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Plumas x plumas

Alejandra Cox y Sebastián Edwards, una fórmula improbable

Alejandra Cox y Sebastián Edwards, una fórmula improbable

Es la primera vez que esta dupla de economistas -ambos de la UC, ambos doctorados en Chicago- dan una entrevista juntos. Aquí, desde su departamento en Chile, hablan de su trayectoria, de sus 40 años viviendo en Los Angeles (EEUU), de su matrimonio, de los libros que escriben, de las comidas temáticas que organizan en su casa, de su preocupación por la actualidad nacional y de sus diferencias políticas. Él, en broma, le dice “facha”; ella, lo trata de “progre”.

Por: María José López - Fotos: Verónica Ortiz - Video: Javiera Palma | Publicado: Sábado 12 de agosto de 2023 a las 21:00
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10 de la mañana del lunes 7 de agosto. Se escucha una lista de bossa nova en Spotify en el departamento en el barrio El Golf en el que vive el matrimonio Edwards Cox cuando están de paso en Chile. Viajaron la noche anterior desde California, donde viven hace más de 40 años.

La voz de Alejandra Cox está algo gastada, producto del aire acondicionado del avión, explica mientras se sienta en un sofá gris de su living. Entra su marido al salón. Ambos visten prendas con tonos amarillos. Pura coincicencia. Y, aclara él, los colores de su ropa “no tienen nada que ver con el partido”. Se acomodan, toman agua y comienzan a narrar su historia. Es la primera vez que esta pareja de economistas da una entrevista en conjunto. 
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“Le eché el ojo a Miss Cox”

Ella cuenta que tras salir del colegio, en 1971, decidió estudiar Economía porque pensaba que Chile era un país trabajador, preparado y con recursos, no tenía por qué ser pobre, pero no tenía cómo progresar. “Esa era mi pregunta y pensé que estudiar Economía me iba a dar luces sobre ese tema”, explica.

Las razones de Edwards tienen más bien que ver con la situación política de la época. “La historia de Chile era muy álgida en ese momento, sobre todo en la política. Y dentro de la política, el tema económico era lo que dominaba. Un enorme número de jóvenes que estaban preocupados por la política estudiaron Economía en esa época. Y con Economía me refiero al interés en la materia, no a ingeniería comercial ni a las empresas”, apunta el profesor de la cátedra Henry Ford II de Economía Internacional en la UCLA.

Se conocieron entre 1973 y 1974, en la UC. Alejandra ya cursaba tercer año cuando Sebastián, un año mayor que ella, llegaba desde la U. de Chile a ese plantel.

“Me expulsaron. Nos expulsaron a todos”, rememora el economista, quien fue parte de los alumnos que debieron dejar la casa de Bello tras el Golpe Militar. Ella interrumpe, y medio en broma dice: “Bueno, correspondía (que los echaran)”. Él le responde, también bromeando: “Facha”. “Esta mina es bien facha”, acota Edwards. Alejandra Cox ríe fuerte.

-¿Y cómo llegó a fijarse en usted? En esa época las diferencias políticas eran grandes barreras...
-SE: Nosotros fuimos de oyentes a las últimas semanas del 73. Fue muy difícil que nos aceptaran...

-AC: Por lo cual Sebastián terminó en mi curso, siendo él un año mayor. Y entonces repetían ramos que ya habían hecho. En la Católica la nota 7 empezaba con el mejor examen. Y estos tipos que estaban repitiendo los cursos comenzaron a sacar las mejores notas, Era muy feo, claro, porque estaban repitiendo.

-SE: Pobre Miss Cox, de ser la primera alumna pasó a ser la segunda.

-AC: Yo a él ni lo vi. Él era el que se sentaba al lado mío. Y fumaba. Tú sabes que en esa época te dejaban fumar en la clase, en la sala. Y no solamente fumaba, sino que prendía con la colilla el siguiente. Una cosa horrible...

Discuten: él dice que lo que fumaba era pipa. Ella tiene otro recuerdo. Ríen de nuevo.


