Cultura
Altraforma: el arte de enmarcar para conservar

Altraforma: el arte de enmarcar para conservar
En su taller del barrio Italia, Marta Gutiérrez y Antonio Castell han enmarcado más de 75 mil obras a lo largo de 32 años. Lo suyo no es solo técnica: es una manera de entender el arte como algo que merece ser protegido. En Altraforma, donde artistas trabajan para artistas, cada pieza que les llega —sea un original de museo o un dibujo escolar— recibe el mismo rigor y respeto. Museos, artistas y coleccionistas los buscan no solo por su oficio, sino por una ética que entiende el enmarcado como una forma de preservar la memoria visual del país.
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Por las manos de Marta Gutiérrez han pasado obras originales de Picasso, Miró y Goya. Son manos entrenadas en el oficio minucioso del enmarcado: con ellas mide, corta y arma molduras, pule esquinas, elige el vidrio y el papel adecuado para cada obra. Su trabajo, de una meticulosidad absoluta, le ha dado el trono del mejor taller de enmarcación en Chile.
Se trata de Altraforma, ubicado en la calle Tegualda, Providencia, con 32 años de historia y una clientela que incluye museos, artistas y coleccionistas que buscan algo más que un marco: buscan conservación.
Se trata de Altraforma, ubicado en la calle Tegualda, Providencia, con 32 años de historia y una clientela que incluye museos, artistas y coleccionistas que buscan algo más que un marco: buscan conservación.
Estudió Bellas Artes y se formó como ceramista, pero el destino la llevó por otro camino. En 1974 viajó a Barcelona para encontrarse con quien entonces era su pololo, hoy su marido y socio, el artista Antonio Castell. En su búsqueda de un trabajo vinculado al arte, terminó en una tienda de marcos en plena Rambla Cataluña, dedicada principalmente a la decoración de interiores. No era un lugar inspirador: se vendían láminas que debían combinar con los sillones y el papel mural floreado de la época. Pero ahí aprendió lo básico.
El giro vino cuando fue contratada por Astrolabius, la tienda de marcos más prestigiosa de la ciudad, ubicada en el elegante barrio de Sarrià. Bajo la tutela de Ramón Córdoba —un enmarcador formado en Suiza— aprendió el oficio de verdad. Fue allí donde pasaron por sus manos obras de nombres esenciales del arte universal.
El giro vino cuando fue contratada por Astrolabius, la tienda de marcos más prestigiosa de la ciudad, ubicada en el elegante barrio de Sarrià. Bajo la tutela de Ramón Córdoba —un enmarcador formado en Suiza— aprendió el oficio de verdad. Fue allí donde pasaron por sus manos obras de nombres esenciales del arte universal.
Retorno nacional
Trabajó ahí durante 19 años, hasta que decidió volver a Chile junto a su familia. Sus dos hijos habían nacido en Barcelona, pero ya estaban creciendo y el cambio de país se volvía cada vez más difícil. “Era ahora o nunca”, recuerda.
De regreso en Santiago, tenía una certeza: no quería trabajar para nadie más. Con la experiencia acumulada en Europa, decidió montar su propio taller y replicar en Chile el estándar que había aprendido en España.
“Yo llegué diciendo que iba a tener la mejor tienda de marcos del país. Todos me miraban como diciendo ‘qué patuda’, pero lo logré”, dice. Así nació Altraforma, en una casa del barrio Italia. El plan original incluía una pequeña galería de arte al frente, y poco a poco, gracias al boca a boca, los clientes empezaron a llegar.
En estas tres décadas, el nivel de excelencia de su trabajo les ha valido la confianza de artistas y coleccionistas. El pintor Samy Benmayor, cliente habitual del taller, lo resume así: “Son los mejores marqueros de la ciudad. Además, no hay que pensar mucho, porque ellos saben cuál es la opción para cada persona que va. Los marcos más sencillos y lindos están ahí”.
De regreso en Santiago, tenía una certeza: no quería trabajar para nadie más. Con la experiencia acumulada en Europa, decidió montar su propio taller y replicar en Chile el estándar que había aprendido en España.
“Yo llegué diciendo que iba a tener la mejor tienda de marcos del país. Todos me miraban como diciendo ‘qué patuda’, pero lo logré”, dice. Así nació Altraforma, en una casa del barrio Italia. El plan original incluía una pequeña galería de arte al frente, y poco a poco, gracias al boca a boca, los clientes empezaron a llegar.
En estas tres décadas, el nivel de excelencia de su trabajo les ha valido la confianza de artistas y coleccionistas. El pintor Samy Benmayor, cliente habitual del taller, lo resume así: “Son los mejores marqueros de la ciudad. Además, no hay que pensar mucho, porque ellos saben cuál es la opción para cada persona que va. Los marcos más sencillos y lindos están ahí”.
