tecnología es uno de los habilitadores claves para que Chile no crezca al 1,8% en los próximos 10 años sino que superemos ese techo”. 
 

Sin nostalgia

- ¿Fue un alivio salir del ministerio y regresar a la academia?
- Tiene sus pro y sus contra. La posibilidad de impacto, de incidencia, de un ministerio con alcance nacional e internacional, con esa posibilidad de cobertura, de llegar a muchísima gente, se reduce sustancialmente desde el mundo académico, incluso desde el mundo privado. Pero sí vuelves a una vida bastante más tranquila, con plazos más largos. 

- ¿Volverías a una función así, con un rol político? 
- No. El costo personal es muy alto. La exposición es muy alta. La vulnerabilidad es muy alta.

- ¿Mejor mirar la política desde lejos?
- La sigo, pero sin nostalgia. Hoy estoy actuando en lo que realmente quiero actuar. 

“Aquí hay algo que decir”
Couve empezó a escribir La liebre y el compás antes de asumir de ministro. Pero tuvo que detenerlo mientras ocupó el cargo. Lo retomó luego de salir de allí, e intensificó su escritura a fines del 2023, cuando inesperadamente se encontró con tiempo debido a que se fracturó la tibia y debió hacer reposo.

El libro -150 páginas que se leen veloces- es su intento personal de sistematizar una reflexión sobre el valor de la ciencia para la sociedad. En ese recorrido, donde cita desde la filósofa Isabelle Stengers al naturalista Alexander von Humboldt, toca varios temas: lo objetivo y lo sensible que involucra, la exploración científica por azar o por motivos estratégicos, la ciencia como poder, la curiosidad, la desacralización de los científicos, la aplicación práctica que se convierte en tecnología.

“Para mí no es fácil sentir que tengo algo que decir. Y ésta fue la primera vez que dije: ‘Aquí hay algo que decir’. Eso me motivó”, comenta. “Y espero que ayude a abrir un debate que es totalmente necesario”.

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