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El día en que Juan Pablo Mohr llegó al Everest sin oxígeno suplementario ni sherpas
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[Nota publicada el 8 de noviembre de 2020]
El 24 de mayo de 2019 y cerca de la medianoche, Juan Pablo Mohr (33) se encontraba en uno de los campamentos base que están a los pies del Everest. Frente a él, la montaña más alta del mundo se imponía con una escalada que, según el experimentado deportista, desde abajo se veía "casi imposible", No llevaba botellas de oxígeno y tampoco requirió la ayuda de sherpas. A Mohr sólo le bastaba la compañía de su equipo, el catalán Sergi Mingote y el brasileño Moeses Fiamoncini.
Decidieron subir por la cara sur de la montaña y en el camino fueron viendo cuerpos de personas que no pudieron lograrlo. Entre aquellos escaladores que quedaron en el camino, Juan Pablo comenta que vivió algunos de los momentos que más le han exigido físicamente. "Caminaba 7 pasos y tenía que detenerme para hacer 20 respiraciones antes de seguir avanzando", comenta. Además, agrega, el Everest era el mayor desafío de su vida. Aún así se negó a usar oxígeno suplementario. "Es como hacer trampa", enfatiza. Y dice que prefiere escalar de la forma más "pura posible".
Después de un duro camino y al llegar a la cima lo primero que se le vino a la mente fue su familia. A pesar de lo difícil del trayecto, nunca se le pasó por la cabeza "abandonar". Dice que fueron sus tres hijos los que le daban fuerzas para segur subiendo: antes de partir le pidieron de regalo piedras de la cumbre del Everest. "Les pregunté si preferían una del Lhotse (la cuarta montaña más alta del mundo y cercana al Everest), y dijeron que no. Que sólo querían una del Everest. Y tuve que llegar", explica entre risas.
Las 14
Su hazaña lo transformó en el primer chileno en escalar el Everest sin la ayuda de oxígeno suplementario ni la guía de sherpas. Su nombre pasó a la historia y comenta que piensa superar con la misma modalidad las 14 cumbres más altas del mundo. "Los ochomiles", añade el escalador, quien ya ha conquistado 5 de ellas: el Dhaulagiri (8.167 m), el Annapurna (8.091 m), el Manaslu (8.156 m), el Lhotse (8.516 m) y el Everest (8.848 m). Piensa terminar las 9 restantes en 2022, y escalar siete de ellas, en 2021.
Mientras conversa, Mohr viaja camino al norte de Chile junto a un grupo de amigos con los que pasará un mes y medio escalando algunas cumbres del país, como el Ojos del Salado, el volcán más alto del mundo, con 6.893 metros sobre el nivel del mar.
El peligro
Ser escalador de élite no es fácil. Existe peligro en cada paso y los riesgos en la alta montaña son elevados, Cuenta Mohr que una vez estaba escalando el Annapurna, en los Himalayas, y comenzó a oír ruidos extraños que lo pusieron en alerta. "Escuché gritos que venían desde el campo 2 que está más abajo y altiro caché que venía algo, miro hacia arriba y vi una avalancha gigante", recuerda. Con el impacto su casco quedó con pedazos de hielo incrustados que salvaron su cráneo. Aunque luego vendría otro problema, el temido polvo de nieve.
"No podía respirar. Me estaba ahogando, por lo que me puse la parka en la cabeza hasta que no resistí más y traté de salir cuando había pasado la avalancha". Salió ileso, pero tuvo que bajar para evaluar si era o no seguro volver a subir. Cuenta que "entre la adrenalina del momento lo único que pensé fue 'ni cagando me muero'". Pese a ello, confiesa, él no siente miedo cuando empieza una nueva travesía.
Después de escalar el Lhotse, Juan Pablo cuenta que junto a su equipo se encontraban descansando y de pronto tuvieron que improvisar un rápido rescate. "En un momento sentí unos ruidos de personas que se caían sobre mi carpa y al mirar había una pareja de escaladores heridos". Se trataba de la rusa Nastya Runova y el búlgaro Ivan Yuriev Tomov. Mohr y su equipo los tomaron para intentar bajarlos de la montaña y después de algunas horas lograron salvar la vida de la mujer. Sin embargo, el hombre murió en los brazos de Juan Pablo. "Fue muy impactante... experiencias así, te marcan la vida, te hacen más fuerte y te obligan a sacar lecciones para el futuro", reflexiona.