-¿Y qué pasó después?
-SE: Yo le eché el ojo a Miss Cox. Claro, hice una lista de mis atributos. Y la verdad, no había mucho. Bueno, yo tenía una citroneta y ella no. Entonces yo entraba en el campo de los que tenían auto, pero había otros que tenían mejores. Ingeniería Comercial quedaba en Los Dominicos, era otro mundo a la Católica de ahora. Estaba en el centro de “Cuiquilandia”, en Charles Hamilton. Y el 90% de los alumnos venía de cinco colegios. Entonces yo no tenía mucha chance con Miss Cox, excepto que me sacaba la mejor nota. Entonces... ¿Qué te dije? ¿Podríamos estudiar juntos? ¿Fue eso?

-AC: Estudiemos el examen de Comercio Internacional...

-SE: Yo no sé lo que le gustó a Miss Cox, porque nosotros éramos muy malos. Estábamos muy asustados porque en cualquier momento nos podían agarrar. Teníamos amigos que habían matado. Era una cuestión seria.

-AC: Yo encontraba que él estaba muy equivocado. Pero era joven, tenía su idealismo, y yo tenía confianza porque era una persona inteligente que iba a tomar el buen camino. Iba a entender que las cosas no eran como él pensaba. A pesar de que Sebastián había trabajado fijando precios durante el gobierno de Salvador Allende (trabajó en la Dirinco, del Ministerio de Economía).

-SE: Toda la gente inteligente se dio cuenta que lo de la UP no funcionaba, era una linda idea, pero no tenía asidero práctico.

Según relata Alejandra Cox, “la economía que aprendió Sebastián en la Católica le hizo más sentido” que la de la Chile. De hecho, terminó recibiéndose como el mejor alumno. 

AC: Después de que nos fuimos a la Universidad de Chicago, que no era el plan original de Sebastián, él quería ir a estudiar a Inglaterra, pero por X razones nos fuimos antes.

-SE: Porque salieron persiguiéndonos los de la Dina. Y nos fuimos.

-Entonces: se conocieron el 74 y el 76 partieron a EEUU...
-SE: El verano del 75 empezamos a pololear. Pololeamos como un año y nos casamos. Tú eres muy joven. No entiendes. Pero en esa época no se podía tirar. Era muy incómodo tirar en un auto. Había que casarse. Había poco acceso a la píldora, por lo mismo un número muy alto de chicas de todas las clases sociales quedaban embarazadas. Entonces era todo un tema, era todo distinto. Pero por favor ni titules ‘se casaron para tirar’. Aunque igual sería divertido.

-AC: (Ríe) El punto es que era lo típico casarse joven. Y Sebastián estaba con esta idea de irse a estudiar afuera. 

-SE: Nosotros nos casamos el día de mi cumpleaños (16 de agosto) de 1976. Y la Magdalena (la mayor de sus tres hijos, luego están Benjamin y Victoria) nació en julio de 1977. Y me dijeron “tienes que irte: no es que seas el próximo en la lista de los que van a matar, pero del lugar 800, ahora estás en el 36”. Me lo dijo un tío, se lo dijeron a Rolf Lüders (entonces vicepresidente del Grupo BHC, donde Edwards trabajaba), a Javier Vial (entonces controlador del Grupo BHC). Y a un amigo que trabajaba en Inteligencia. Se encontró conmigo y mi papá, y me dijo: “Después de este asunto tan feo con Pepe Piñera, ándate ya”.

Se refiere a un enfrentamiento que tuvieron en 1976, tras una proyección de crecimiento que estimó José Piñera, a porcentajes en ese momento impensados. Decía que se estaban realizando reformas que cambiarían de raíz la economía. Sebastián escribió una columna en Qué Pasa en la que se preguntaba dónde estaban los números y la base para aquel análisis. Piñera le respondió con una dura columna en El Mercurio. 

Esta parte de su vida Sebastián Edwards la narra en su libro Conversación interrumpida, texto en el que detalla su pasado allendista, su trabajo, a los 19 años, en la Dirinco del Ministerio de Economía; y luego su paso por el Grupo BHC, firma que lo becó para estudiar en Chicago.

