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Opinión

La columna de J.J. Jinks: Fetua, la moralización de la política y la cultura llevada a su peor expresión

La columna de J.J. Jinks: Fetua, la moralización de la política y la cultura llevada a su peor expresión

Hemos peligrosamente caído en una mirada moral sobre las legítimas opciones políticas. Vemos a diario como la funa y la cancelación pasan a ser herramientas habituales de la interacción política y quienes la sufren con más fuerza son aquellos que osan salirse del piño al cual teóricamente pertenecen.

Por: JJ Jinks | Publicado: Sábado 20 de agosto de 2022 a las 21:00
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Hacer paralelos de la contingencia con hechos históricos de alta connotación suelen salir mal para el que lo intenta aun cuando sea con las mejores intenciones.


Los eventos que han marcado la historia reciente de la humanidad suelen tener múltiples aristas y tocan una serie de sensibilidades que hacen siempre ver desprolijo a quien busca equiparar lo sucedido con un hecho más de la vida local.


Un clásico de esta situación es el tiro por la culata que significa intentar comparar cualquier evento con algo que huela al régimen nazi, así le pasó a Fernando Atria esta semana y antes a quienes habían hecho el desproporcionado símil con el llamado de Karol Cariola a marcar las casas del Apruebo y así le ha ocurrido a miles que antes lo han intentado. La crítica de la banalización de los horrores siempre surge, y muy probablemente, con razón.


Dado que estoy consciente de ello, bordea la contumacia el siquiera intentarlo, pero no pude dejar de pensar en nuestra realidad política cuando leí el espantoso acuchillamiento del escritor británico Salman Rushdie como consecuencia de la fetua emitida por Ayatollah Ruhollah Khomeini de Irán en 1989 como represalia frente a la publicación del libro Los Versos Satánicos y su supuesto trato peyorativo hacia el Corán. La moralización de la política y la cultura llevada a su peor expresión, la eliminación física de los contradictores.


Guardando todas las distancias y que naturalmente no son pocas, veamos si esta frase me protege, hoy estamos lejos de los ajusticiamientos físicos, pero hemos peligrosamente caído en una mirada moral sobre las legítimas opciones políticas.

Vemos a diario como la funa y la cancelación pasan a ser herramientas habituales de la interacción política y quienes la sufren con más fuerza son aquellos que osan salirse del piño al cual teóricamente pertenecen.


El caso emblemático de ello es Javiera Parada, víctima en primera persona de los horrores de la dictadura, quien claramente ha hecho un tránsito ideológico en los últimos años desde posiciones más de izquierda hacia la derecha.


Javiera ha sido fuertemente maltratada por muchos de quienes hasta hace poco fueron sus compañeros de ruta llegando a lo indecible. Su opción por el rechazo es considerada moralmente inaceptable y contra ella han caído las hordas bárbaras de las redes sociales. Con un temple admirable, lejos de esconderse, ha dado la cara y sigue empujando por lo que cree, pero no es nada sano para la convivencia lo que ha ocurrido.

Esto no es patrimonio de un sector en particular, en un tono menor hace algunas semanas el constitucionalista de derecha Cheche García osó decir que estaba por el Apruebo para reformar y rápidamente cayó en una especie de hoyo negro y de Cheche y sus disquisiciones nunca supimos más, probablemente recibió más que un par de telefonazos que lo instaron a mantener un escrupuloso silencio.

Así están las cosas, incluso en un plebiscito binario sobre un texto propuesto como el que enfrentamos para algunas personas la opción contraria no tiene legitimidad moral. Más allá de la poca racionalidad que tiene esta aproximación de la política es altamente peligrosa. Una vez que deshumanizamos a nuestros contradictores las barreras para pasar de la violencia verbal o virtual a la física bajan considerablemente. Y si bien parecemos estar lejos de aquello, vaya que estamos abonado el terreno.

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