Personaje
¿Qué conversaron en la cárcel Manuel Monsalve y el periodista que destapó el caso?: Las revelaciones del libro de Pablo Basadre

¿Qué conversaron en la cárcel Manuel Monsalve y el periodista que destapó el caso?: Las revelaciones del libro de Pablo Basadre
El 17 de octubre, Basadre publicó en La Segunda que el entonces subsecretario del Interior era investigado por una denuncia de abusos sexuales. Fue una bomba. Monsalve renunció ese mismo día y un mes después quedó en prisión preventiva. El periodista siguió investigando y lo visitó cuatro veces en Capitán Yáber, penal que la exautoridad dejó este lunes tras quedar con arresto domiciliario. Lo que el reportero indagó en estos meses dio vida al libro Monsalve. La historia de la caída del subsecretario del Interior. Aquí el autor cuenta qué hay en esas 248 páginas.
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Unas marraquetas con huevos revueltos. Cuando el periodista Pablo Basadre ya estaba enrolado en Gendarmería para visitar a Manuel Monsalve en Capitán Yáber y ya tenía fecha para la primera cita con él -el pasado 1 de enero-, preguntó qué podía llevarle a la cárcel al exsubsecretario del Interior. Había pensado en un libro. Pero quien le había hecho el contacto con la exautoridad le dijo que no, que eso era engorroso: que mejor le llevara marraquetas con huevos revueltos, que era un bien preciado allí dentro, porque sólo se requería calentarlas en el único microondas de ese recinto penitenciario.
Así lo hizo. Se levantó temprano ese miércoles, el primer día de 2025, compró marraquetas frescas, hizo huevos revueltos en su casa, preparó los sándwich, los envolvió en alusa foil y partió a la cárcel. Pese al esfuerzo, allá no las dejaron pasar. Monsalve, quien antes había recibido los paquetes de su familia, ya había alcanzado ese día la cuota de pan permitida a cada interno.
Esa es una de las historias que contiene el libro Monsalve. La historia de la caída del subsecretario del Interior, escrito por Basadre y que llega a librerías a fin de mes. Es un texto contundente, que en 248 páginas recorre la trama de este bullado caso que ha remecido la política, el Gobierno y la pauta noticiosa entera, después de que el ex subsecretario Monsalve -el tercer hombre más poderoso de la administración Boric- fuera denunciado a mediados de octubre por abuso sexual y violación contra una funcionaria de su repartición.
Basadre conoce bien lo que cuenta en el libro: fue él quien, el 17 de octubre, pasado el mediodía, destapó este tema en el titular de La Segunda que cayó como una bomba en La Moneda y que él ha seguido reporteando todos estos meses. Dos horas después de esa publicación, Monsalve renunció a su cargo. Y un mes más tarde, el 19 de noviembre, formalizado por esos delitos, quedó en prisión preventiva en la Cárcel de Rancagua y luego en Capitán Yáber. Recién esta semana, por decisión de la Corte Suprema que acogió un recurso de amparo de su defensa, la medida cautelar se cambió a arresto domiciliario total, que desde el lunes cumple en su departamento de Viña del Mar.
El libro incluyó entrevistas a 54 personas; la revisión de 6.287 páginas entre declaraciones, diligencias de la Fiscalía, peritajes de la PDI y el SML, decretos administrativos, informes del Congreso y la Contraloría; y la observación de 24 videos de cámaras de seguridad de la noche del 22 de septiembre y la mañana del 23, cuando ocurrieron los hechos, y del almuerzo que jefe y subordinada tuvieron a inicios de ese mes.
Así, el autor logra reconstruir un mundo amplio: la historia de Monsalve y de su denunciante -a quien sólo llama B.-; cuando se conocieron en 2017 en Valparaíso; la primera salida en Santiago; los mensajes durante meses por celular; la cena en el Ají Seco Místico; la confusa madrugada en el Hotel Panamericano; la amnesia de esas horas que dicen tener ambos protagonistas; cómo se entera la ministra del Interior de la denuncia -alertada por el director de la PDI- y que luego comunica al Presidente Boric -quien al principio le dice al subsecretario que no tiene por qué no creerle y lo autoriza a ir al sur a hablar con su familia-; las razones tras la demora de 48 horas en sacarlo del Gobierno; los abogados defensores; la parte querellante; el estilo del fiscal Xavier Armendáriz; los días de Monsalve en Capitán Yáber, donde Basadre lo visitó cuatro veces.
“Este libro contiene hechos y no apreciaciones personales”, advierte de entrada el autor, sentado en una cafetería de Providencia. “Le tengo respeto a la gente que opina, a los columnistas, pero no soy uno de ellos. No es mi territorio. Yo soy periodista, busco y entrego información para que el lector saque sus conclusiones”.
