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Punto de partida

Las chilenas que quieren acelerar el reciclaje textil a nivel global

Las chilenas que quieren acelerar el reciclaje textil a nivel global

Agustina Mir, Constanza Gómez y Florencia Valladares están detrás de esta startup basada en Estados Unidos que, a través de análisis de datos e inteligencia artificial, permite identificar con precisión la composición de las fibras textiles y así mejorar el proceso de clasificación de la ropa que se recicla y evitar que termine en vertederos

Por: Antonieta de la Fuente | Publicado: Sábado 30 de abril de 2022 a las 21:00
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Cuando trabajaba en Moneda Asset Management como analista de retail, la ingeniera industrial de la Universidad Católica Constanza Gómez (32) tuvo que viajar en varias oportunidades a centros de distribución de empresas textiles. Ahí partió su inquietud sobre el tema de los desechos provenientes de la ropa.

Por eso, mientras cursaba su MBA en la Universidad de Columbia en 2021, empezó a indagar sobre este problema y sus posibles soluciones. En esto estaba cuando en un ramo se encontró con una compañera con la misma inquietud. La economista de la UC Agustina Mir cursaba un MPA en Columbia y buscaba hacer un cambio desde su trabajo centrado en las finanzas públicas –estuvo tres años en el Banco Central– hacia el emprendimiento social.

Las clases eran por Zoom y hasta que pasó un mes de su primer acercamiento, ninguna de las dos notó que ambas eran chilenas. Hoy lo cuentan entre risas como una de esas casualidades de la vida que dio origen a Sortile, la startup que formaron en julio del año pasado para acelerar el reciclaje textil y que en tiempo récord ha ganado varios premios de emprendimiento en la Universidad de Columbia. Es una de las cinco finalistas del Circularity 22, la conferencia de economía circular más importante de Estados Unidos.

La oportunidad
“Hablamos con marcas, con empresas que hacen reciclaje fibra a fibra, recolectores de ropa, firmas que se dedican a la clasificación de ropa, con quien nos diera una hora hablamos”, cuenta Agustina.

Así fue como los datos empezaron a aparecer. Descubrieron que en EE.UU. se recolecta solo el 15% de la basura textil y que toda la industria está basada en la venta de prendas de segunda mano. Pero la mayoría de las firmas obtienen sus ingresos con el 2% del volumen, es decir, cuando encuentran alguna “joya” entre la ropa. El 50%, simplemente lo botan.

“Las empresas que se dedican a la venta de segunda mano recolectan y miran ítem por ítem para ver dónde vender. Mucho va a Latinoamérica en fardos donde se mezcla de todo, ropa en buen y en mal estado y el resto se bota a un bajo precio. Para ellos es más costo eficiente botar que reciclar”, explican.

Y agregan: “Chile es el segundo importador de ropa usada desde EE.UU., lo que explica por qué hay tanta basura textil acumulada en el desierto de Atacama”.

Ahí fue cuando se dieron cuenta de que en ese 50% de basura textil que iba a vertederos había una oportunidad. Y empezaron a hacer la pregunta: ¿por qué no reciclan?

La respuesta de las marcas de ropa fue que comprar fibra reciclada les costaba 50% más que la fibra normal. La razón de los recicladores fue que la separación fibra por fibra, necesaria para el correcto reciclaje de las prendas según su composición, se hace de manera manual, mirando etiqueta por etiqueta, lo que es lento y caro. “Es una locura en términos de tiempo.

Además, el 30% de los ítems no tiene etiqueta porque alguien se la cortó o porque se destiñó. Y el tercer problema es que por ley, en EE.UU. y Europa al menos, no se exige incluir los componentes de los productos textiles cuando estos son menores a un 5%, y el spandex o elasticado, que es un plástico que se introduce en la fibra, destruye las máquinas de reciclado”, cuenta Constanza.

