Tecno
10 nuevos satélites en órbita y tres estaciones regionales: el plan espacial de Chile
-
Cuéntale a tus contactos
-
Recomiéndalo en tu red profesional
-
Cuéntale a todos
-
Cuéntale a tus amigos
-
envíalo por email
“Sus espacios aéreos soberanos y bajo control nacional, sumado a su pleno acceso al espacio ultraterrestre, definen la condición de carácter tridimensional del Estado de Chile”. Eso dice la última versión de la Política de Defensa Nacional del año 2020.
Y como parte de esa soberanía, un satélite de 90 kilos y un tamaño aproximado de 55 por 85 centímetros, con la bandera chilena estampada en uno de sus costados, fue lanzado al espacio a las 18:55 horas del lunes 12 de junio al separarse del cohete Falcon 9 de la empresa SpaceX, de Elon Musk. Así, el Fasat-Delta entró en órbita y se sumó al Fasat Charlie, que lleva 12 años dando vuelta por la Tierra.
Pero vienen más, explica la ministra de Ciencias, Aisén Etcheverry. La idea es que en órbita haya 10 nuevos satélites, tres grandes (los Fasat Eco I, II y III), siendo el tercero de éstos producidos 100% en Chile. Además de otros siete nanosatélites que también serán lanzados al espacio.
¿Por qué esto importa? Por varias razones, dice la secretaria de Estado, pero una de ellas tiene que ver con un asunto geopolítico. Todos los países quieren y tienen que estar en esta nueva carrera espacial que se ha desplegado. Pero además por las implicancias científicas y tecnológicas de tener acceso a esos satélites.
Dentro de la Política Nacional Espacial, que coordinan los ministerios de Ciencias, Defensa, Bienes Nacionales, Transporte y Telecomunicaciones, así como la Fuerza Aérea, también se cuenta la pronta construcción de tres estaciones nacionales espaciales, en Antofagasta, Santiago y Magallanes, las que descargarán los datos e imágenes de los satélites y con análisis humanos y de inteligencia artificial darán cuenta de lo que se capture.
En la práctica, tener a los Fasat Charlie y Delta en estos momentos dando vuelta por el mundo sirve, por ejemplo, para detectar mejor los puntos de incendios forestales o de catástrofes naturales, mejorando la gestión de emergencias. También se puede identificar mejor problemas agrícolas, de falta de agua, así como el derretimiento de glaciares y otros efectos de la crisis climática.
El Delta, que estará enviando imágenes a la tierra en las próximas tres semanas, una vez que se calibre bien su posición, permite obtener fotos y videos de gran precisión y puede llegar a identificar autos, casas y árboles.
El Fasat-Alfa fue el primer intento fallido de poner un satélite chileno en órbita; con un peso de aproximadamente 50 kilos, fue diseñado y construido por la empresa británica Surrey Satellite Technology (SSTL) y lanzado el 31 de agosto de 1995, pero no logró insertarse en la órbita definida debido a una falla en el sistema de desacoplamiento del satélite madre.
El Fasat Bravo fue el segundo, y sí tuvo éxito. Fue lanzado por la Fuerza Aérea de Chile y el 10 de julio de 1998 se convirtió en el primer satélite chileno en orbitar la Tierra de manera independiente. Con características similares al Fasat-Alfa, estuvo en órbita durante su vida útil (dos años y 11 meses), y cumplió una función trascendental en el desarrollo de la experiencia científica de Chile.
Pero también ahora, además del Fasat Delta, construido por la empresa de origen israelí ImageSat International (ISI) y la estadounidense Tyvak, hay en el espacio otros satélites más pequeños que hasta contienen flores. La Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile puso el año pasado en órbita sus satélites SUSAHI 1 y 2, además del Plansat. Este último tiene como objetivo hacer experimentos biológicos en el espacio.
En su interior viaja una tillandsia o clavel del aire, planta que no necesita tierra para sobrevivir, pero que funciona como análoga a plantas que pueden ser relevantes en el espacio, tanto como alimento como para producir oxígeno. Su contenedor, especialmente fabricado para mantener a la planta viva y medir su condición, permitirá determinar si ésta tolera el ambiente.
Con el mismo objetivo, fueron enviados cuatro contenedores más pequeños con microorganismos extremófilos que viven en zonas extremas de Chile y que pueden tener aplicaciones en el espacio, como purificadores de agua, por ejemplo, la degradación de residuos y la lixiviación, para una potencial minería espacial.
“Esta es la nueva frontera, y tenemos que ser parte de este proceso”, dice la ministra Etcheverry.