Pero el camino no fue fácil, especialmente por ser mujer. “Yo iba a la ferretería y pedía cáncamos, y me miraban como diciendo, ¿y esta qué sabe de cáncamos?”. En reuniones con proveedores, los interlocutores no la miraban a ella, sino a su marido. “Y él les decía: no, a mí no me hablen, si yo no entiendo nada de esto, es ella la que sabe”. También tuvo que lidiar con el escepticismo de quienes no creían que supiera cortar vidrio o montar un marco desde cero.

Desde el comienzo, Marta se propuso hacer del enmarcado un trabajo serio, riguroso y orientado a la conservación. “El marco tiene que estar, pero no tiene que estar”, dice, explicando que su función es acompañar a la obra, no competir con ella. En Altraforma no se usan masking tapes, scotch ni materiales que con el tiempo dañen el papel: todos los adhesivos y cartones son libres de ácido, y los fondos se montan sobre foamboard, un soporte que no amarillea ni transmite humedad.
Los vidrios —cuando el cliente lo permite— incluyen protección UV del 70%, y algunos modelos eliminan el reflejo por completo. “Nosotros lo vemos como un depósito a plazo. Puede que ahora te cueste caro enmarcar, pero de aquí a 30 ó 40 años te vas a dar cuenta: está igual. No ha cambiado, no se ha puesto amarillo”, asegura Marta.
Ese compromiso con la conservación les ha abierto las puertas a encargos de alta exigencia técnica. Uno de ellos fue la enmarcación de la colección de monedas y billetes del Banco Central, que abarca desde la época colonial hasta el presente. Las monedas debían exhibirse por ambos lados sin aplicarles ningún tipo de adhesivo, por lo que diseñaron un sistema de montaje con acrílicos perforados a medida, numerados una a una. Todo fue instalado dentro de las bóvedas del banco, bajo estrictas medidas de seguridad.
“Hasta el día de hoy me arrepiento de no haberme tomado una foto con un par de lingotes de oro”, dice Antonio. Otro encargo fue para el museo de la Viña Santa Rita, donde debieron enmarcar piezas históricas con vidrio antibala. “Los cuadros pesaban muchísimo. Una noche me desperté pensando que no iban a resistir colgados, así que le dijimos al cliente que había que hacer una obra de ingeniería”, recuerda Marta. También han trabajado con el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Bellas Artes, el Museo Precolombino y el Museo de la Solidaridad Salvador Allende. Para este último enmarcaron un original de Joan Miró que debía montarse en sala, sin mover la obra.
“Hasta el día de hoy me arrepiento de no haberme tomado una foto con un par de lingotes de oro”, dice Antonio. Otro encargo fue para el museo de la Viña Santa Rita, donde debieron enmarcar piezas históricas con vidrio antibala. “Los cuadros pesaban muchísimo. Una noche me desperté pensando que no iban a resistir colgados, así que le dijimos al cliente que había que hacer una obra de ingeniería”, recuerda Marta. También han trabajado con el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Bellas Artes, el Museo Precolombino y el Museo de la Solidaridad Salvador Allende. Para este último enmarcaron un original de Joan Miró que debía montarse en sala, sin mover la obra.
Trabajo a la española
En una casa con piso de madera y techos altos cuelgan cuadros de artistas chilenos contemporáneos. Al fondo, el corazón del taller: mesas de trabajo, herramientas alineadas, molduras apiladas y una luz suave que entra por los ventanales. Suena música clásica. Marta no solo trajo de España las técnicas del oficio, sino también una forma de trabajar: colaborativa, sin jerarquías.
“Allá tú eres un colaborador, y eso es lo que he tratado de aplicar aquí”, explica. Juan, artista autodidacta, lleva 32 años en el taller; Gonzalo, escultor, se sumó hace cuatro. Altraforma es, en el fondo, un taller de artistas trabajando para artistas: por eso, quienes llegan con una obra en la mano no encuentran solo técnica, sino comprensión y respeto por el proceso creativo.
La relación con los clientes también está marcada por la cercanía. La confianza ha llegado a tal punto que, una vez, un cliente les ofreció su departamento en Madrid para que se alojaran durante sus vacaciones. “Fue el sueño del pibe”, recuerda Antonio.
“Allá tú eres un colaborador, y eso es lo que he tratado de aplicar aquí”, explica. Juan, artista autodidacta, lleva 32 años en el taller; Gonzalo, escultor, se sumó hace cuatro. Altraforma es, en el fondo, un taller de artistas trabajando para artistas: por eso, quienes llegan con una obra en la mano no encuentran solo técnica, sino comprensión y respeto por el proceso creativo.
La relación con los clientes también está marcada por la cercanía. La confianza ha llegado a tal punto que, una vez, un cliente les ofreció su departamento en Madrid para que se alojaran durante sus vacaciones. “Fue el sueño del pibe”, recuerda Antonio.
Hoy, calculan que han enmarcado más de 75 mil obras. A su taller sigue entrando gente con dibujos escolares, grabados de colección o una foto familiar. Y en cada caso, la consigna es la misma: que dure. Porque si hay algo que tienen claro Marta y Antonio, es que enmarcar no se trata solo de técnica: se trata de conservar lo que importa.