Cultura
Los nuevos desafíos que enfrenta la arquitectura en áreas de conservación
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Antes de la pandemia, la llegada de turistas a parques, monumentos, reservas y áreas protegidas crecía año a año; el interés por la riqueza natural de Chile era, y sigue siendo, evidente. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 78% de los turistas extranjeros que visitan el país señala que la principal motivación de sus viajes es la naturaleza.
Un ejemplo de esto es el Parque Nacional Conguillío. De acuerdo con un informe realizado por la Subsecretaría de Turismo, este lugar recibió más de 81 mil visitantes en 2013, mientras que en 2019 la cifra ya superaba los 142 mil.
Un ejemplo de esto es el Parque Nacional Conguillío. De acuerdo con un informe realizado por la Subsecretaría de Turismo, este lugar recibió más de 81 mil visitantes en 2013, mientras que en 2019 la cifra ya superaba los 142 mil.
Las áreas de conservación, públicas o privadas, tienen el desafío de lograr integrar a las comunidades para el cumplimiento de los estándares de conservación efectiva. Para esto es importante una infraestructura que tenga el mínimo impacto y que cumpla con las nuevas exigencias, aseguran los expertos.
Con el cambio de paradigma -de uno que solo buscaba informar a uno que intenta conectar aún más con la naturaleza-, se tuvo que pensar la infraestructura de forma distinta.
“No solo quieren un sitio donde se explique la importancia de la conservación y la biodiversidad, sino que también tener una experiencia en la naturaleza. Por tanto, que se expanda lo que sucedía entre cuatro paredes a algo mucho más diverso, integrado y con accesibilidad universal”, explica el arquitecto, máster en Desarrollo Sustentable y académico de la Universidad San Sebastián (USS), Cristóbal Noguera.
“No solo quieren un sitio donde se explique la importancia de la conservación y la biodiversidad, sino que también tener una experiencia en la naturaleza. Por tanto, que se expanda lo que sucedía entre cuatro paredes a algo mucho más diverso, integrado y con accesibilidad universal”, explica el arquitecto, máster en Desarrollo Sustentable y académico de la Universidad San Sebastián (USS), Cristóbal Noguera.
“En la medida que la infraestructura sea acorde a esas necesidades se facilita la experiencia, por lo tanto, se facilita el enamoramiento de los parques y que, en el fondo, las personas se conviertan en sus guardianes”, agrega el gestor de proyectos de conservación y turismo, Rodrigo Condeza.
Dos lugares que están enfrentando este desafío hoy son el Parque Alerce Andino y el Parque Conguillío, cuyos diseños de infraestructura se están finalizando para su futura construcción, con la mira puesta especialmente en la cantidad de visitantes. Ambos proyectos, en los que Cristóbal Noguera es parte, se diseñaron bajo los estándares del PNUD y Conaf, con prefabricación de bajo impacto y con materiales amigables para el medio ambiente.
Mínimo impacto
Los parques nacionales definen los lugares de uso público, los que pueden ser intervenidos y utilizados, mientras que otros son netamente de conservación. Estos espacios determinados, más las guías de estándares de diseño, que desarrolló el PNUD junto a la Subsecretaría de Turismo, definen un lineamiento.
“Básicamente, los requisitos son tener el mínimo impacto sobre los territorios, tener reversibilidad, usar materiales amigables con el medio ambiente y, por sobre todo, definir zonas específicas dentro de los parques”, cuenta el académico de la USS.
“Básicamente, los requisitos son tener el mínimo impacto sobre los territorios, tener reversibilidad, usar materiales amigables con el medio ambiente y, por sobre todo, definir zonas específicas dentro de los parques”, cuenta el académico de la USS.
La reversibilidad es fundamental para la conservación y la recuperación de espacios que pueden ser afectados por la construcción. “Construir algo mucho más ligero que, si vemos que está impactando de alguna forma, podamos tomar la decisión de desarmarlo rápidamente y que la naturaleza se restaure lo más rápido posible” enfatiza Rodrigo.
En cuanto a los materiales son fundamentales su origen y durabilidad. “Materiales que no sufran tanto frente a las inclemencias climáticas y te permitan una baja mantención en el tiempo, para así reducir también los costos y hacer más sustentables las intervenciones en estos lugares”, explica el arquitecto. Destacan materiales nobles, como la madera, y también el acero. Además, según cuenta Cristóbal Noguera, se ha estado utilizando un sistema de aislamiento basándose en lana de oveja.
Vínculo con la comunidad
La conservación muchas veces se entiende como algo estricto, zonas que no se pueden intervenir ni visitar, un pensamiento que no considera a las comunidades aledañas, que han convivido con el lugar desde siempre. Rodrigo ha trabajado en Puelo los últimos 20 años. Actualmente en Rincón Bonito, un proyecto turístico que va de la mano con la conservación y la comunicación con la comunidad local.
“La planificación con la comunidad local es crucial. Se tiene que contemplar desde el comienzo”, comenta Rodrigo Condeza. También es importante entender cuál es la dependencia mutua de esas comunidades con las áreas de conservación, asegura.
Además, si bien es necesario considerar el clima y la habitabilidad de estas zonas, también es relevante que la infraestructura, como plantea Noguera, haga un “reconocimiento a la arquitectura vernácula del lugar, con el fin de vincularse con la comunidad y generar arraigo y pertenencia”.
Sin embargo, la construcción de nueva infraestructura en estas zonas -muchas veces aisladas- aún debe enfrentar muchos desafíos. “Las soluciones por lo general deben ser off grid (desconectadas de las redes). Ahí la necesidad de generar electricidad, del manejo de agua y la captación de aguas lluvia, lo que hace fundamental una visión de sustentabilidad, en función de hacer una arquitectura más ecológica y de menor impacto sobre estos terrenos”, concluye Noguera.