Cultura
Vivir tiny: la tendencia de las microcasas llegó para quedarse
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Hace 10 años casi nadie hablaba de las tiny houses, las microcasas que en general no superan los 40 metros cuadrados, pero que tienen todo lo necesario para vivir ahí 24/7. Sí, existían, pero el concepto no había agarrado tanto vuelo como hoy y quienes querían vivir tiny ideaban y fabricaban sus propias casas, sin una constructora de por medio. Pero lo que partió como un cambio en el estilo de vida para unos pocos, en los últimos años se ha transformado en una moda, consecuencia del alza de los terrenos, los permisos de construcción y sobre todo porque durante la pandemia una oleada de gente buscó salir de la ciudad y los trabajos online lo permitieron.
Jonathan Castillo Matus, arquitecto y diseñador a cargo de los proyectos en Mi Tiny Home (@mitinyhomechile), cuenta que quienes llegan a la constructora en general son jóvenes entre 25 y 40 años que no tienen el dinero para comprar una casa, ni las ganas de endeudarse por los próximos 20 años, y también adultos entre 50 y 65 años. Como referencia, el precio de las tiny houses puede variar entre 1 y 40 millones, dependiendo de sus comodidades y si son hechas por sus propios dueños o a través de una constructora.
Aunque se puede vivir toda la vida en una microcasa, Jonathan describe este tipo de solución como hogares de transición. “Los jóvenes las miran como su primera vivienda y cuando forman familia y tienen hijos pasan a una casa tradicional. Por otro lado, para la gente de mayor edad que ya tuvo un hogar y familia, y ahora viven solos y no necesitan tanto espacio, es también una casa de transición, porque piensan que es su última oportunidad de aventurarse”, explica el arquitecto.
Una de las grandes ventajas de las microcasas es que permiten reducir los costos de vida, teniendo todo lo que implica una casa tradicional. “No debería haber problema en la transición”, dice Jonathan. “Lo que sí hay que considerar es que el espacio no es mucho y hay que simplificar la vida. En la mayoría de los casos la gente se da cuenta que no necesitan tanto, dejan de acumular cosas y viven con lo justo sin ser austeros”, explica. Además, en muchos casos, se construyen de manera respetuosa con el medio ambiente.
Ángelo Thompson, de Thompson Arquitectos (@thompsonarquitectos), fue pionero en la construcción de tiny houses en Chile; se aventuró con esta idea el 2015 y de a poco fue creciendo la cantidad de personas interesadas. En un principio su público estaba enfocado en quienes buscaban una solución práctica, económica y de movilidad: las tiny houses se pueden mover en un carro o camión y no necesitan permisos de obras, solo cumplir con las normas de circulación.
Hoy, sus compradores se dividen en tres grupos: en primer lugar, los que viven permanentemente en la tiny, éstos buscan una más grande que se adapte a sus comodidades; en segundo lugar, los que se dedican a viajar, que deben tener consideraciones al momento de buscar fuentes de abastecimiento. Por último, la mayor parte de su público son empresarios que mandan a fabricar varias casas a la vez para arrendarlas a turistas: el valor de cinco o seis refugios equivale al precio de un departamento pequeño, y rentan mucho más.
Nicolás Moya y Daniella Márquez viven hace tres años, y junto a sus cuatro perros, en una microcasa hecha por ellos mismos en la comuna de Navidad. Antes del cambio, arrendaban una casa en Providencia y siempre aspiraban a salir de la ciudad, pero no contaban con los ingresos para comprar una casa. Mientras construían la tiny house arrendaron una vivienda en la misma comuna, y al terminarla compraron un terreno y se instalaron completamente.
Para diseñar esta microcasa se basaron en la rutina que tenían en su casa anterior. “Nos dimos cuenta de que el living y la sala de estar solo la usaban los perros, casi siempre estábamos en la cocina o el comedor. Por eso, en la casa le dimos importancia a estos dos últimos sectores”, cuenta Daniella.
Vivir en este nuevo formato no solo implicó reducirse a un espacio más pequeño, sino también deshacerse de la mayoría de sus cosas. Aunque admiten que al principio extrañaban sus pertenencias, con el tiempo se adaptaron. “Era un gran trabajo mantener nuestra casa en Santiago, hacer el aseo, y nos dimos cuenta de que nos sobraba mucho espacio que no ocupábamos”, agrega la pareja.
Nicolás y Daniella viven de la forma más autónoma posible, no están conectados a la luz eléctrica, no cuentan con un sistema de alcantarillado ni agua potable. Salvo por el agua de pozo que van a buscar cada 15 días, todos los procesos para su subsistencia suceden dentro de la misma parcela: obtienen la energía de paneles solares y tratan las aguas servidas. Si bien para ellos existió una importante inversión inicial, como comprar los paneles solares, el baño seco y la estufa, reconocen que en el día a día se abaratan mucho los costos. “La tiny juega a favor del proceso de transición de ser una persona urbana a vivir en un lugar rural y aislado”, comenta Nicolás.