“Yo no quería ir ahí”, rememora, y cuenta que sus entonces empleadores consigueron una beca, a la que accedió Arnold Harberger, presidente de la Escuela de Chicago por 12 años, pese a que no había dado examen de admisión. “Llegué con la idea de estar ahí un año y después irme a Inglaterra. Pero fui seducido por la rigurosidad de la Universidad de Chicago.
Yo siempre digo ‘yo soy un graduado de Chicago, muy orgulloso, pero no soy un Chicago Boy’”, enfatiza Edwards.
Yo siempre digo ‘yo soy un graduado de Chicago, muy orgulloso, pero no soy un Chicago Boy’”, enfatiza.

Harberger, por su parte, terminó siendo como un abuelo para sus hijos. “Acaba de cumplir 99 años y lo celebramos”, añade. En esa escuela se doctoró él, y años más tarde Alejandra. Aunque la última etapa la hizo a distancia, pues en 1981 se mudaron a California.

El manubrio derecho y las fiestas a lo Woody Allen

“El primer economista chileno que intentó quedarse afuera, hasta donde sé, fui yo. Ahora hay un montón de jóvenes, pero antes era impensable”, enfatiza Edwards, quien desde 1981 se ha dedicado a la docencia, primero como profesor asistente en el departamento de Economía, luego como titular (1988), para finalmente pasar a ejercer, a partir de 1990, la cátedra Henry Ford II en la Anderson Graduate School of Management en UCLA.

Además fue economista jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial (1993-1996) y desde 1981 es también investigador asociado del National Bureau of Economic Research (NBER).

Por su parte Alejandra, experta en asuntos laborales, trabajó en el Banco Mundial en Washington -donde vivieron entre 1984 y 1985; y del 93 al 96-, donde ella asesoró a cinco gobiernos, durante 10 años fue profesora de micro y macroeconomía además de economía laboral de la California State University, Long Beach (CSULB), a la que renunció en julio de 2015, tras casi 30 años ahí.

Al principio en Chicago no fue fácil, reconocen. Pese a que la hermana de Alejandra vivía ahí, en su mismo edificio, la vida, confiesa, era algo dura. El departamento estaba en el piso 2, con casi nada de luz. Sebastián estaba prácticamente todo el día en clases y en las noches volvía un par de horas, para irse de nuevo a trabajar. Alejandra tenía 23 años y una guagua de pocos meses.

“De repente me dice: ‘me voy a Chile. Me aburrí’”, relata Sebastián. Tras ello, buscaron un hogar con más luz, en el piso 7, y se las ingeniaron para que ella pudiera también estudiar un doctorado en Chicago. Las cosas mejoraron rápidamente.

-SE: ¿Cómo fue que nos quedamos en EEUU? Se fue dando. Yo tenía que pagar la beca que me dieron en el BHC para vivir en EEUU. Entonces trabajaba en Los Angeles, y los veranos los pasaba en Chile. Y mi carrera profesional iba avanzando en EEUU. En eso, vino la crisis del 82 y ahí me quedé liberado de la beca. Pobre, pero liberado. ¿Y cuál era el atractivo de volver a Chile? Había 25% de desempleo. Economistas prestigiosos no conseguían trabajo. Y a mí me fue bien. Y no hay nada más seductor que el éxito. La Alejandra obtuvo un trabajo más malo de lo que merecía. Pero en ese tiempo no había ningún esfuerzo de ninguna institución por acomodar a parejas profesionales. Hoy la norma son parejas profesionales.

-AC: Para mí eran dos caras de una moneda. Porque el trabajo en la universidad me exigía poco, menos que una PhD en términos de publicaciones, entonces pude avanzar en mi carrera a mi ritmo. Y tenía niños. Y no había ayuda. Pude priorizar lo que para mí era importante, que era estar presente con ellos. Cuando crecieron pude avanzar mucho más en mi carrera.

Para mantenerse en contacto con Chile, y, entre otras cosas, visitar a sus madres -las dos en sus 90-, viajan tres o cuatro veces al año, entre dos semanas y un mes. En ese tiempo Sebastián suele estar invitado a algún seminario, charla o clase. Esta vez, por ejemplo, a la celebración de Miguel Kast, el lunes 7.

