Personaje
James Hamilton vuelve a Chile y lanza un nuevo libro: “Lo parto con una pregunta que me daba terror: ‘¿Por qué me abusaron?’”
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James Hamilton (59) está sentado, visiblemente relajado, en el escritorio de su consulta en el cuarto piso de una clínica en La Dehesa. Allí es uno de los especialistas en cirugías bariátricas y de cáncer digestivo. Como aún no llegan pacientes, no lleva delantal blanco. Viste jeans, camisa celeste. Abre su computador portátil, conversa con entusiasmo, mueve las manos para dar énfasis. Hace tiempo que no se sabía nada de él. Como si de pronto se lo hubiera tragado la Tierra, luego de una exposición mediática que fue sin tregua durante una década.
En 2010, se convirtió intempestivamente en personaje público al aparecer como uno de los denunciantes de abuso sexual en contra de Fernando Karadima, el poderoso párroco de la parroquia El Bosque, que significó que desde el Vaticano se alejara al sacerdote de sus labores religiosas en 2011 y su expulsión definitiva de la Iglesia en 2018. Hamilton al igual que Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo -los otros acusadores- no tenían calma: iban a la televisión, aparecían en los diarios, declaraban ante la justicia, daban su testimonio en la investigación eclesiástica, se reunieron con el Papa. Lograron, incluso, que el Arzobispado de Santiago los indemnizara económicamente.
Hamilton parecía incombustible. Fue uno de los principales impulsores del proyecto que en 2019 se convertiría en la Ley de Imprescriptibilidad de Delitos Sexuales contra Menores. Y a inicios de 2020, todavía con la efervescencia del estallido social encima, inscribió el llamado Partido por la Dignidad -que incluía a personas tan disímiles como el músico Claudio Narea y la periodista María Olivia Monckeberg-, al cual renunció nueve días después, por reparos éticos contra algunos integrantes. Luego, vino el silencio. Al menos público.
Eso tiene una razón. Sentado en su consulta, cuenta que en agosto de 2020 se fue a Barcelona con su esposa -Valérie Elgueta- y sus dos hijos menores, hoy de 10 y 12 años. Aprovecharon que tenían familiares en esa ciudad. Los tentaba la posibilidad de meter aire fresco y a él, en particular, el desafío profesional de sumar nuevos conocimientos. Aunque partieron sin tiempo definido, estuvieron cuatro años allá. Regresaron a Chile hace tres meses. En su estadía española, Hamilton no sólo trabajó -tiene convalidado su título en el Colegio Médico de Barcelona-, estudió y se perfeccionó con otros especialistas. También se dedicó a escribir.
Tras revisar investigaciones científicas e históricas -calcula que fueron más de 3.000 fuentes bibliográficas consultadas- y a partir de su propia experiencia, durante dos años y medio estuvo trabajando en un libro sobre la relación entre el comportamiento humano y la ciencia, con varios capítulos dedicados a los daños orgánicos que provoca el abuso durante la infancia y cómo puede enfrentarse.
Random House España publicará el libro en ese país durante el primer trimestre de 2025, con la idea de traerlo prontamente a Chile y también traducirlo al inglés. Su autor le puso tentativamente La ciencia de la reparación. “Pero ahora está en edición con ellos, en correcciones generales, y puede que lo cambien”, dice. Y adelanta que bordeará las 400 páginas.
Random House España publicará el libro en ese país durante el primer trimestre de 2025, con la idea de traerlo prontamente a Chile y también traducirlo al inglés. Su autor le puso tentativamente La ciencia de la reparación. “Pero ahora está en edición con ellos, en correcciones generales, y puede que lo cambien”, dice. Y adelanta que bordeará las 400 páginas.
Reconstruirse
Hamilton comienza con una aclaración: “Éste es un libro esencialmente armado bajo el fundamento de la ciencia. Es una de las cosas que falta en la sociedad. La gente se rige por opiniones, sin ningún fundamento, sin hechos concretos. Es crítico renovar el nivel de conversación”.
- ¿Cómo nace la idea de este libro?
- El libro nace de la necesidad de contar, expresar o regalar a la gente una experiencia vital, que es la mía. Muchas veces había pensado que sería útil compartirla, pero no era algo que quería hacer. Y bueno, con el tiempo y también con los muchos años que llevo en terapia me fui dando cuenta de que lo más importante para la gente era enseñarles cómo reconstruirse. O sea, descubrir que gran parte de los traumas y agresiones que ocurren no son personales sino que podrían haberle ocurrido a cualquiera, porque no tienen que ver con uno sino con los trastornos de quienes transgreden las normas morales o son perversos. El problema está esencialmente en quien genera el daño.
