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Personaje

La casa “atómica” de Marcial Echenique en Reino Unido

La casa “atómica” de Marcial Echenique en Reino Unido

El urbanista radicado desde hace cinco décadas en Reino Unido, vive en Farm Hall, una casa patrimonial del siglo XVIII de más de 1.000 m2 y un parque de 12 hectáreas. La compró en un remate, y en medio de los arreglos para remodelarla se dio cuenta de que allí habían vivido como prisioneros un selecto grupo de científicos nucleares alemanes durante la II Guerra Mundial, entre ellos algunos de los ideólogos de la bomba atómica. Esta es la historia.

Por: María José Gutiérrez | Publicado: Sábado 22 de marzo de 2025 a las 21:00
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Desde el aire, el pueblo de Godmanchester, cerca de Cambridge, en Inglaterra, colinda con la mansión llamada Farm Hall. No siempre fue así. Cuando la residencia de cerca de mil metros cuadros emplazada en un parque de 12 hectáreas se construyó en el siglo XVIII, todo era campo.

“El pueblo alcanzó a la casa”, dice sobre la que es su residencia desde los años ‘80 el arquitecto chileno Marcial Echenique, exdecano de arquitectura de la universidad de Cambridge, y asesor de todos los gobiernos en Chile desde los ‘90. “Todos menos el actual”, aclara. 

En la entrada, frente a una avenida de árboles, el Premio Nacional de Urbanismo de Reino Unido levantó en 2020 una interpretación moderna de un obelisco de unos 10 metros de alto para conmemorar los 75 años del lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima por parte de EEUU.

Y le puso una placa: “En memoria de los acontecimientos que ocurrieron en Farm Hall durante la II Guerra Mundial”. Porque sin saberlo, ni él, ni el National Trust -órgano a cargo de los monumentos nacionales que le remató el palacio en 1979-, allí adentro un grupo de 10 destacados científicos nucleares alemanes vivieron como prisioneros durante la guerra para ser espiados por las tropas aliadas. Entre ellos tres premios Nobel.

Todo partió cuando en medio de un engorroso proceso de remodelación de la casa, Echenique levantó los pisos de madera para fumigarlos y aparecieron cables que recorrían la totalidad del lugar, pero no llegaban a ninguna parte. Ni a las luces, ni a los enchufes. 
Eran cables de micrófonos.

“Ahí nos empezamos a dar cuenta de que algo raro había pasado en esa casa”, relata el arquitecto sentado en un café en Vitacura, a pocos días de partir de vuelta a Reino Unido. 
 

La previa

Farm Hall fue construida a comienzos del siglo XVIII para un destacado juez y diputado inglés llamado Charles Clarke, Baron del Exchequer. Su hijo homónimo en 1720 la amplió y plantó las avenidas de árboles que hoy corren por la mitad del paño. La propiedad quedó en manos del clan hasta 1860, cuando la compró la familia Bevan, que otra vez la amplió, y le construyó caballerizas.

Luego, la residencia pasó a manos de la familia Toogood hasta 1941, cuando en plena II Guerra Mundial fue requisada por el gobierno británico para ser utilizada por el servicio secreto.

Durante tres años funcionó como lugar de paso para los espías aliados que se lanzaban en paracaídas en Alemania. “Hay episodios muy importantes de gente que pasó por ahí, como los saboteadores de una planta de electricidad en Noruega (cuya historia se cuenta en la película Los héroes de Telemark, de 1965), así como muchas parejas francesas que daban información a las tropas aliadas antes de la invasión de Normandía”, relata. 

Hacia el final de la IIGM, a través de la operación Epsilon, los aliados capturaron a los científicos nucleares que estaban trabajando en Alemania en la bomba atómica. Primero los recluyeron en las afueras de Paris y en julio de 1945 los trasladaron a Inglaterra. A Farm Hall. Allí estuvieron hasta el 3 de enero de 1946.

Terminada la guerra, el Estado vendió la propiedad al arquitecto inglés Marshall Sissons en 1947, quien luego la donó al National Trust. Sissons vivió en Farm Hall hasta su muerte en 1977. Dos años después, el National Trust decidió venderla porque consideró que no traería suficientes visitas para financiar su mantención. Y ahí estaba Marcial Echenique en el remate, quien por 100 mil libras se hizo de la propiedad (hoy avaluada en más de 2,5 millones de libras). 

“Era mucha plata”, dice el arquitecto. “En esa época, Margaret Thatcher no había sido elegida todavía, y pagábamos 83% de impuesto en el margen. Así que nadie se atrevió a comprar una casa así. Además había que hacerle muchos arreglos. Pero yo me atreví”, explica.