-¿Cuánto comparten como economistas?
-AC: Cada uno escribe sus cosas, pero a mí me gusta que Sebastián me revise o me comente lo que yo escribo y él cuando hace presentaciones me las muestra al final, y yo a veces le pillo, no sé, una cosa, le hago una pregunta y me dice “gracias, voy a cambiar esto, qué sé yo”. Yo me dedico a temas que no son exactamente los mismos que Sebastián. Él está en la macroeconomía, el comercio internacional, la política económica más grande. Yo me he dedicado a lo laboral y pensiones.

-Y en lo político, se han acercado sus visiones. ¿Votan distinto en Estados Unidos, similar en Chile? 
-SE: No, no, no. La Alejandra es facha y yo soy progresista. Tú no votaste por Barack, por ejemplo. Votaste por Bush, yo por Kerry.

En las últimas elecciones presidenciales chilenas, Alejandra Cox se inclinó por José Antonio Kast (Partido Republicano), Sebastián Edwards, no.

-AC: Este verano manejé en París en un auto inglés, por la derecha. Y lo hice por la pista derecha. Es eso lo que me define (ríe). Le dije a mi hija: “I was meant to ride this way”.

-SE: Peleamos por política, pero poco. Hacemos comidas temáticas acá en Chile, a 12 personas, todas sentadas en esa mesa (apunta su comedor de vidrio). Hacemos comidas fachas, hacemos comidas progre. 

El matrimonio suele hacer encuentros con diversas personas de “todos los mundos”. “Son más entretenidas las progre”, asegura Alejandra. Entre los comensales que han participado están Ricardo Lagos, Juan Andrés Fontaine, Rolf Lüders, Ximena Rincón, Rodrigo Valdés, Mario Marcel, Carolina Tohá. “Pero no mezclamos fachos con progres”, aclara Edwards.

Hay toda una preparación y ritual para esas comidas que organizan cada vez que visitan Chile, y para estar 100% con los invitados, ninguno de los dos cocina, prefieren contratar un chef. “A mí me gusta hacer fiestas con todos parados, a la Alejandra, sentados. A mÍ me gusta que sea tipo Woody Allen: que si estás de pie en una esquina, te demores 20 minutos en llegar a la otra por la cantidad de gente de pie”, ríe el economista. Así fue la despedida que le organizaron en su departamento a Rodrigo Valdés, antes de partir a París.

-¿No tratan de convencerse mutuamente en sus diferencias?
-SE: Conversamos mucho. Mucho. Y la Alejandra se ha ido interesando intelectual y humanamente en el tema de la violación de los derechos humanos. Por ejemplo, ella ha sido muy activa en un libro sobre exiliados que estamos haciendo con el fotógrafo Julio Donoso.

Y en el libro que preparo sobre la UP. Invitamos a comer a Jimeno, fuimos juntos a la casa de Eduardo Labarca en Las Cruces. No sé si sus compañeras de colegio tienen esa sensibilidad, no lo digo porque sean mujeres malas, sino porque han estado en otro mundo. Me da satisfacción que ella se esté interesando en un tema que antes le era desconocido. Sabías los números: 2.728 personas muertas y desaparecidas. Pero no conocías a gente a la cual le había pasado.

¿Es verdad lo que estoy diciendo? Y eso porque nosotros venimos obviamente del mundo de la cuiquería, cuicos pobres, pero cuicos. Había un grupo en esa época pequeño, que éramos de izquierda y progre y que conocimos todo eso, la dureza, los abusos y todo. Pero la Alejandra se ha hecho... no, no diría que íntima, pero una muy buena relación con la Javiera Parada.

-AC: Pasa otra cosa: en la época de la UP en particular había una gran división en las familias, había gente de izquierda y gente de derecha, pero había una situación muy a la chilena, de que no se hablaba. Había temas vetados. La gente que ha venido aquí a comer, del sector que sea, sabe que yo fui presidenta de la Asociación de AFP, y saben exactamente cómo yo pienso, y podemos conversar. Eso creo que es importante relevarlo un poco más en este momento, porque poco a poco va permeando y así vamos creciendo como sociedad, pienso yo.
 