Continúa Hamilton: “Parto el libro con una pregunta clave que yo no me atrevía a hacerla, me daba terror: ‘¿Por qué me abusaron?’. Puede ser un abuso sicológico, un abuso espiritual, un abuso físico, sexual. Y esa pregunta se la podría hacer hoy, no sé, el 50% de la población del mundo. Es algo que requiere un análisis muy profundo”.
"El libro nace de la necesidad de contar, expresar o regalar a la gente una experiencia vital, que es la mía. Muchas veces había pensado compartirla, pero no era algo que quería hacer. Con el tiempo y los muchos años que llevo en terapia me di cuenta que lo más importante para la gente era enseñarles cómo reconstruirse"
Durante su estadía en España, Hamilton armó su página web personal que sigue activa. Allí se presenta, cuelga videos de algunas charlas suyas, links con material de archivo relacionado con el caso Karadima. También precisa conceptos claves, que son los que toca en extenso en su libro. Habla por ejemplo de las Experiencias Adversas en la Infancia (ACE, por sus siglas en inglés), que incluyen eventos traumáticos desde la gestación hasta los 18 años, y cómo impactan en la biología de quienes los sufren, causando daños orgánicos progresivos. Menciona predisposición al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, inmunológicas, cáncer, Alzheimer.
- Todo eso está documentado, dices. ¿Cuánta ciencia incluiste en el libro?
- De repente este puede ser un libro pesado, porque hay mucha información científica. Viajo a los orígenes del ser humano, trato de definirlo, le rebato muchas cosas al famoso que escribió Sapiens (Yuval Noah Harari). Mi visión está muy apoyada por la ciencia, de lo que ha sido nuestra evolución. Mi idea es que el libro te lleve de la mano de manera histórica, antropológica, sociológica, arqueológica de lo que es el ser humano y sus cambios de conducta.
“El ser humano fue más o menos estable durante tres o cuatro millones de años: tremendamente sociable, empático, solidario, cuidadoso de su grupo -afirma Hamilton-. Y de repente, no hace mucho, eso se quiebra y se introduce un proceso en el cual el hombre mata al hombre, abusa; y eso va de la mano con la aparición de las grandes enfermedades. Entonces, lo que trato de mostrar es cómo de súbito el ser humano deja de ser un sapiens y nos transformamos en otra cosa violenta, particularmente los machos. Todo lo que sufrimos hoy no es un problema sociológico de gente buena o mala, o porque se metió el demonio en el mundo. No. Es un problema netamente biológico, evolutivo”.
“Tengo paz”
- En 2020, en coautoría con Cruz y Murillo, publicaste "Abuso y poder," centrado en el caso Karadima. ¿Cómo conversa éste y el nuevo libro?
- Abuso y poder era un libro importante porque buscaba -y creo que lo logramos- visualizar cómo se articulan los poderes de las instituciones y cómo de alguna manera los que pierden finalmente son los individuos. Tenía que ver con eso, y sobre todo dejar establecido lo que podríamos llamar una historia oficial. Fue un libro cuyos hechos nunca fueron rebatidos, y que fueron contados por los protagonistas de ese periodo, de esa lucha. En cambio el nuevo libro tiene que ver con una suerte de minúsculo legado, de una experiencia de alguien que sufre adversidad y logra en gran parte reponerse a ella. Para mí es una especie de historia de esperanza.
- Reconoces que el daño existe, pero afirmas que se puede salir de ello…
- Sí. Aquellos que están sufriendo maltrato, abuso o lo que sea, muchas veces se lo niegan a sí mismos y siguen en ese circuito tan terrible, tan perverso. Hay que romperlo. Estamos cada vez más vulnerables, porque hoy nuestro principal depredador somos nosotros mismos. Tenemos que darnos cuenta de eso, de que depredarnos nos va a llevar a la autodestrucción. La idea de mostrar esto es dar la esperanza de que hay maneras de revertirlo.
- En tu página web te presentas: “Soy James Hamilton, cirujano digestivo y sobreviviente de abusos de la infancia”. ¿Cuánto te costó llegar a plantearlo así?
- A ver, creo que cuando uno pasa toda esta dificultad en la vida y se ha encontrado a personajes perversos, una de las cosas principales es lo que podríamos llamar la dualidad. Una cosa como dividida, escindida, Jekyll y Hyde: presentarse de una manera al mundo social y a la noche comportarse de otra forma. Yo creo que el antídoto para eso es la consecuencia. O sea, si tú te muestras tal cual eres, puedes conservar algo clave y que todos los seres humanos debemos recuperar: la credibilidad.
- Cuando dices que sobreviviste a los abusos de la infancia, ¿hay algo más que lo de Karadima?
- La infancia es un período que se define arbitrariamente hasta la mayoría de edad. Que pueden ser los 18 años en un lugar, los 21 en otro. Es además un período que se ha prolongado mucho. Y hay más factores que inciden caso a caso. Ahora, respecto a tu pregunta, en el libro cuento por qué yo era vulnerable, por qué pude ser una presa fácil. Y tiene que ver justamente con mi infancia.