Su ángel
Juan Pablo se familiarizó con la montaña desde muy pequeño. Fue su padre, Raúl Mohr, quien lo llevó a esquiar cuando tenía apenas 3 años de edad. Ahí hizo sus primeros acercamientos a lo que sería en el futuro la pasión de su vida. Subió distintas cumbres y cada vez se exigió hacerlo a una mayor altura. A sus 13 años comenzaría con el Manquehue (1638 msnm), cerro de baja dificultad pero suficiente para aquellos años.
A sus 17 cumpliría un desafío más grande con El Plomo (5.424 msnm), la montaña más alta visible desde Santiago hacia la Cordillera de los Andes. No se detuvo y salió en busca de nuevas cumbres al extranjero. Sin embargo, en el Himalaya y después de dominar el Everest, algo cambiaría su vida. Su madre, Carmen Prieto, le entregaría la noticia de que a su padre le habían encontrado un cáncer pulmonar que un mes y medio después le daría el último respiro.
Juan Pablo dejó todos sus planes y volvió a Chile para acompañar a quien lo había llevado por primera vez a la montaña. Hoy dice que su padre está con él desde el cielo, lugar al cual se acerca en cada escalada. "Tengo un ángel que me cuida", explica y agrega que después de que su padre falleció se fue al Dhaulagiri por segunda vez. "Necesitaba reencontrarme con él", comenta.
"No es deporte de elite"
Juan Pablo estudió arquitectura en la Universidad Diego Portales, lo que le ha ayudado a desarrollar distintos proyectos de construcción en base al deporte. Uno de ellos, es la recuperación urbana que terminó con la construcción del Parque Escalada Los Silos. Un espacio de uso público y gratuito enfocado al desarrollo de deportes de montaña, en el Parque Los Reyes, entre Quinta Normal y Santiago. En el lugar hoy entrenan más de "50 personas al día", explica el atleta que busca acabar con la percepción de que deportes como la escalada son "elitistas". "Este no es un deporte de elite", recalca.
Tal espacio corresponde a la modificación de una antigua fábrica de cemento abandonada hace más de 70 años que hoy mezcla el arte, la arquitectura y el deporte para promover conciencia por el reciclaje, la vida sana y el medio ambiente. Además, la Fundación Deporte Libre, que armó junto a un grupo de compañeros de universidad, amigos y colaboradores como Lippi, Propamat, Sunrental, Ciencia Viva, Petzl y la Comunidad de Organizaciones Solidarias, han desarrollado distintos proyectos a lo largo del país, como plazas y patios donde se pueden practicar ejercicios outdoor. Hoy, la iniciativa beneficia a más de "12 mil niños, niñas y jóvenes".
Otra meta: "Los 16 de Chile"
Su último proyecto consiste en explorar y ascender a las cumbres más altas de 16 regiones de Chile para potenciar la cultura y el turismo de montaña en el país, iniciativa en la cual trabaja con el Servicio Nacional de Turismo, el Instituto Nacional del Deporte, la Federación de Andinismo de Chile, CONAF y auspiciadores como CMPC y The NorthFace, entre otros. Además, intentará la construcción de 16 refugios de montaña de nivel internacional, de uso gratuito. La idea surgió de los viajes por Europa y los Himalayas, lugares donde vio una "cultura deportiva diferente y con mejor infraestructura", explica.
El proyecto llamado "Los 16 de Chile" se construirá en distintos volcanes y montañas del país. Algunos son el Tupungato de la RM, el Sullajuay de Tarapacá, el Juncal de Valparaíso, los volcanes Peteroa del Maule o Lanín de la Araucanía., entre otros. Según Mohr ya empezaron con dos locaciones: el Tronador, ubicado en Los Lagos; y, el Villa Rica en Los Ríos. "Será un proyecto de 8 años", explica.
Insiste en que Chile posee una de las mejores cordilleras del mundo y que producto de que hay privados en posesión de refugios, el acceso a ciertos lugares no es del todo fácil. Según el escalador, con el proyecto espera generar nuevas rutas y conectar a las comunidades locales. "Queremos que Chile llegue a tener los mejores escaladores del mundo", concluye.