Llora la ministra Orellana
- Ha sido un caso muy expuesto. Es difícil sorprender. ¿Cuáles son las novedades de tu libro?
- Primero, la declaración de Monsalve. No está completa, pero hay bastante. Fueron 307 preguntas en las que los fiscales lo pasean por todos los temas en los cuales ellos tienen duda en la investigación y hay conversaciones respecto a la relación que se había creado, según él, con la mujer que lo denuncia. Luego, está el dato que no se conocía de que el cargo en La Moneda se lo ofrece Giorgio Jackson con un llamado en el verano (de 2022). También está muy reflejada la crisis por dentro del Gobierno, sobre todo por la presentación de la renuncia de la ministra Antonia Orellana el 17 de octubre al Presidente, quien no se la acepta. Ella llega de un viaje a Ginebra esa mañana y se mete a la oficina del segundo piso en La Moneda a preguntar qué sabían sobre la denuncia de Monsalve. Según mis fuentes, todos se quedan callados. Ella se encuentra con el Presidente, entran a una oficina y a solas se produce una conversación en la que ella está entre molesta y dolida.
- En el libro cuentas que ella llora desconsolada.
- Sí. Llora, porque como miembro del comité político del Presidente, siendo además la ministra de la Mujer, no estaba enterada de un caso tan grave. Se entera ese mismo día, junto con el diario prácticamente. Después de la vocería de Monsalve en el Patio de los Naranjos, cuando presenta su renuncia, y de que habla la ministra Tohá, lo debe hacer ella. Tiene que dar explicaciones sobre un caso que no conocía y que se había enterado en el mismo momento. Por eso las vocerías en el Gobierno fueron débiles o tuvieron problemas, incongruencias, vacíos: nadie estaba preparado para enfrentar una situación como esa, ni siquiera la ministra Tohá, una mujer curtida en política, acostumbrada a las crisis, pero a quien se le vio muy complicada.
- Y eso que ella y el Presidente supieron de esa denuncia dos días antes, por lo cual han sido criticados… En el libro están sus declaraciones a la fiscalía, pero no hablas con ellos. ¿No quisieron?
- No los contacté, pero sí hablé con personas del entorno para chequear cosas. Toda esa línea política ya la habíamos reporteado en el diario. Había suficiente información de ambos, además estaban sus declaraciones a la fiscalía. Fue mi decisión no ubicarlos.
"(Antonia Orellana) llora, porque como miembro del comité político del Presidente, siendo además la ministra de la Mujer, no estaba enterada de un caso tan grave. Se entera ese mismo día, junto con el diario prácticamente".
- En el libro están los mensajes de WhatsApp entre Monsalve y la denunciante, que empiezan siete meses antes de los hechos. Hablan de trabajo, pero queda la sensación de un sutil coqueteo. Sin embargo, ambos lo interpretan distinto. La defensa de él llegó a hablar de una “pareja en formación”, lo cual ella ha negado…
- Esas conversaciones vía WhatsApp se pudieron revisar en el teléfono de ella, que nunca las borró. Yo me apoyé en un informe de la PDI que analiza las conversaciones y va dando cuenta cómo se comienza a dar esta dinámica de los emoticones enviados por ella, que ha sido un tema en la investigación. No sé si se habrá concretado o no, pero el fiscal Armendáriz quería encargar una diligencia para que un experto le explicara cómo era esta relación a través de los emoticones de una persona que era mucho más joven que la otra y que se interpretan de manera muy distinta. Ella no se los envía solamente a él.
- Es una historia muy compleja, porque al final es una versión contra otra.
- Como es siempre en este tipo de casos. Versiones encontradas, complicadas. Eso es lo que leí a través de distintos fallos, aunque la diferencia acá, según los querellantes, es que hay testigos como el taxista o el recepcionista del hotel que dicen que ella estaba muy ebria, que les pareció que estaba drogada. Pero el taxista también dice que ella lo trata de amor, por lo que pensó que eran pareja…
Basadre toma un sorbo de su café. Y reflexiona: “Complicado. No querría estar sentado yo en ese tribunal y ser ese juez que tiene que tomar la decisión”.
Visitas en la cárcel
Pablo Basadre entró a ver a Monsalve en Capitán Yáber el 1 de enero, a las 2.15 de la tarde. Debió pasar cuatro estrictos controles. Si bien las marraquetas con huevo no pudieron ingresar, él sí pudo encontrarse con el exsubsecretario, que vestía guayabera blanca con líneas celestes y tenía un rosario amarrado en su muñeca izquierda. Se reunieron por cerca de una hora, en una de las mesas de plástico en el pasillo donde los internos se juntan a fumar. “No soy el único periodista que entró a ver a Monsalve a la cárcel, pero sí fui el primero”, comenta. Ese día a Monsalve lo habían ido a visitar también su esposa -que viajaba desde el sur a verlo- y su hija menor, Gabriela.