Hasta entonces vivía en una casa llamada Chesterton Road, que él mismo diseñó en 1970 cuando fue nombrado profesor en Cambridge, y que ahora es monumento nacional. “Era chiquitita. Y cuando nuestros hijos empezaron a crecer, empezamos a buscar otro sitio para hacer una casa más grande. Resulta que no habían. Y ahí me di cuenta de que si me compraba una casa vieja con jardín y la demolía para hacer una casa moderna, me iba a costar lo mismo que comprar una casa de estas antiguas que estaban en venta”, señala.

Cuando su mujer supo que la había comprado en el remate, “casi cayó muerta”, cuenta. “¿Qué vamos a hacer con esto?”, le dijo. 

A los pocos meses asumió Thatcher como primera ministra. “La gente empezó a tener mucha más confianza, y el precio se fue para arriba”, añade. 

Los tres años siguientes fueron solamente hacer arreglos: ponerle calefacción central, cambiar techos, levantar todo el piso para fumigarlo contra los gusanos de madera. 

Ahí se cruzaron con los cables.

“Un alumno mío, que era portugués, llega con el libro La guerra más secreta, escrito por R. V. Jones, jefe de la inteligencia científica británica durante la guerra, y que tiene un capítulo sobre la casa Farm Hall. Ahí él explica que él mismo había conseguido trasladar a estos científicos alemanes a la casa para espiarlos”, cuenta. 

Con esa información, Echenique intentó contactar al servicio secreto inglés. Pero no hubo respuesta. Entonces optó por un plan B: conseguir los nombres de los huéspedes alemanes. Había cuatro vivos en ese momento. 

“Me empecé a mandar correspondencia con ellos, entre los cuales estaba Carl Friedrich von Weizsacker, cuyo hermano Richard en ese momento era el presidente de Alemania”, dice. 

Al poco tiempo llegó la televisión alemana a grabar un documental sobre la casa. Y traían entre los consultores a uno de los científicos que había estado prisionero ahí: Erich Bagge. “Él me contó, por ejemplo, que usaban lo que es mi escritorio y biblioteca como sala de reuniones. Ahí tenían una radio en la que oían las noticias de la BBC. En esa sala se enteraron (el 6 de agosto de 1945) que los norteamericanos habían tirado la bomba atómica en Hiroshima. No lo podían creer”, relata.
 

Los Nobel Heisenberg, Hahn y Laue

Los científicos que vivieron en Farm Hall tenían empleados alemanes que los servían. “Eran personas muy importantes”, cuenta el arquitecto. El más famoso, el Nobel de Física Werner Heisenberg, creador de la mecánica cuántica y considerado el científico más importante del siglo XX después de Albert Einstein. Allí también estuvo Otto Hahn, descubridor de la fisión nuclear, quien recibió el Nobel de Química en 1945 viviendo en Farm Hall, “así que lo celebraron ahí”, cuenta Echenique.

“Él era muy anti nazi, y cuando supo que gracias a su descubrimiento de la fisión nuclear los americanos habían hecho una bomba y matado 150.000 habitantes, casi se suicida porque creyó que era todo su culpa”, relata.

De hecho, cuando en los ‘90 se hicieron públicas las transcripciones de lo que se grabó en esos seis meses, se percibe que sus compañeros están preocupados por la depresión de Hahn, cuenta. Max von Laue, Nobel de Física por su descubrimiento de la difracción de rayos X en cristales y también anti nazi, fue otro de quienes vivieron en Farm Hall. 
 

El padre de la bomba

A nivel mundial hay dos versiones sobre quién es el padre de la bomba atómica. Y en esa discusión varios sostienen que fue Heisenberg. Entre ellos Marcial Echenique. Cuenta que en las transcripciones se lee que tras Hiroshima, uno de los científicos pregunta cómo se hace una bomba atómica. “Heisenberg en mi casa dice ‘Yo le voy a explicar cómo’, y relata todo el proceso”.

Pero hay una cosa que no calza. Ante la pregunta de cuánto uranio enriquecido se requiere, él responde que dos toneladas. “Esto es muy importante, porque basado en eso, la versión americana dice que los alemanes no sabían hacer la bomba porque era imposible enriquecer tanto uranio durante la guerra. Pero seis líneas más debajo de la transcripción, Otto Hahn le dice a Heisenberg: ‘¿Cómo dices eso? Si me dijiste que eran 50 kilos, que es exactamente la cantidad que se usó para hacer la bomba de Hiroshima’”, cuenta. 

Los prisioneros nunca supieron que estaban siendo espiados. De hecho, cuenta Echenique, en las transcripciones hay una ocasión que uno de ellos dice: “Encontré unos cables detrás de un mueble. ¿Será que nos están espiando?”. “Estás loco”, responde Heisenberg. “Estos no son nazis. Los ingleses son gente decente”. 

El descubrimiento del chileno despertó tal interés que la BBC Uno hizo un programa al respecto, llamado Hitler’s Bomb. Algo similar hicieron la TV belga y la francesa. Además se han representado obras de teatro con la historia: Farm Hall, en el Teatro Real de Londres; Operación Épsilon, en EEUU, y Copenhague, que se presentó en Chile hace dos décadas. Además se han escrito varios libros -Echenique tiene más de 10- y papers al respecto. 

