Punto de partida
Tres exits, tres mil inversionistas y US$ 20 millones: los 10 años de Broota
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Cuando José Antonio “loco” Berríos egresó de Ingeniería Civil en la Universidad Católica en 2005, decidió irse a viajar. Recorrió Asia por un año con la intención de absorber experiencias y culturas. Pasó por el Tíbet, Tailandia y otros países del continente. A su vuelta emprendió. Su padre era trabajólico y apenas lo veía, él quería ser distinto y estar disponible para eventos familiares importantes.
Fundó una empresa de eficiencia energética que duró 10 meses, luego vendió productos gourmet provenientes de la Isla Juan Fernández, pero tras dos años de intentos, fracasó.
Recién el 2008 le empezó a ir bien. Junto a unos amigos creó una empresa de servicios informáticos. Lejos del venture capital, Berríos cuenta que era una compañía tradicional, con facturas recurrentes, grandes clientes y crecía a medida que éstos aumentaban. “Nos iba bien, pero no tenía idea del mercado de capitales”, recuerda.
Salieron a buscar capital a la banca y les dijeron que por ser tan nuevos no eran sujeto de crédito, “Fue mi primer choque con el sistema financiero tradicional. Estábamos partiendo una empresa, en una industria en alza, con fundadores de buenas universidades, clientes e ingresos. Si esto nos pasaba a nosotros, cómo será el resto”, pensó.
Al borde de cumplir 30 años, quería dedicarse solo a una cosa y no prestar servicios en muchas materias; además, no estaba alineado con las intenciones de sus socios. Se fue al Congo. “Ya no a absorber, ahora a dejar una huella”, dice, y recuerda que era un contexto de guerra, pobreza, tribus y brujería. Organizó un torneo de fútbol donde por primera vez los habitantes escucharon reglas y llegaron más de mil jugadores de distintas partes. Ahí le hablaron de la economía colaborativa. Se obsesionó, y en las dos horas diarias que tenía electricidad empezó a investigar.
Estafa en Brasil
El 2012, tras salir del Congo se fue a Holanda, donde estaban naciendo las primeras plataformas de crowd equity, y logró hablar con el fundador de una. Le dijo que podía llevarse la empresa y desarrollarla en Latinoamérica, pero que había un desafío regulatorio importante. Contactó a un estudio de abogados chileno y tras unos meses pro bono, le dijeron que no se podía hacer acá. “Fue mi primer alcachofazo”, dice. Siguió buscando y llegó a CMS Carey y Allende, quienes tras mucho estudio dijeron que sí, se podía.
Se hicieron socios y empezaron a desarrollar una plataforma de crowd equity. Vendió su participación en la consultora de informática y en enero de 2013 estaba 100% dedicado a Broota. “El 3 de mayo salimos al aire, la idea era lograr algo donde las personas pudieran invertir de manera simple y ser parte de las empresas del futuro”, cuenta. Ese año se financiaron tres startups, y al año siguiente llegó Algramo, Khipu y Cerveza Guayacán (hoy parte de CCU).
Se juntaron con el ministro de Economía de la época, Félix de Vicente, para hablar temas regulatorios de la industria y decidieron salir a Brasil con su negocio. Con los permisos necesarios entregados por la embajada, contrataron a un socio que se devolvió de un MBA para ser el country manager. Pero al poco tiempo, dicen, los estafó: se quedó con la idea y la operación. “Fue una mala decisión societaria, pero nos dimos cuenta que podíamos abrir otro mercado”, reflexiona Berríos.
Decidieron agrandar el equipo. Federico Iriberry había ayudado a fundar el centro de emprendimiento de la UDD y luego fue uno de los fundadores de UDD Ventures. Pasó también por Corfo en el primer gobierno de Piñera, y cuando ya se acababa ese mandato empezó a buscar ofertas. Por Twitter encontró una de Broota y, a pesar de que no calzaba con el perfil de lo que buscaban, decidió postular. Al año siguiente, en 2015 ya era cofundador. Por esa época hubo una renovación en el equipo: José Tomás Bergueccio y Alejandro Pérez decidieron salir de la firma y entró Santiago Ficca como CTO.
