Bandeja de salida
La columna de J.J.Jinks: Paula y los talibanes
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En momentos en los que se ha vuelto deporte nacional el despotricar contra el país y sus avances, el extraordinario proceso de vacunación de la población contra el virus que ha puesto patas arribas nuestras vidas sirve de recordatorio sobre nuestras capacidades cuando nos abocamos a algo.
Detrás de este logro que hoy nos tiene a todos pensando que en un futuro cercano vamos a poder dejar atrás la pesadilla, hay muchas personas e instituciones. El Estado de Chile ha mostrado su mejor cara frente a la pandemia, fuerte y preclaro liderazgo desde el gobierno, una estructura y despliegue territorial con gran alcance y eficiencia y por sobre todo un compromiso humano de muchos funcionarios por sacar la desafiante tarea adelante.
Si hay alguien que simboliza el compromiso del Estado con la población en estos dieciocho meses de pandemia es la doctora Paula Daza. Una figura frágil y un hablar pausado no han sido obstáculo para que su incansable compromiso, buen juicio y empatía le haya permitido generar un liderazgo tal que hoy lo que nos diga a los chilenos la doctora Daza será bien recibido.
La subsecretaria ha logrado establecer un vínculo emocional con la población que es especialmente valioso en un proceso donde es tan relevante que las personas le crean a la autoridad. Las altas tasas de vacunación de Chile no sólo tienen que ver con la disponibilidad de vacunas (obviamente, una condición necesaria) sino con el convencimiento de las personas de la relevancia y seguridad del proceso.
En todo esto, el rol de Paula Daza ha sido fundamental y creo que los chilenos tenemos una deuda de gratitud hacia ella.
Con horror hemos visto esta semana como tras la caída de Kabul y de la salida a tontas y a locas de Estados Unidos de Afganistán después de veinte años de intervención, dos trillones de dólares y 120.000 muertos, los talibanes vuelven a controlar completamente el país asiático.
Las imágenes de desesperación de esas familias son realmente descorazonantes. Las guerras siempre han sido atroces, pero desde occidente tenemos hoy una perspectiva distinta frente a la llegada de los islamitas radicales al poder que va más allá de la violencia, es el sometimiento de la mujer bajo el régimen talibán lo que se ha llevado la principal atención de los medios.
Y no es para menos, el solo hecho de pensar en las vejaciones, privaciones y falta de esperanza para esas millones de mujeres afganas es doloroso e intolerable.
El drama de Afganistán se nos ha acercado a través de las imágenes que circulan en redes sociales, ya no es el país lejano y desconocido que atacó Estados Unidos después del S-11 y donde la única referencia que teníamos es que la Unión Soviética había fracasado estrepitosamente (ironías de la historia).
La tragedia y especialmente de sus mujeres y niñas cumple el triste rol de poner cierta perspectiva a nuestros propios problemas tanto a nivel personal como a la escala nacional. ¿Recuperaremos en algún momento el pudor y dejaremos de autoflagelarnos presentando a Chile como una tierra de espanto? Ojalá esa pregunta la pudiera contestar la subsecretaria Daza.