Defensa a las AFP “vivitas y coleando”

Cuando llegó la oferta de un head hunter, a principios de 2021, para ser presidenta de las AFP, dice Alejandra que su marido “fue súper positivo”. 

-SE: Era bien fácil para mí. Profesionalmente yo básicamente he hecho lo que he querido y he podido. Y Alejandra ha tenido, como te contaba, restricciones, porque teníamos hijos, por una cuestión cultural, porque estudió en las monjas, y ha primado “el deber ante todo, el deber siempre”, puras huevadas que le enseñaron así...

-AC: Shhh, el deber ha sido muy importante (sonríe).

-SE: Ella había escrito muchos artículos en el Banco Mundial, escribió un libro sobre pensiones, se especializó mucho en pensiones y mujeres, viajó por el mundo, estuvo en Irán y en Filipinas trabajando, y le ofrecen esto. Yo le dije “obvio, tienes que tomarlo y yo te acompaño, me tomo un sabático”. Pero Piñera puso tan difícil la entrada a Chile (por las cuarentenas y hoteles sanitarios durante la pandemia), que la acompañé menos de lo que debiera.

-Significaba también, quedar con el logo de las AFP, una insignia poco popular entonces. ¿Lo tomaron en consideración?
-AC: Yo con gran orgullo, porque para mí este sistema chileno es un ejemplo. Lo que sucede es que la tasa de contribución y el hecho que tenemos tanta laguna, hace que ahorremos poco. Entonces para mí era importante ser parte de una defensa y de una explicación. Yo encontraba que había mucha desinformación y las personas no estaban mirando la película completa. Yo realmente quería participar e informar.

-Estuvo de marzo de 2021 a marzo de 2023. ¿Quedó conforme? 
-AC: Tener una base PGU pareja era esencial y para mí fue una gran satisfacción que esa ley fuera aprobada. Fue difícil porque el desprestigio, la desconfianza era tanta que era muy difícil hablar con el mundo con el que quería dirigirme, que era todo el mundo de los empleadores.

-Recuerdo una frase controvertida, cuando habló de los inconvenientes de pensionarse a los 65 años y mencionó a Nicanor Parra y sus 103 años.
-SE: Ahí pasaron cosas muy raras, pero bien chilenas. La entrevista que dio la Alejandra a Daniel Matamala fue de 20 minutos, que se redujeron a 3. Y cuando Alejandra pidió que le mandaran los 20 minutos para ponerlos en el sitio de la AFP, le dijeron “lo borramos”...Pero hoy no se puede borrar, en alguna parte queda. Entonces fue una emboscada, fueron cosas horribles. Pero al final, la Alejandra logró que se aprobara la PGU, y las AFP están vivitas y coleando.
-AC: Al final gana la razón. Y la población es sabia y muy sospechosa. Y no se ve ese rechazo que se veía antes.

-SE: Fue muy duro para la Alejandra, pero el hecho de que era claramente temporal, le ayudó. Porque no queríamos venirnos a Chile, y desde el punto de necesidad, era un trabajo extra, lo tomó por lo interesante que le pareció más que por la necesidad. Eso le ayuda, el que no necesitaba la pega.

-AC: Fueron dos años, y pese a lo difícil, yo tenía muchas ganas de aportar, aunque fuera un granito.

En marzo de este año Alejandra Cox dejó el puesto. Alcanzó a trabajar con este gobierno, con la ministra del Trabajo Jeannette Jara, el ministro de Hacienda Mario Marcel, al Presidente Boric no lo conoció. Ahora, en ese rol, está Paulina Yaziji. “Fue, sin duda, por la exposición y el rol político, el trabajo más importante en mi carrera. Yo siempre he sido muy piola, con trabajo académico, en clases, esto fue todo lo contrario”.