Año para el olvido y Karün
En 2015 el estrés le pasó la cuenta a Berríos y tuvo su primera crisis de pánico. Venían de ser estafados, y hacer una demanda los hubiera dejado sin recursos. Para probar su modelo, decidieron levantar una ronda para Broota, tal como lo harían para las empresas que decidían buscar financiamiento a través de su plataforma. Lograron recaudar $ 120 millones entre el fundador de Ciudad Luz, Andrés Steinacker, Edmundo Pérez Yoma, Ignacio Canals, Nicolás Luksic, Jorge Matte Capdevilla y Cristóbal Silva (Fen Ventures), entre otros.
El año siguiente eligieron financiar pocas empresas con gran potencial, más que buscar volumen. En esa época, recuerdan, “llegó un chascón medio hippie que venía de dos quiebras pero que ahora pensaba que tenía la solución a su negocio, producir fuera de Chile”. Era Thomas Kimber, el fundador de Karün. Logró levantar $186 millones, a una valorización de $2.400 millones.
Exits de Págo Fácil y Baby Tuto
Al mismo tiempo, recuerdan que llegó un ingeniero con la idea de crear una plataforma de pagos para que los e-commerce pudieran vender rápido, sin esperar el contrato con Transbank. Le dijeron que tenía que armar un equipo y conseguir clientes. Volvió de su MBA en Holanda con 132 clientes y un crecimiento superior al 20% mensual, además de un empleado. Levantó una ronda de $ 40 millones por el 10% de la firma. Era Cristián Tala, el fundador de Pago Fácil: lo vendió en 2021 en más de US$ 20 millones con un retorno de 176% anual a los inversionistas.
El 2018 Broota ganó un Corfo de $ 200 millones repartido por dos años. Venía con el compromiso de aumentar el equipo y metas. A fines de ese año, cuando ya habían contratado a ocho personas, les dijeron que los recursos se redestinarían. Tuvieron que tomar una decisión difícil: despidieron al equipo, Iriberry asumió como líder de emprendimiento en la USS y quedaron solo Berríos y el CTO. Ese mismo año Wild Foods levantó $ 65 millones, y al año siguiente llegó Baby Tuto. La primera hoy aumentó su valorización en 250 veces y la segunda se vendió a Walmart.
El trabajo multifuncional volvió a pasarle la cuenta a Berríos, y en 2020 tuvo su segundo burnout. Pese a todo, decidieron volver a crecer. Iriberry volvió al ruedo y en 2021, con mejores números y un portafolio diversificado, sacaron un fondo para invertir en startups Brootadas. Levantó cerca de US$ 3 millones con Eduardo della Maggiora (Betterfly), Nicolás Fuenzalida (Políglota), Ignacio Canals (Lemontech), Cristián Tala (Pago Fácil), Broota SpA , el expresidente de JP Morgan Chile Vicente Monge y el ex CEO de Moneda Antonio Gil, entre otros. Apostaron por 17 empresas.
El mismo año se invirtieron $ 6 mil millones en la plataforma, y este año ya van más de $ 6.300. En su primera década de historia han financiado 61 rondas, de las cuales 12 empresas ya no existen y la rentabilidad actual del portafolio es de 36%. “Nuestra lógica es, de diez startups cuatro van a fracasar, cuatro no van a lograr acelerarse pero mantienen la operación, una va a ser exitosa y una va a pagar el resto”, explican. A esta última la catalogan como “Elon”, aludiendo al fundador de Tesla y dueño de Twitter.
Por Broota han pasado $ 19.500 millones, más de tres mil inversionistas (el 43% entre 35 y 45 años) y el promedio de inversión es de $ 6 millones. Las mujeres son un 20% de sus inversores (partieron siendo el 5%). Hoy trabajan 19 personas, afirman que son rentables y se proyectan para lo que viene con las nuevas regulaciones. “Nos van a permitir conectarnos con el sistema financiero tradicional”, comenta Berríos.