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La columna de J.J.Jinks: Revolución
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La psicología humana hace que el estudiante que no prepara una prueba y por tanto tiene amplias dificultades para contestar lo que le preguntan, siempre mantenga una secreta esperanza de que el azar y los dioses se pongan de su lado y termine zafando.
La realidad suele demostrar que eso no ocurre y que el resultado de ese proceso es un resonante rojo en la prueba. Solo en ese momento el alumno se arrepiente de no haber hecho las tareas necesarias, pero pasan los días, la incomodidad desaparece y la historia se vuelve a repetir. Una sensación parecida es la que tuve al ver las reacciones frente al informe IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change).
Sin duda, la información que revela el reporte es alarmante, pero hay algo de cinismo en las reacciones cuando buena parte de la información ya estaba disponible. Hoy es indiscutible que es el ser humano quien ha producido el cambio climático y no estamos simplemente frente a un ciclo de la Tierra.
Desde 1850 en adelante cada década ha sido más calurosa que la anterior y los últimos cinco años hemos tenido las temperaturas más altas desde que hay medición. La tasa de aumento del nivel del mar se ha triplicado comparado con lo que ocurrió entre 1900 y 1970. La conclusión del informe es inequívoca: mientras mayores sean las temperaturas, mayor es el desastre que nos espera.
Hoy es indiscutible que es el ser humano quien ha producido el cambio climático y no estamos simplemente frente a un ciclo de la Tierra.
Nos hemos llenado de acciones individuales para tratar de enfrentar el fenómeno. Los seres humanos responsables, reciclan, hacen compost, cuidan el agua, disminuyen los viajes en auto y avión, disminuyen o suprimen los consumos de carnes y lácteos, entre otras acciones.
Todas y cada una de ellas muy loables y necesarias, pero totalmente insuficientes para enfrentar el problema que tenemos. Si los Estados no se involucran, decididamente todos esos gestos individuales solo quedaran para la tranquilidad personal, lo que no es para nada irrelevante cuando uno piensa que esto afectará en forma relevante a hijos y nietos.
El problema es que los Estados son manejados por políticos y los políticos viven de las elecciones, por lo que su mirada suele ser de un corto plazo que simplemente no sirve para el problema en cuestión.
Chile, pese a todos los problemas e incertidumbres, dispone de activos valiosos para enfrentar este tema. No solo cuenta con condiciones naturales de sol y viento que le permiten ser un líder en energía limpia y en el futuro próximo en la producción de hidrógeno verde como reemplazo combustibles fósiles. Aún más importante que eso, cuenta con un consenso político muy amplio sobre la relevancia de los impactos del cambio climático.
No se replica acá, afortunadamente, el negacionismo de la derecha estadounidense, por ejemplo. Están las bases sentadas para que un pequeño Estado como Chile tome acciones decididas en esta materia. Es cierto que por nuestro tamaño e influencia somos una gota de agua en el océano, pero no hay que olvidar que los grandes cambios suelen ocurrir a partir de un núcleo pequeño y decidido.
Y lo que necesitamos aquí no son pequeñas modificaciones, sino una revolución. Vale la pena intentarla, por último para quedar tranquilos.