-¿Cómo ve la reforma de pensiones?
-AC: Estoy muy preocupada, tengo la sospecha de que no va a haber reforma esta vez. Ojalá esté equivocada. Y sinceramente, creo que a pesar de lo que dicen, al gobierno no le importa. Porque yo creo que la izquierda no quiere comprometer, no quiere ceder. La izquierda quiere transformar el sistema. Pero no conviene transformar el sistema, lo que hay que hacer es mejorarlo. ¿Me entiendes? Entonces tengo la impresión de que en la gente de izquierda, es tanta la ideología, que dice ‘bueno, no se hace como queremos, no pasa nada, no se hace’.

Pero las pensiones van a seguir bajando. Entonces, en cinco o diez años más, la posibilidad de que la gente quiera cambiar el sistema va a ser más alta. Si al final el problema aquí es ¿cómo convences a las personas de que el sistema es bueno, cuando los parámetros están mal? Es muy complejo. Entonces, yo creo que la única cosa que podemos hacer en este momento para poder proteger a la población de esta situación en que las pensiones van a seguir bajando, es que tiene que aumentar el ahorro voluntario. Estoy hablando con varios actores del sistema, para armar una campaña para ello e incentivar el ahorro. Ya verán.

Son las 11:30 de la mañana. Sebastián debió entrar a un directorio a distancia, en EEUU. Quedamos de reencontrarnos más tarde. Sigue sonando bossa nova.
 

Faceta literaria, Boric y el Cardenal

Retomamos la conversación a las 3:30 pm. Nos juntamos con Alejandra Cox afuera de su departamento. El edificio tiene un look francés, pensamos que sería bonita una foto ahí. De lejos se ve caminando a Sebastián, quien ahora viste una chaqueta de cuero café y, como de costumbre, un pañuelo al cuello. Y calcetines coloridos. Los muestra orgulloso. “Vieras sus cajones, hay más de 100 variedades”, revela Alejandra.

Posan a la cámara cómodamente. Se miran, ríen. En el transcurso de la sesión aparecen varios vecinos. Todos los saludan. Todos les comentan algo. Algunos, incluso se sacan fotos.

“Esta comunidad da para un guion de serie”, comentamos. El economista cuenta que viene de un almuerzo con su editor, Matías Rivas, de la UDP, quien luego de que la casa de estudios encabezada por Carlos Peña adquiriera los derechos, se encargará de la traducción de su último libro lanzado en mayo de este año: The Chile Project: The Story of the Chicago Boys and the Downfall of Neoliberalism, en el que detalla la historia del neoliberalismo en Chile durante los últimos 70 años. 

Precisamente sobre este tema trató una de sus últimas columnas más comentadas, en la que criticaba una frase del Presidente Boric en la BBC (“parte de mí quiere derrocar este modelo y que es algo que está en disputa, en una disputa permanente”, señaló el mandatario). La respuesta de Edwards: una carta en El Mercurio, el 25 de julio, titulada “Gabriel Boric y ChatGPT”.

“Le pregunté al algoritmo qué países no tenían un sistema capitalista. La respuesta incluyó a seis países, y me dejó helado y confundido: Cuba, Corea del Norte, Vietnam, Laos, China y Venezuela. ¿Son estos, realmente, los países que, según el Presidente, debemos mirar como ejemplos y tratar de emular?”, escribió el economista. “Es como querer suprimir de la ley de la gravedad, una cosa así”, añade.

En este momento, ambos están escribiendo un libro. Alejandra Cox lleva años preparando una biografía a la pareja de Frank Vanderlip y Narcissa Cox, de quien no es pariente, pero el nombre le llamó la atención y quiso estudiarla. “Y descubrí una pareja muy potente y muy romántica”, dice.

Antes de esto, había escrito sólo libros académicos, uno de ellos, Monetarismo y liberalización: el experimento chileno (1992), en conjunto con su marido, quien, por su parte, ya lleva varias novelas publicadas -la primera fue El misterio de las Tanias, en 2007- y cientos de textos académicos.

El libro que ahora escribe Sebastián trata de la historia de la Unidad Popular, y tiene como fecha de publicación estimativa, el 2025 ó 2026. “Es un libro académico, en inglés. Dije explícitamente que no es una biografía de Allende”, enfatiza. Al terminar su libro de los Chicago Boys, el editor estadounidense le dijo “lo que más me interesó fueron las ocho páginas del capítulo de Allende”.

