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La columna de J.J.Jinks: La semana de los fraudes
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Elizabeth Holmes fue catalogada como la nueva Steve Jobs, cosa que ella refrendaba vistiéndose religiosamente con un beatle negro muy similar al que ocupaba el fundador de Apple.
La fundadora de Theranos enfrenta esta semana el inicio del juicio por uno de los principales escándalos que han azotado Silicon Valley: su compañía que prometía revolucionar el mundo de la medicina a través de una tecnología que permitía el diagnóstico instantáneo a partir del análisis de unas gotas de sangre, terminó siendo solo una gran estafa donde la tecnología nunca funcionó y todos los resultados que se mostraron a clientes e inversionistas eran falsos.
Para hacerse una idea del carisma y capacidad de convencimiento de Holmes basta mencionar que en el directorio de Theranos estuvo gente del calibre de Henry Kissinger, George Shultz y James Mattis y entre los estafados en cientos de millones de dólares se cuenta la familia Walton (tienen varios boliches con la marca Walmart en todo el mundo), el emperador de los medios Rupert Murdoch y el multimillonario mexicano Carlos Slim.
Una cosa sencilla. El fraude fue descubierto por el periodista John Carreyrou del Wall Street Journal, quien en una serie de artículos fue cuestionando la credibilidad de Holmes y Theranos a partir de información que provenía principalmente de ex ejecutivos de la empresa. La investigación de Carreyrou está sintetizada en Bad Blood, que debe ser uno de los libros de investigación periodística más entretenidos que existen y se lee como una apasionante novela.
Si de fraudes se trata, la Corte Suprema remeció al mercado esta semana al fallar en forma unánime la responsabilidad de La Polar como compañía, del grupo de ejecutivos liderados por Pablo Alcalde y a la auditora PWC frente a las pérdidas sufridas por los cotizantes de dos AFP quienes habían demandado buscando proteger a sus aportantes.
Si bien los análisis son bastante más fáciles con el diario del lunes, el caso La Polar (merecía libro) mostró las fragilidades de nuestro mercado e instituciones. La acción dolosa no era muy sofisticada, repactaciones unilaterales para mantener vigente una cartera de clientes impagos y financiamiento vía aumentos de capital para tapar el hoyo de caja.
La información estaba disponible para que cualquier analista financiero medianamente avispado descubriera que algo olía muy mal en esa compañía, pero eso no ocurrió y el tinglado solo crujió cuando los alfileres no resistieron más la pesada carga.
Sin duda como barrera para el análisis desapasionado estaba el carisma de Alcalde, elegido como el ejecutivo del año en algún momento, y los supuestos logros públicos de la compañía que se había levantado desde la quiebra para convertirse en un ícono dentro del mercado de capitales chileno por no tener controlador.
Las estafas suelen ser así, más que un método refinado de engaño suelen estar ancladas en personalidades atractivas que crean un halo a su alrededor que los protege del escrutinio normal que sufrimos los humanos con menos gracias.
Las caídas por tanto son espectaculares también, la rabia de haber sido timados se vuelve como un bumerán feroz por parte de los crédulos ciudadanos. Como hemos aprendido, esto no ocurre solo entre cerdos capitalistas, ahí tenemos a La Lista del Pueblo y a Rojas Vade a la par de Alcalde y Holmes en la semana de los fraudes. Es la hora de los engañados.