- O sea, venías con fragilidades que se profundizan a tus 17…
- En el fondo, lo que a mí me pasó fue que a esa edad me remataron.
- En tu página hay un video de una charla tuya sobre estos temas. ¿Te interesa ser charlista?
- Eso debe haber sido en 2019, en un programa llamado Inspiradores. Hoy no hago charlas, pero tal vez el libro permitirá dar charlas para difundir estas ideas. A mí me encantaría.
- En ese mismo video reconoces que hay daños por el trauma vivido y que persisten, como que te asfixias en las noches. ¿Aún te ocurre?
- Sí. Hay dos cosas que me pasan. Una es que es cierto que uso C-Pap porque tengo apnea del sueño, pero ese ahogo lo asocio también con los años que tenía atragantado lo que no podía decir. Y lo otro son las pesadillas… que ya son menos.
- Han pasado 15 años desde que se hizo público el caso Karadima. Con la distancia del tiempo, ¿qué sientes?
- Mi respuesta es muy breve: tengo paz.
"En el libro cuento por qué yo era vulnerable, por qué pude ser una presa fácil. Y tiene que ver justamente con mi infancia"
SCL - Barcelona - SCL
- ¿En qué trabajaste en Barcelona?
- Estuve con un grupo de cirujanos que se llama Quirúrgica. Partí en la Clínica Teknon, que es como un equivalente a la Alemana o Las Condes. Después seguí con otro grupo allí, armé un centro robótico. Y luego con otro equipo que se dedica al cáncer avanzado digestivo. También me tocaba ser entrenador de cirujanos robóticos. En eso estuve por ejemplo en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid. En todo caso, el trabajo allá no es como acá, que es de locos. Yo en Barcelona me movía en bicicleta. Hay calidad de vida.
- ¿Estudiaste también?
- Hice perfeccionamientos. Como el que realicé online con la gente de Cleveland Clinic, en lo que se llama Functional Medicine. Fueron dos años. Aprendí mucho también de administración médica, de salud pública. Estuve un tiempo trabajando con un médico allá muy famoso en estudios genéticos, Xevi Verdaguer. Tenía una clientela muy chic, grandes deportistas, miembros de la realeza.
- Y estaba también la escritura…
- Sí, y le dedicaba todo tiempo libre.
- ¿Por qué volviste a Chile?
- Europa en ciertos aspectos es un mundo más frío, uno es siempre inmigrante. Nunca vas a ser la primera opción. Imagínate para uno que se cree la última chupada del mate, ahí tuviste que aprender a ser ratón. Todos estábamos bien allá, pero mis niños estaban creciendo, iban a empezar la adolescencia, y allá los jóvenes quieren que el Estado les dé todo, no correr riesgos. La juventud no es creativa, no es emprendedora. No quería eso para mis hijos.
Hamilton continúa: “Además, debo confesar que echaba mucho de menos la tierra. Ver un boldo, un espino florido. Una de las cosas que nos sorprendió, por ejemplo, es que en Barcelona no había mariposas, casi no había abejas, en las primaveras prácticamente no había flores. Eso afecta”.
"Todos estábamos bien allá, pero mis niños estaban creciendo, iban a empezar la adolescencia, y allá los jóvenes quieren que el Estado les dé todo, no correr riesgos. La juventud no es creativa, no es emprendedora. No quería eso para mis hijos"
- ¿Qué país encontraste a tu regreso?
- A la semana me robaron mi mochila con mi computador. Fue en una bomba de bencina, en un momento en que me di vuelta. Fue un shock, nunca me había ocurrido. Pero a pesar de eso, me recibe un país al que le tengo harta esperanza. Somos un país privilegiado en muchísimos aspectos.
- ¿Cómo cuáles?
- Lo primero es la naturaleza. Segundo, la gente; porque independiente de esa odiosidad entre los polos políticos, igual se ha ido generando cierto equilibrio. A pesar de todo, independiente de la situación económica, es un país que tiene reservas humanas para avanzar. Está la gente joven, muy inteligente, muy capaz, que han aprendido de nuestros errores, que no quieren vivir la corta vida que tenemos todos en pugnas permanentes que no llevan a ningún lado. Prefieren mirar al futuro unidos y no con esa visión confrontacional, polarizada, de una cultura media prehistórica.
Actualmente James Hamilton, además de atender su consulta privada, es investigador de la Escuela de Salud Pública de la UC en temas de abusos infantiles. También es miembro del directorio de la Fundación para la Confianza -de la cual participó en su creación en 2010- y presidente del Centro Cuida, también dedicado a estudiar los efectos de los eventos adversos en la niñez.