Fue triste la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado. Abundó la mezquindad y muchas veces derechamente la falta de humanidad en muchos gestos y declaraciones. La primera responsabilidad la tiene el gobierno que buscó por todos los medios llevar agua a su molino, ni un par de gotas consiguió, buscando ensalzar y por momentos canonizar la figura de Salvador Allende y la Unidad Popular.

Cuesta entender los motivos, salvo una ensoñación juvenil de una época trágica que estuvieron lejos de vivir y padecer. El resultado fue el contrario al buscado. Por primera vez desde el retorno a la democracia se le puso una lupa importante a los 1.000 días de Allende por el público en general y la evaluación fue tal, que en algunas encuestas terminó siendo sindicado como el principal responsable del Golpe, incluso superando a las propias Fuerzas Armadas.

La derecha hizo su tanto. Atrincherada y a la defensiva, terminó emitiendo penosas declaraciones que le serán sacadas en cara en el futuro, volvió a abrazar simbólicamente a la dictadura de Pinochet a la cual había logrado alejar del imaginario colectivo, luego de un trabajo arduo durante años. Un retroceso, sin duda.

El único que se escapó de esta ola grisácea dentro del sector fue el siempre dúctil y flexible ex Presidente Piñera. Se dio el gusto de ser invitado a Palacio y luego firmar junto al resto de los expresidentes la declaración aguachenta propuesta por el Gobierno. Pese a haberle prestado ropa al gobierno en esta ocasión, no alcanzó el gesto para evitar una sonora pifiadera cuando fue mencionado en la alocución de Boric el día 11 frente a selectos invitados.

Una pequeñez que hace de buena síntesis de todo el proceso conmemorativo.

El único destello en medio de la oscuridad fue la carta leída por el presidente del Senado Juan Antonio Coloma en nombre de todos los comités. Sobria y llamativamente bien escrita para haber pasado por tantas manos, dio cuenta de las diferencias, pero también de la posibilidad de establecer consensos básicos en torno a la democracia y al respeto de los derechos humanos.

Si algo se puede objetar fue lo tardío, pero en este caso aplica el dicho a la perfección. Una nota de color fue el desmarque del Partido Comunista, con el penoso aval de la vocera de gobierno, en los días siguientes, al menos sirvió para recordarnos que todo lo que signifique unión y concordia es visto por ese conglomerado como algo de lo cual más vale no aparecer siendo parte.

La conclusión es bastante clara, mientras exista cierto nivel de equilibrio entre las fuerzas políticas, las instituciones nacionales todavía son capaces de alcanzar acuerdos sustantivos y de buena calidad. Lo vivimos con la comisión experta designada para establecer el borrador constitucional y ahora con un Senado poniéndose a la altura de la ocasión.

Por el contrario, cuando cualquiera de las opciones políticas tiene carta blanca para imponer sus términos, no existen los frenos internos y se termina en el desborde. La fracasada Convención pasada fue la cumbre de esto, la gestión del gobierno frente a la conmemoración de los 50 años otra, y la actual Convención liderada por la derecha no parece estar haciéndolo mucho mejor con la cueca, el rodeo y el palo ensebado en el articulado, por destacar sólo una perla.

En este fin de semana patrio donde hay manga ancha para comer y tomar, no sea como ellos, disfrute la libertad, pero sea consciente de los altos costos de la resaca.