“Es un capítulo de contexto, no puedes contar la historia del ladrillo, sin explicar a una audiencia internacional qué es lo de Allende. A su propuesta, le dije que no, porque ya hay muchas cosas. Además ya estaban los 50 años. Me dijo que en inglés no hay tanto material como en español, y que los que hay, son todos muy partisanos. Falta algo con facts. “Te ofrezco tanto”, me insistió. Y acepté. Y lo estoy pasando súper bien”, cuenta Edwards, quien en mayo comenzó este trabajo. “Ahora mi cabeza está allá, en la UP”, confiesa.

“Estoy viendo a todos los ministros que están vivos, no todos me quieren ver y están todos viejos”, adelanta. El título en inglés será The End of Socialism. “Porque yo creo que con Allende se acaba el socialismo”.

-¿Cómo ven la situación política chilena? A principios de año dijiste que el país estaba reguleque, pero en la última entrevista señalaste que tenías esperanza. ¿Qué piensas ahora?
-SE: Eso fue antes de los convenios y todo eso. Yo creo que el país está muy, muy complicado. Debiera ser en teoría tan fácil salir de la crisis política, y en la práctica está muy difícil. Creo que lograr un acuerdo nacional de qué hacer y cómo hacerlo no es tan difícil. El problema es que no hay personas creíbles o confiables. Ciudadanos y ciudadanas sobre toda sospecha.

-AC: Un Boeninger.

-SE: O el cardenal. Como lo hizo en la época de Aylwin y Allende. No tenemos ya esa persona. Hoy día si el cardenal llama a Boric, se ríen. 

-AC: Carlos Peña...
-SE: No, no lo quieren, si los trata de niños, de anomios. Bueno, a lo que voy, lograr un acuerdo no debiera ser difícil en cuestiones básicas. El problema del gobierno es que se farreó una oportunidad única y obviamente no tienen proyección. No hay en este momento la probabilidad de que haya un segundo gobierno, la probabilidad es idénticamente igual a cero. Y como no tienen otra oportunidad, están apurados por lograr algo. Perdieron la oportunidad, porque tenían todo para hacer. Todo. La derecha estaba asustada, había cedido todo con tal de que no le siguieran quemando el país. El cardenal es el que falta.

Dicen que ambos vuelven en diciembre a votar. Y que votarán para aprobar el cambio de Constitución. “Me gustaría que hubiera una nueva. Es importante dar vuelta la página, ¿no es cierto?”, dice Alejandra.
 

Las casas con distancia

A ella le gusta bailar flamenco. Él, ha pasado por varios deportes: correr, bicicleta, y ahora último, nado. A ella le gusta la playa, a él no, pues le incomoda la arena. Pero en las tardes, hay veces que salen a caminar por la pasarela para mirar el mar. 

En estos 40 años en Los Angeles, además de haberse desarrollado profesionalmente, de haber criado a tres hijos (la mayor es traductora, el de al medio es psicólogo, la menor abogada, y tienen cinco nietos), han hecho grandes amigos. Entre ellos, Beto Cuevas (su hijo Ben Edwards tocó batería con él) y la argentina Estela Mora. 


Cuentan también que suelen recibir visitas de chilenos. “Sebastián Piñera nos visitó ahora en Los Angeles. Estuvo todo el fin de semana con nosotros. Lo llevamos a misa. Somos muy amigos de Sebastián. Y estuvimos dos días completos con él y la Manena (Magdalena, su hija mayor)”, relata el economista.

Sebastián Edwards pregunta si hay chocolates. Alejandra trae unos Bozzo. Él come dos, y retomamos la conversación. 

Cuentan que desde 2017 viven en casas “con cierta distancia”: se trata de una casa que tiene una especie de departamento independiente. Tomaron la decisión tras volver, luego de haber estado separados tres años. “Yo estoy en la casa grande. Ahí nos reunimos con toda la familia los fines de semana. Y en el día a día, cuando estamos solos, tomamos desayuno juntos, pero después cada uno está en sus cosas, cada uno en su casa. Sebastián en sus clases, reuniones, directorios, yo en mi libro”, dice Alejandra.

