Opinión
Columna de J.J. Jinks: "La actual constitución está muerta y necesitamos una nueva con otra fecha y otra firma"
-
Cuéntale a tus contactos
-
Recomiéndalo en tu red profesional
-
Cuéntale a todos
-
Cuéntale a tus amigos
-
envíalo por email
“Los problemas reales de la gente” fue el concepto que inventó Joaquín Lavín y que estuvo a un suspiro de convertirlo en presidente de Chile a expensas nada menos que de Ricardo Lagos.
¿Cómo habría cambiado la historia de Chile si en enero del 2000 la moneda hubiese caído para el otro lado? Difícil aventurarlo, pero muy probablemente la carrera política de Ricardo Lagos hubiese quedado severamente dañada, le hubiese sido difícil sacarse el estigma de mal candidato que ya lo acompañaba después de su derrota senatorial a manos de Jaime Guzmán en los albores de la democracia.
Cuesta imaginar que hubiese existido Bachelet sin Lagos, en fin, se puede elucubrar eternamente haciendo política ficción. La cosa es que ganó Lagos, pero también ganó el eslogan de Lavín.
Hoy en un giro sorprendente, su autor se pasea por las redes con un beatle negro de cuello alto hablándonos de energías renovables y desarrollos tech. Nadie parece inflarlo mucho en esta nueva faceta, pero su invención vaya que goza de buena salud.
Ante el cambio de temperatura de la población frente al momento constituyente se multiplican hoy las voces que llaman a postergar esa discusión para preocuparse de la inflación, la delincuencia, el desempleo, es decir, los problemas reales de la gente. Gran parte de los más efusivos respecto a la línea argumental pertenecen, por supuesto, a la derecha que respiró aliviada después de las ocho de la tarde del 4 de septiembre.
Es difícil de entender que después de haber estado al borde del precipicio y teniendo la oportunidad a mano de tener una nueva constitución en democracia que despeje la discusión por varios años exista la tentación de perpetuar el statu quo.
Si no pasa nada extraño hoy están dadas las condiciones para mantener las bases del sistema económico que le ha dado prosperidad a Chile en los últimos 50 años, cambiar el sistema político que da muestras de deterioro y agotamiento y modernizar la ley fundamental a los ojos del mundo actual. No se puede dejar pasar esta oportunidad.
Ya una vez fuimos testigos cómo masivamente la ciudadanía se dejó llevar por las emociones y depositó en el cambio de la constitución todos sus anhelos y esperanzas para mejorar su día a día. La desilusión fue rápida y total, pero nada nos asegura que esto no vuelva a pasar.
Le haríamos un regalo gigantesco a la izquierda radical si no despejamos el asunto de la mesa. El inmovilismo solo haría que esperaran un nuevo momento de debilidad institucional para empujar con fuerza su agenda constitucional. Una vez nos salvamos, no hay que contar con que ocurra otra vez.
Para ser justos, las dirigencias políticas parecen estar bastante más conscientes de lo que está en juego que muchos ciudadanos de a pie, pero no deja de ser preocupante la situación ya que todos sabemos la fuerte influencia que tienen las encuestas en el accionar de nuestros dirigentes.
En momentos en que se cocina en múltiples ollas y sartenes el acuerdo constitucional, lo importante es que los dirigentes recuerden su responsabilidad de liderar al país más allá de la contingencia o unos puntitos más de aprobación. La actual constitución está muerta y necesitamos una nueva con otra fecha y otra firma. Por tanto si de citar a Lavín se trata, ¡Viva el Cambio! parece mucho más adecuado a lo que el país hoy necesita.