Este año se cumplen 80 años de la bomba de Hiroshima. Y para eso una productora estadounidense está preparando un documental. “Vinieron a mi casa y me filmaron. Y noté que el guionista cree que Heisenberg no sabía hacer la bomba”, relata.  

La casa, pese a ser patrimonio, podría ser vendida a futuro, si así lo quisiera su dueño. Mientras tanto, para mantenerla, Marcial y su mujer viven en el área central. Y las dos alas las ocupan su hijos que viven en Cambridge y Londres con sus familias y van a Farm Hall en los fines de semana. Para mantener el parque hay dos jardineros full time, y un campesino que pone ahí sus vacas y ovejas para cortar el pasto.


Chile y Trump... desde Europa
En 1963, el arquitecto UC se trasladó a Barcelona a hacer un doctorado en urbanismo. Tres años más tarde se fue a Cambridge a hacer un postdoctorado en Transporte y Economía. En 1972 regresó a Chile pero el trabajo que en teoría tenía en la UC no resultó, así que se fue a trabajar al Minvu en tiempos de Salvador Allende.

“Fue un desastre”, dice. “Pasé seis meses ahí. Ya me habían aceptado como profesor de la universidad en Cambridge, así que me volví a Inglaterra en el 73”, cuenta. La idea siempre fue volver a Chile. Pero en Inglaterra le tocó recibir a refugiados políticos.

“Yo siempre fui de centro y nunca me metí mucho en política. Yo estaba dispuesto a trabajar con Allende o cualquier Presidente para el bien de Chile. Pero con todo este asunto de Pinochet tampoco me hacía mucha ilusión de volver a trabajar al país”.

Cuando salió electo Patricio Aylwin, lo llamó para que fuera su asesor. Los hijos de Echenique ya estaban grandes, así que, desde entonces va y viene, pero temporalmente. Su vida y residencia están allá.

Echenique montó la oficina de Concesiones del MOP y diseñó el Plan de Infraestructura para todo el país -publicado el año 97- con todas las obras que el Estado debía hacer en materia de puertos, aeropuertos, carretereras, agua potable, etc. Terminado ese plan en 2020 hizo un segundo con Sebastián Piñera con las obras hasta 2050. Pero cuando se iba a lanzar fue el estallido social, luego la pandemia. Y finalmente, aunque se publicó, quedó guardado en un cajón del ministerio.

Ningún candidato -reconoce- lo ha llamado para sumarse a su grupo programático.

- ¿Como mira Chile desde afuera?
- Hay gente que me dice “cómo los chilenos, después del éxito que tenían, están fundiendo el país como lo están haciendo ahora”, con estas tonterías de los cambios de las constituciones. Pero no solamente le echan la culpa a la izquierda, sino a la derecha también, que se ve que no son capaces de ponerse de acuerdo. Así todo, Chile es considerado como un país casi en el umbral de los países desarrollados. Todavía se mantiene esa idea porque tiene una infraestructura única para Latinoamérica.

- Hay muchos empresarios chilenos que en los últimos años se trasladaron a Londres…
- Eso es por la falta de seguridad. Como nadie sabe qué es lo que va a pasar, no se atreven a invertir mucho. Y otros se ha ido por un problema personal de ellos, de impuestos.

- ¿En qué pie queda Europa frente a este Trump tan fuerte?
- Trump, que es medio loco, porque no se sabe para qué lado va a salir, ha hecho una cosa positiva, y es que ha unificado a Europa porque le ha dicho “hasta cuándo ustedes dependen de mí”. Entonces con esto ha obligado a unirse a Europa, incluyendo Inglaterra. Tú sabes que los únicos países europeos que tienen capacidad nuclear son Francia e Inglaterra. Entonces se viene una reorganización para poner frente a este matón que es Trump.

Marcial Echenique conoce mucho al rey Carlos, fue condecorado por la reina Isabel en 2009 con la Orden del Imperio Británico por su contribución al urbanismo a nivel internacional, y es amigo de Norman Foster. Tuvo oficinas de arquitectura, urbanismo y transporte en Bilbao, Cambridge, Madrid, Milán, Chile y oficinas asociadas en Helsinki y Tokio.

En 2015 se jubiló y las vendió todas. Hoy es profesor emérito de la Universidad de Cambridge y Fellow, cargo de por vida que en la práctica equivale a ser parte del directorio de un College. Tres meses al año viene a Chile y se instala en su casa en Zapallar.

“Me vengo después de Pascua y me vuelvo a fines de marzo. Antes por las vacaciones de allá tenía que venir a Chile en invierno, entonces iba de invierno en invierno. Ahora paso de verano a verano. Perfecto”.

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