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Cultura

El ejecutivo de Mercado Libre que transformó la historia de su abuelo en Auschwitz en un bestseller

El ejecutivo de Mercado Libre que transformó la historia de su abuelo en Auschwitz en un bestseller

Este julio, después de casi seis años de investigación, Gabriel Salinger, subgerente comercial del gigante argentino, publicó El hombre que nunca escapó de Auschwitz, un libro que recupera el paso de su abuelo por los campos de concentración durante el Holocausto. Ya está dentro de los más leídos del país y no le cierra la puerta a volver a escribir.

Por: Mateo Navas | Publicado: Jueves 10 de agosto de 2023 a las 12:00
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A pesar de llevar el apellido de uno de los grandes novelistas del siglo XX, Gabriel Salinger (32) nunca pensó que terminaría escribiendo un libro. Lo de él eran las matemáticas, la música, la educación física. Por eso estudió ingeniería comercial en la Universidad de Chile y luego ejerció como ejecutivo en Vértigo Consulting y Entel. Hoy trabaja en Mercado Libre. Llegó a la empresa argentina en 2019 y en febrero de este año asumió la subgerencia comercial en Chile y Perú, donde está a cargo de la comunicación y la inversión publicitaria de las grandes marcas que comercializan en MELI, como Apple, Nestlé o Nike.

El origen de su faceta literaria se remonta a seis años atrás: en enero de 2017, en medio de su despegue profesional, Salinger viajó a Praga, República Checa. Ahí, en la sinagoga Pinkas, entre los 80 mil nombres de judíos checos que fueron asesinados en el Holocausto y que están escritos en sus muros, encontró los de su bisabuela y el padrastro de su abuelo, Heinz Salinger. Ese día no pudo dormir. Y en el desvelo revisó un mail que su padre le mandó en 2009, cuando visitó Auschwitz, el mayor campo de concentración del régimen nazi, ubicado a 70 kilómetros de Cracovia, Polonia.

“Ese correo fue mi punto de partida. Ahí mi papá me explicó que mi abuelo, Opi, estuvo en Terezín, Auschwitz y en una fábrica de trabajo forzado (Meuselwitz). Las fechas eran incorrectas, pero esa fue la base de todo lo que vino después”, comenta Salinger, sentado en un café a pocas cuadras de su oficina en Mercado Libre, en Las Condes.

Con esa información comenzó una investigación de tres años. Se comunicó con fundaciones, revisó bases de datos y envió cartas a todas las personas que alguna vez tuvieron contacto con su abuelo, quien murió en 1995, cuando él tenía 4 años.

Heinz Salinger junto a su esposa Kate y seis de sus nietos. 1993. Créditos: Penguin Random House Grupo Editorial S.A.

“No tengo muchos recuerdos de él, sólo fotos”, explica. Además, complementa, al igual que muchas víctimas del Holocausto, Heinz Salinger (que cuando llegó a Chile cambió su nombre a Enrique), rara vez hablaba de su experiencia en la Segunda Guerra Mundial.

“Según los especialistas, hay tres motivos por los cuales las personas no hablan de sus experiencias durante el Holocausto. En primer lugar, el no recordar esa época. Pero en el caso de mi abuelo, él veía todas las películas que había sobre ese tiempo. Lo segundo es sentir vergüenza por haberse dejado humillar y denigrar hasta la máxima expresión. Y la tercera, que lo leí en documentos de mi abuelo, es la culpa por haber sobrevivido”, reflexiona.

Proyecto secreto

En febrero de 2020 reunió a su familia y les presentó un PPT. “Les pasé un árbol genealógico para que entendieran más o menos cómo estaba armada la familia. Mi objetivo era que se llevaran toda la información y que tuvieran claro qué había pasado con mi abuelo. Pero dado que era tanta información, entendí que se les iba a olvidar la gran mayoría de las cosas”.

Al mes siguiente estalló la pandemia y ahí, en medio del encierro, decidió comenzar una novela para explicar los detalles de la vida de su antecesor desde que comenzó el régimen nazi hasta que logró escapar de Europa, en 1948. Habló sólo de personajes reales y construyó los diálogos y escenas en base a la información que recopiló. “Ahí viene la parte novelada”, explica Salinger.

Para hacerlo, se basó en las fotografías, cartas y documentos recopilados en su investigación. En paralelo, leyó libros de autores como Julia Navarro, Isabel Allende, Carlos Ruiz Zafón y Stefan Zweig. También leyó La bailarina de Auschwitz, El tatuador de Auschwitz y Los amantes de Praga.

“Fui bien autodidacta. Quería tomar talleres, pero me decían que empezaban en tres o seis meses. Yo quería comenzar ya. Entonces hubo mucho trabajo de internet y dos personas que me ayudaron cuando ya estaba avanzado”, relata.

Estrella de David que Heinz conservó en la guerra. Créditos: Penguin Random House Grupo Editorial S.A.

No le comentó nada a nadie, ni siquiera a su señora o a su familia directa. Tampoco a su empleador. Todos los días, dos horas antes de empezar a trabajar, se sentaba frente a su computador, ponía play a una lista de reproducción de piano y escribía. Cuando llegó a la mitad del borrador, ahí recién le comentó a su mujer. “’¿En qué momento lo hiciste?’, me preguntó”, recuerda Salinger.