Monsalve lo saludó amable, le preguntó si fumaba. Ambos compartieron unos cigarrillos mentolados que él tenía y que prendieron con el único encendedor del lugar, colgado de un barrote. “Eran terribles, pero él me explicó diciendo que era cigarro canero, que no había más”, recuerda. En esa reunión, el periodista se dedicó más a escuchar que hacer preguntas. Monsalve habló de su versión de los hechos, seguía convencido de que algo extraño pasó esa noche en el Ají Seco Místico, porque había cosas que no le calzaban; y seguía insistiendo en que todo lo que ocurrió con su denunciante fue mutuo, que nadie había forzado a nadie. Se refirió también a la conversación que tuvo con Boric la noche del 15 de octubre en La Moneda, al día siguiente de la denuncia.
El exsubsecretario había llegado a Capitán Yáber el 23 de noviembre, después de pasar unos días detenido en Rancagua. Llegó picado de chinches; debió tomar antibióticos: las heridas se le habían infectado, sobre todo en los brazos. Compartió celda primero con Rodrigo Topelberg, ligado al Caso Factop, quien además le cortaba el pelo, como a todos los internos. Cuando lo visitó Basadre, el exsubsecretario compartía celda con dos formalizados en el Caso Primus: Antonio Guzmán y Marcelo Rivadeneira.
Pablo Basadre, periodista de La Segunda y autor del libro "Monsalve. La historia de la caída del subsecretario del Interior"
Basadre volvió a verlo el 3 de enero. Fue otra hora de conversación. Ahí Monsalve le mostró tres blocks. En uno había 44 páginas escritas a mano, con lápiz azul y una letra manuscrita enredada, “de médico”, comenta el periodista. Era su versión de la historia que lo tenía tras las rejas. Una narración larga, minuciosa, descriptiva, y muy distinta a la que contó la denunciante. Buena parte de su declaración a la fiscalía -entre el 7 y 9 de enero- salió de ese escrito. En los otros blocks había apuntado las contradicciones que a su juicio tenía el relato de quien lo había denunciado y de otros testigos, y también los problemas que veía en la investigación de Armendáriz. “Monsalve había leído el expediente una y otra vez, lo había subrayado”, cuenta Basadre.
Lo visitó por tercera vez en febrero -una reunión muy corta, precisa Basadre, que ni siquiera la registra en el libro- y la última vez el 19 de marzo. Luego de eso Basadre no pidió más reuniones, ya que estaba de cabeza escribiendo el libro.
- ¿Él fue siempre amable o hubo momentos de tensión?
- Siempre muy amable, muy caballero. Yo no tenía idea cómo me iba a recibir, porque yo había sido el autor del reportaje que lo había sacado del cargo. Aunque digan que no fue así, en los hechos así fue.
- ¿Le preguntaste por qué te recibió?
- Nunca se lo pregunté. Pero creo que una razón que pesó para recibirme la primera vez y seguir haciéndolo después es que cuando me senté a conversar con él le dije que yo no estaba casado con ninguna versión, ni la de él ni la de quien lo denunció. Que yo quería escucharlo, investigar el caso, encontrar los vacíos de su historia y la de ella. Creo que pensó: este gallo es objetivo, está haciendo la pega.
- ¿Se conocían de antes?
- No. Sólo referencias, pero nunca lo había entrevistado, por ejemplo. Puede ser que alguna vez le saqué una cuña como parlamentario. Pero nada más.
"Siempre fue muy amable, muy caballero. Yo no tenía idea cómo me iba a recibir, porque yo había sido el autor del reportaje que lo había sacado del cargo".
- ¿Lo viste quebrado? Cuando salió de la cárcel, dijo que habían sido meses dolorosos…
- Lo vi muy entero. Nunca se quebró en esas conversaciones. No es que lo haya visto muerto de la risa, pero tranquilo. Sostuvo siempre su inocencia. Intenté hacerle una entrevista. Lo conversé con él y estuvo de acuerdo. Ingresé un escrito al Séptimo Juzgado de Garantía, me respondieron que tenía que verlo su defensa con Gendarmería. Eso fue el 13 de enero. En marzo Gendarmería me dijo que no, por razones de seguridad. Me pareció un chiste. Después él también cambió de opinión, vimos la fórmula de un cuestionario, pero no resultó.
- En el libro deslizas que en Capitán Yáber se hizo muy amigo de Luis Hermosilla, formalizado por el Caso Audio.
- Se hicieron muy cercanos, compartían mucho. Se intercambiaban libros, eran los dos que más leían. Sus familias también se conocieron ahí.