La intuición
“Pasamos días en las plantas de los recolectores mirando qué había en la basura, recolectando datos, porque es una industria donde no hay muchos datos”, dice Agustina. Y llegaron a la conclusión de que con la tecnología disponible hoy, se podía reciclar casi el 50% del volumen que está yendo a la basura. “Y si hay volumen que se puede reciclar vale la pena hacerlo, vale la pena separarlo. Ahí dijimos, busquemos la manera, veamos cómo hacer un negocio viable que permita escalar el reciclaje textil”, agrega Agustina.

Así nació Sortile.

Fue en julio del año pasado, en pleno verano en Nueva York, cuando todo empezó a tomar forma. Su intuición era que usando un espectómetro –un sensor que permite medir la absorción de luz– y sumando algoritmos, podrían determinar el tipo de fibra, sin necesidad de mirar etiquetas, y así acelerar el proceso de clasificación. Postularon a una competencia en Columbia, ganaron sus primeros 10 mil dólares e invirtieron en la tecnología para hacer la prueba.

Tras varios meses de construir los algoritmos y probarlos en noviembre, hicieron su primer test en vivo con una empresa de recolección de ropa.

“Los algoritmos funcionaban muy, muy bien, el setup era todavía bien arcaico, pero hicimos pruebas de clasificación textil usando el sensor y de manera manual, y éramos significativamente más rápidos”, cuenta Constanza.

Los pilotos
Postularon a nuevos fondos en la Universidad de Columbia y con eso lograron desarrollar un prototipo más estable. Ahí fue cuando se incorporó al equipo la ingeniera industrial en Ciencias de la Computación de la UC Florencia Valladares, quien en un principio trabajó part time mejorando el sensor y los algoritmos, pero que a partir de mayo se suma como parte del equipo estable de Sortile, también como cofundadora.

Sus primeros dos contratos para hacer pilotos pagados con el nuevo prototipo los firmaron en enero de este año con dos empresas de EE.UU. Una de ellas es Goodwill, una firma nonprofit que vende ropa de segunda mano con más de cuatro mil puntos de venta.
El negocio consiste en que ellas les entregan un prototipo para que su proceso de clasificación sea más rápido y eficiente.

Entre medio, las empresas empezaron a pedirles registros de los volúmenes, para así poder hacer un mejor manejo de sus inventarios y lograr llegar a las firmas de reciclaje con datos precisos para la venta. “Esto nos abre un mundo de posibilidades. Son funciones adicionales de la tecnología en función de los datos que recolectamos”, dice Constanza.

El futuro
Hace una semana ganaron la competencia Columbia Challenge, el premio a la mejor startup con impacto social de la escuela de Administración Pública de esa universidad, y el segundo lugar en el certamen de Cambio Climático de la casa de estudios de Nueva York. En total son 60 mil dólares que les permitirán seguir escalando su negocio, al mismo tiempo que recaudan capital. Ya están en la primera ronda, donde pretenden levantar fondos chilenos y norteamericanos.

“Queremos tener fondos de Estados Unidos por un tema de network; estamos basadas acá y siempre vamos a tener una pata en Chile, pero hay todo un valor agregado que entrega recibir capitales norteamericanos: acceso a mercados y potenciales clientes”, explican.

“En la medida que hemos ido acumulando logros se hace más fácil. Que hayamos podido cerrar con Goodwill, ganar estas competencias y estar hoy día entre los cinco finalistas de Circularity 22, donde somos la empresa más joven que participa, nos suma valor y demuestra que estamos trabajando para que Sortile siga creciendo”, agrega Constanza.

Papa John's, Melt y ahora Under Pizza: la receta maestra de Marlon Huerta

Telepizza, Papa John’s y Melt. Todas esas marcas están o estuvieron relacionadas con Marlon Huerta, periodista y empresario gastronómico que ha sacado buenos dividendos de este tipo de comida. Le vendió Papa John’s a Drake y luego Melt a Jorge Yarur; reside hace tres años en Miami, admite que come mucha pizza y que también ha emprendido con otros negocios, entre ellos, la franquicia de bicicletas Pivot y una tienda Gourmet. Ahora, está enfocado en potenciar su última creación: Under Pizza, que ya se está expandiendo por todo chile.

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