Y añade: “Es muy recomendable mantener cierta independecia de algunos espacios, así no vemos las toallas, el desorden. Nos encontramos a ciertas horas, y es fantástico”.

-SE: ¿Tú le hiciste la entrevista a la Alejandra en la que contaba que volvimos a pololear, en un viaje en Filipinas? (Esa entrevista se publicó en Revista Capital, en 2016).

-AC: Ahí le conté que yo estuve trabajando en las Filipinas. Pero no sé si le conté esa parte la verdad (ríe). Lo que pasó fue que, yo trabajé ahí en el 2013, y mi contraparte allá, me invitó a su matrimonio. Eso fue en 2014.

-SE: Entonces la Alejandra me dice: “¿Qué vas a hacer en seis meses más?” Yo no le dije nada. “Acompáñame a un matrimonio”. Yo le dije, “sí, encantado”. Además, a mí siempre me ha tincado ella. Al rato me llama y me dice “ya hice la reserva”. “Reserva de qué”, le pregunté.

-AC: “¡Nos vamos a las Filipinas!”, le dije.

-SE: Llegamos a Filipinas y yo no sabía qué venía después. Llegamos al Four Seasons. Subí al 7º piso y ahí recién supe que tenía una suite para los dos. “¡Bien!”, pensé. El problema fue que Miss Cox se enojó. Lo que pasó fue que yo estaba en medio de un asunto muy importante, y tenía que hablar por teléfono, meterme a reuniones...

-AC: El matrimonio fue en el norte, en la isla Luzón. Después tomamos un avión al Nido, un lugar maravilloso. Y ahí Sebastián estuvo detrás del computador haciendo informes. Igual me las arreglé e hice los panoramas sola.

-Y el desenlace fue bueno igual, pese al enojo.
-AC: Sí, precioso.

-SE: A la vuelta seguimos pololeando. Cada uno en su casa, a 20 minutos caminando.

-AC: Pololeamos, y era muy agradable, yo estaba feliz en ese arreglo. Y Sebastián empezó a insistir que por qué no nos armamos una extensión de una de las dos casas para que podamos compartir.

Él dice que fue ella la que insistió. Los dos ríen.

-SE: Me acuerdo que cuando volvimos, un amigo economista me dijo: ‘Qué pena que volvieron, a mí me encanta Miss Cox’. 

Edwards muestra una foto de ella, en sus 20. “Mira Miss Cox. Me acuerdo que una vez la invité a comer, y un amigo de mi papá contó puros chistes cochinos. Al día siguiente llamó a mi papá para pedirle perdón: ‘Me di cuenta que estaba ese Bambi precioso, me miraba escandalizada’. ‘Alita, mira esta foto’...

-¿Alita o Miss Cox?
-SE: Las dos.

-¿Y a él como le dice?
-AC: Sebas.

-SE: Cuando quiere algo me dice Sebitas.

Los dos vuelven a reír. 

-¿Piensan volver a Chile?
-SE: ¡Se compró una tumba! Una tumba mirando el Océano Pacífico, pero una sola. Cuando le reclamé, ella partió y le agregaron a su tumba un recipiente chiquitito redondo, a su lado. Entonces está la tumba de Miss Cox con un huequito para poner mis cenizas.

Termina la conversación. Hablamos de los cuadros de Ignacio Gumucio, de Arturo Duclos, de Antúnez, entre otros varios que ahí se ven. Salimos del departamento. Afuera, un pintor termina de arreglar una baranda negra de la escalera. Dos butacas amarillas de felpa apuntan a la ventana. Ahí, dicen, se sientan los fumadores que vienen a las fiestas.

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Uno es ingeniero, filósofo y director del Centro de Estudios Públicos (CEP). El otro, tres años menor, es abogado y dueño de la galería D21. Dos hermanos que desde siempre se llevan bien y que, pese a sus rutas distintas, han tenido y tienen gustos compartidos: la literatura y el arte, especialmente. En esta primera entrevista juntos, hacen recuerdos, se ríen y hasta se pasan algunas cuentas.

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