- ¿Jugaban naipes?
- Jugaban carioca, pero entre todos. No me gustaría entrar mucho en detalle. No quiero faltar a un código que hay allí adentro: lo que pasa en Yáber, se queda en Yáber.
- ¿Hablaste con Monsalve de política?
- En una de las conversaciones hablamos de política, fue cuando se estaba definiendo si el PS llevaba o no candidato (a la primaria presidencial oficialista). Lo que pasa es que tenía todos los martes la visita de Osvaldo Andrade. En algún minuto fue también Fidel Espinoza y Alfonso De Urresti. Me sorprendió porque estaba muy al tanto de lo que estaba pasando en el PS; de hecho me golpeó con un par de datos que yo no sabía.
"(Con Luis Hermosilla) se hicieron muy cercanos, compartían mucho. Se intercambiaban libros, eran los dos que más leían. Sus familias también se conocieron ahí".
Defensores y querellantes
- ¿Por qué Monsalve quebró con su primera defensa, los abogados María Inés Horwitz, Dino Lisi y Cristián Arias?
- Hubo muchos rumores de por qué esa relación se había quebrado. Lo que yo sé es que tenían diferencias de cómo llevar la defensa. Con Monsalve y entre ellos. Ella termina renunciando, pero lo sigue yendo a ver a Capitán Yáber. En un comunicado aclaró que no tenía dudas de su inocencia. Monsalve con Disi y Arias también tenían diferencias.
- Sí. Ha llamado la atención que la defensa de Monsalve ha sido más bien silenciosa, discreta; parece mucho menos activa que la contraparte.
- Al principio del caso, todos los periodistas que lo reporteábamos tuvimos problemas para relacionarnos con los abogados de Monsalve, porque no les interesaba la prensa y, erróneamente creo yo, entendían que esto era algo que se tenía que discutir sólo en el área penal. Nunca me lo dijo, pero creo que Manuel Monsalve creía que había que dar las dos batallas, la comunicacional y la penal. Luego vino el defensor público Víctor Providel, que es también más recatado con los medios, no habla mucho, pero lo ha hecho cuando es necesario.
- ¿Has hablado con la denunciante?
- Nunca. Todo es a través de su abogada. Hay muchos periodistas que le han escrito al WhatsApp a la denunciante y han conversado con ella. Yo no. Para mi investigación es suficiente tener la versión de la abogada. Además, tengo un cierto resguardo con la denunciante, por la situación en que está. Pero sí estoy pendiente de lo que ha hecho desde que hizo la denuncia hasta ahora, y tengo harta información.
“Te ganaron”
El día que Manuel Monsalve salió de Capitán Yáber, después de seis meses de prisión preventiva, Pablo Basadre estuvo ahí. En medio del enjambre de periodistas y cámaras que rodeaban al exsubsecretario. “Ahí estaba yo, grabando con mi teléfono. Vi que su hija Gabriela manejaba el auto que lo llevó a Viña. Y como soy persistente, ya estoy tratando que me dé la entrevista que no me ha dado”, cuenta.
Asegura que por las características del caso, cuyo proceso judicial está en desarrollo, el libro no está terminado. “Espero que la editorial quiera continuar, pero al menos yo sí quiero seguir con la historia. Continúo reporteando. Me gustaría estar presente todos los días en el juicio y contar el final de esta historia”.
El cierre de la investigación debería ser el 15 de junio. Pero cualquiera de las partes podría pedir aplazamiento. “Por lo menos a la defensa le faltan peritajes y creo que pedirán aplazar. Ahora con Monsalve en su casa, la defensa seguramente va a ser mucho más activa. Él tiene acceso a la tecnología, puede leer diarios, comentar cosas, buscar estrategias”.
Tras el término de la investigación, el juicio empezaría 90 o 100 días después. “El juicio es el momento de la verdad y allí juegan un rol fundamental los testigos que la fiscalía y la defensa lleven. Ahora, y esta sí es una opinión personal, no sé si el Poder Judicial va a poner un juicio como éste, que tiene un componente político muy importante, en medio de las elecciones presidenciales. Hay muchos funcionarios de gobierno que van a tener que pasar por ese estrado”, dice.
- A todo esto, ¿le comentaste a Monsalve en las conversaciones en la cárcel que escribías un libro sobre él?
- Sí.
- ¿Qué te dijo?
- Fue un poco jocoso. Se paró muy rápido de la mesa y trajo un compendio de hojas anilladas, con el título Caso Monsalve (Crónica de un caso de inocencia). Era de un exjuez que lo había hecho en base a las resoluciones y fallos que se habían conocido de sus cautelares. “Ya te ganaron”, me dijo.