“Tengo la suerte de trabajar en un lugar que, si bien es de alta intensidad y exigencia, también es muy flexible y permite tener un buen equilibrio entre lo laboral y lo personal. Si alguna vez tenía algo puntual, cumplía con mis objetivos en la pega después”, enfatiza.

Durante el proceso de escritura le enviaba capítulos a un amigo periodista que le corregía estilo y errores menores.

Este libro, incluso siendo una novela, era sólo para mi familia, no era para publicarse. Pero cuando estaba terminando me di cuenta de que daba para más. Podía ser interesante para la comunidad judía y para el lector general”, confiesa.

Fue ahí cuando decidió mandarlo a editoriales.

El libro, que según Salinger es una “novela con datos reales”, repasa la vida de su abuelo desde que era un adolescente en una Checoslovaquia que sucumbía ante la avanzada de los Nazis.

El año pasado cerró con Aguilar, uno de los sellos de no ficción de Penguin Random House. A principios de julio se publicó y ya ha aparecido en los rankings de los libros más leídos en el país. La primera semana estuvo en la categoría de no ficción, y luego transitó a ficción.

-Se podría decir que eres un escritor bestseller.
-(Ríe) No quiero insensibilizarme con respecto a eso, pero sigue siendo extraño. Al principio no pensé en escribir un libro, nunca proyecté mi vida ligada a la literatura. Entonces ver mi nombre entre los más vendidos es bien raro, pero más allá del orgullo que me pueda generar, pienso que es bueno compartir esta historia, porque ese era el objetivo inicial, que más personas la lean.

Cuando Salinger terminó el libro, decidió agregarle música: “Pensé que sería entretenido que el libro tuviera un soundtrack. Siempre me ha gustado tocar el piano, y un día dije: ‘Vamos a ver qué sale’. Justo me agarró la inspiración y en un día compuse una primera canción. Y hace un mes, cuando el libro salió, también me pilló de nuevo inspirado. Hice dos canciones más y quizás también hago otras. Me encantó la idea y me sale rápido”.

“Todavía hay mucho negacionismo”

El libro, que según Salinger es una “novela con datos reales”, repasa la vida de su abuelo desde que era un adolescente en una Checoslovaquia que sucumbía ante la avanzada de los nazis. De una página a otra los judíos se convirtieron en una comunidad perseguida por Alemania: se les negaron los accesos a parques y se les destruyeron sus negocios, cementerios, hospitales, escuelas, casas y sinagogas.

En paralelo, Salinger intercala las sesiones que su abuelo tuvo con un psiquiatra en Chile, donde refleja sus limitantes para explicar su experiencia durante el Holocausto. “Yo no quería que fuera una historia lineal. No quise contar sólo la historia de la guerra, sino lo que vino después”, explica el autor, quien enfatiza que la terapia estaba documentada en papeles reales. “No es algo que inventé yo, de hecho, son cosas bien textuales”.

Parte importante de la narración ocurre en Terezín, uno de los guetos de judíos en Checoslovaquia, donde su abuelo vivió entre 1942 y 1944. Ahí describe los trabajos forzados, las nulas condiciones sanitarias y sus andanzas como adolescente.

“Lo que más me sorprendió fue entender cómo eran las condiciones en Terezín. Siempre está la discusión de si era un gueto o un campo de concentración. Creo que esas son formalidades, es innecesario poner a esos lugares en una escala del horror. Pero mi pregunta era, ¿qué hacían ahí? No podían estar todo el tiempo postrados. Entonces me enfoqué en explicar cómo era el día a día, cómo afrontaban el ocio, cómo vivían su vida cultural”.

Uno de esos ejemplos era la liga de fútbol. “Uno no esperaba que existiera una liga de fútbol en un contexto así. Y eso no opaca lo terrible que eran las condiciones. En el fondo, la forma de vida casi infrahumana se mezcla con la intención de recuperar la dignidad”.

En septiembre de 1944 su abuelo fue trasladado a Auschwitz, campo de exterminio por el que pasaron más de 1,3 millones de judíos. Y a diferencia de Terezín, los capítulos de ese momento son pura oscuridad. “Todos lucían igual: misma ropa, cabeza rapada, esqueléticos. Parecían ganado”, se lee de la novela, que también narra la experiencia de Heinz Salinger cuando logró salir del lugar meses antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial.

-En el epílogo escribes que hoy más que nunca es importante reforzar el recuerdo del holocausto “para evitar que se repita”. ¿Por qué enfatizas el “hoy más que nunca”?   
-No quiero entrar en temas políticos, pero todavía hay mucho negacionismo del Holocausto. Y para nosotros sigue siendo un tema cercano. Mi propio abuelo estuvo ahí. En algunos años ya no habrá personas vivas y me imagino que habrá un cambio en la forma en que se verá este periodo.

-¿Seguirás escribiendo?
-No lo descarto para nada. Pero lo que me motivó a hacer esto fue la historia familiar. Escribir de otra cosa, probablemente no. La investigación no ha terminado, sigo recibiendo mails. De hecho, recientemente encontramos un documento de un discurso de mi bisabuelo a mi abuelo, de bienvenida cuando él llegó a Chile. Entonces, en la medida de que tenga información y que siga teniendo ganas para hacerlo y que crea que hay una historia que contar, quizás sí.

Créditos: Penguin Random House Grupo Editorial S.A.

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