Domingo 4 de septiembre
Por fin se develó una de las fechas más esperadas del cronograma político nacional. En un mes de conmemoraciones agregaremos un nuevo hito: el plebiscito ratificatorio de la nueva Constitución. Ahora queda aprovechar el tiempo que viene para llegar preparados como país para ese momento. Después de años, tendremos voto obligatorio nuevamente, lo que supone diversos desafíos: todo Chile deberá sentirse convocado a participar.

Debemos hacer un esfuerzo desde todos los rincones para que nadie se quede con dudas, que nadie se quede sin comprender la importancia de la decisión que estaremos tomando.En esto, son las organizaciones de la sociedad civil quienes han puesto el hombro, haciendo traducción del lenguaje leguleyo en formatos diversos e impulsando esfuerzos de formación ciudadana.

Hasta ahora, han sido las únicas en procurar acercar el quehacer de la Convención a las personas y adecuando sus contenidos para llegar a todos los sectores de la población.

Para incentivar la participación electoral, debemos no solo aclarar de qué se trata la propuesta de Constitución, sino además hacerlo en los formatos correctos para llegar también a las poblaciones rurales, a las personas mayores y otros grupos con profunda brecha digital, al padrón migrante, a las personas privadas de libertad que podrían votar por primera vez desde la cárcel, entre otros.

Quienes seguimos de cerca el proceso constituyente tenemos el deber de combatir la distancia que sienten miles de personas y que no se explica por simple indiferencia.

Una que nos une
Es correcto como ejercicio democráctico que el trabajo de la Convención esté sujeto a críticas. En un país diverso, todas las voces tienen derecho a compartir su parecer. El problema está cuando unas voces tienen más volumen que otras, instalando como realidad una opinión válida, pero propia. Los medios y la redes hacen eco de los ataques, y así se cierra un ciclo vicioso.

Lo que no se amplifica, en cambio, es el arduo trabajo que se lleva a cabo dentro del ex Congreso Nacional. Y el hecho de que cualquier norma en el borrador final debe pasar primero por un filtro en las comisiones y luego por dos tercios del pleno (y más de una vez, en muchos casos).

A diferencia del mensaje que sale al mundo, la nueva Constitución es producto exclusivo de amplios respaldos, de acuerdos entre colectividades, porque las y los convencionales tienen el deber de conseguir grandes mayorías para cualquier norma que quieran dejar consagrada en la nueva Constitución. No sería posible, por cómo está regulada la Convención, hacer algo distinto a incluir perspectivas plurales. Pero el volumen está bajo en las pocas voces que señalan esto.

Lo que hay representado en las y los convencionales une a sectores que nunca antes se sentaron a una misma mesa. Ahí dentro son pares personas que históricamente, y fuera de la CC todavía, suelen estár en posiciones desiguales (en lo laboral, el orden social, en términos de género y/o etnia). Nunca antes hubo un órgano de poder más representativo y democrático. Si eso no nos une, la hegemonía de unos pocos sin duda menos podrá hacerlo.

Jornada Nacional
Esta semana un equipo mixto de convencionales e integrantes de la Secretaría de Participación Popular comenzaron el trabajo de diseño de la Jornada Nacional, un mecanismo dispuesto en el Reglamento de Participación de la Convención que apunta a un despliegue presencial en todo el país.

Si bien hubo semanas territoriales los primeros meses de funcionamiento de la CC, no ha existido un hito coordinado de salida a terreno simultánea para convocar a la gente de Chile por parte del órgano constituyente.

En mayo, con borrador de nueva Constitución en mano, tendremos por primera vez a convencionales en todos los distritos del país reencontrándose con sus votantes, recorriendo ciudades y poblados que algunos -dadas las distancias físicas y la pesada carga laboral de su quehacer- no han podido visitar en meses.

Quienes despidieron a sus convencionales cuando partieron a trabajar a la capital verán llegar caras cansadas y curtidas por meses de definiciones difíciles y negociaciones, pero que al final del viaje habrán -casi- completado su tarea. Y podrán presenciar la necesaria devolución de ese trabajo a quienes esos convencionales se deben: las y los habitantes de su distrito.