Punto de partida
Casilleros inteligentes y conserjes remotos: la nueva startup de los fundadores de Portalinmobiliario
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Fue en uno de tantos recorridos que Cristián Maturana Álamos (ingeniero civil, 27 años) hacía casi a diario por distintas oficinas de venta de inmobiliarias cuando se hizo el match. Era 2020, y el joven techie junto a su hermano, el ingeniero en computación Felipe Maturana, y un grupo de compañeros de la UC, habían creado un software para instalar casilleros inteligentes en edificios. Si bien era un producto valorado por los usuarios -dice Cristián hoy- no había tanta motivación para financiar su costo.
Tras la venta del sitio web Portalinmobiliario -fundado por su padre, Cristián Maturana Ovalle- a Mercadolibre (en US$ 40 millones en 2014), la familia había quedado con una idea dando vueltas: cómo hacerse cargo de la recepción en los departamentos de los paquetes que el gigante latinoamericano del e-commerce despacharía. Es decir, cómo atacar la “milla cero”.
Esa mañana de verano, Cristián tocó la puerta a Juan Pablo Alcalde, Rodrigo Figueroa y Manuel Santa Cruz, socios de la inmobiliaria Altura, en una oficina en Providencia.
“Dos preguntas que solían hacer nuestros potenciales compradores -y siguen haciendo- es: ¿Este edificio tiene las prestaciones necesarias para que las encomiendas funcionen? Y ¿cuánto me va a salir el gasto común?”, relata Alcalde. Y agrega: “65% de los gastos comunes de los edificios es la remuneración de los conserjes, que por comunidad, son cuatro o cinco… y eso es plata”.
Los socios de Altura, por su parte, venían analizando cómo disminuir ese gasto con tecnología: cómo prescindir de un conserje presencial y cambiarlo por uno remoto. “Unamos fuerzas”, dijeron. “Nosotros ponemos el expertise inmobiliario, y ustedes el tecnológico”, le respondieron a Maturana. En 2023 dieron vida a una nueva empresa formada 50% por los socios de Altura y 50% por el grupo Maturana-Sande. La llamaron “Millacero”.
Reunidos en una oficina en el barrio Brickell, en Miami, Cristián Maturana (gerente general de la compañía), Juan Pablo Alcalde y Rodrigo Figueroa (directores), cuentan que hoy Millacero es una empresa tecnológica que conecta comunidades y residentes a través de la automatización de los edificios, con conserjería remota y gestión de encomiendas.
“Instalas cámaras, equipos de citofonía, y lo conectas a la oficina central. Y ahí los ejecutivos remotos -porque es distinto a un conserje virtual, aquí efectivamente hay una persona por detrás-, te responden”, explica Figueroa.
Si bien la proptech funciona solamente en el sector oriente de Santiago, los socios viajaron a EEUU (Alcalde vive allá) a ver las últimas tendencias en el rubro para luego adaptarlas a Chile. “Este proceso de automatización cuesta, por eso estamos en una etapa intermedia. Tocas el citófono y alguien tiene que contestarte”, dice Figueroa.
En el caso de los casilleros, cuentan, cuando instalaron los primeros, las personas del delivery rechazaban los servicios cuando se enfrentaban a una caja con botones para apretar. Ahora, explican, entregar un pedido les toma 30 segundos: “Aprietas el número del departamento, eliges a la persona que le vas a dejar el paquete, seleccionas el tamaño y se abre un casillero. A los propietarios les llega un código QR, lo escanean y se les abre inmediatamente su encomienda. Les sale más fácil que esperar al conserje. Ese cambio cultural ya empezó”, añade Maturana.
Hace un año Millacero -que funciona a través de una app- operaba en 400 departamentos de nueve edificios. Hoy, aseguran, están en cuatro mil, en cerca de 50 proyectos. “Estamos atacando unidades residenciales de mediana escala, edificios de hasta 50 unidades porque ahí es donde el gasto común pega muy fuertemente. El ahorro para un edificio de 500 departamentos no es significativo”, añade Alcalde.
En el backstage hay 40 personas trabajando; entre ingenieros, liderados por Felipe Maturana y Arturo Sande; el equipo comercial y las personas que dan asistencia remota. Los socios han invertido US$ 1 millón de capital propio, y la meta es crecer a 40 mil usuarios, para lo que invertirán otros US$ 4 o US$ 5 millones.
“El casillero es fácil de instalar. La conserjería es más difícil porque tienes que cambiar todas las corrientes débiles de los edificios y eso cuesta cerca de 1.000 UF. Queremos dar una solución de financiamiento a eso -que aún no tenemos- para poder resolver el problema de la caja de la comunidad”, dice Figueroa.