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Familiar de chileno desaparecido en Miami: “Pienso que pueden estar ahí, en su habitación”

Familiar de chileno desaparecido en Miami: “Pienso que pueden estar ahí, en su habitación”

Afuera del derrumbado edificio Champlain en Surfside Miami, conversamos con la cuñada y la sobrina del abogado Claudio Bennefoy Bachelet. Aquí, parte de su historia y de lo que se vive en el lugar de la tragedia, después del colapso.

Por: María José Gutiérrez, desde Miami | Publicado: Sábado 26 de junio de 2021 a las 11:45
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Lo primero que se siente al bajar del auto a cuatro cuadras del desplomado edificio Champlain Towers South en Surfside, Miami, es olor a humo. Llegar al lugar de la tragedia no es fácil: el tránsito está cortado en varios bloques a la redonda, lo que hace que el tráfico prácticamente no avance. El acceso a la playa también está cercado desde la torre. Decenas de autos de policías y bomberos rodean el lugar. El día está nublado, a ratos llueve. Han pasado poco más de 24 horas desde el accidente que tiene desaparecidas a más de 150 personas tras el derrumbe de una de las tres torres de 12 pisos, con 55 departamentos.

Las calles están silenciosas, los edificios alrededor se ven con poco movimiento -los contiguos fueron evacuados de inmediato tras el desplome-, sin embargo, se ven personas a pocos metros bañándose en las piscinas de las hoteles; vecinos del lugar caminando con bolsas de supermercado, otros trotando.

En la playa, mirando a lo lejos los escombros están Dulce Obias Manno y su sobrina Irene Obias Sánchez. La primera aterrizó en la mañana del viernes desde Washington donde vive, y la segunda es residente de Miami donde trabaja de enfermera. Están ahí, sentadas en la arena a la espera de noticias de sus familiares: la hermana de Dulce, Maria Obias Bonnefoy (69) -de origen filipino, que llegó a EEUU en los años 70- , vivía en el piso 10 de la torre desplomada del Champlain con su marido, el abogado chileno Claudio Bonnefoy Bachelet (85), primo del padre de la ex Presidenta Michelle Bachelet.

“Ellos llegaron acá desde Washington cuando se retiraron hace 15 años. Mi tía trabajaba en el Fondo Monetario Internacional. Amaban este lugar porque tiene vista al mar”, cuentan.

Pese a la tragedia, se ven tranquilas. Esta semana, relatan, se iban a reunir varias familiares -ahora ya vacunadas contra el covid 19- con Maria. De hecho una de las sobrinas aterrizó el jueves en la ciudad por el encuentro y ahí se enteró del accidente. “Estamos tratando de encontrar información pero no sabemos nada. Vemos todo por TV”, admite la joven. “Ellos dicen que aún hay esperanzas de encontrarlos vivos”, agrega la tía. 

Dulce apunta el bloque del edificio donde en el último piso se ve un camarote de niños. “Si ese es el piso 12, justo dos pisos más abajo está el de mi hermana y Claudio. Esa es su oficina”, apunta. “Luego había un balcón, que por supuesto se cayó, y detrás del living (también desplomado) está su pieza. Eso esta cubierto. Pienso que pueden estar ahí atrás, en su habitación. Pero me pregunto si alguien está buscando allá arriba personas vivas en el edificio”, relata.

Las mujeres cuentan que no han conversado con la ex Mandataria, pero sí con Pascale Bennefoy hija del chileno, quien aterrizará en la ciudad el fin de semana desde Chile. “Claudio tiene familia en Nueva York y Carolina del Norte. La Cruz Roja esta buscándoles un lugar donde acomodarlos”, añade Dulce quien todos los días, asegura, habla con su hermana por teléfono, “pero por alguna razón el día antes de que esto pasara no hablamos. Ella tenía un celular nuevo”.

Los Bennefoy -casados hace más de tres décadas- estuvieron de aniversario la semana pasada, relatan. “Antes ellos viajaban mucho, pero por el Covid en los últimos dos años dejaron de hacerlo. Casi no salían del departamento, solo iban a comprar comida. La única vez que salieron fue para celebrar su aniversario en The Surf Club, a pasos del lugar. Es tan irónico que les pase esto, son tan cuidadosos”, dice la hermana.

Si el edificio tenía algún problema, las familiares dicen que nunca oyeron nada al respecto. Pero sí aseguran que María les comentó que hace poco había una pelea en el directorio del edificio que no se ponía de acuerdo por los fondos para la certificación de los 40 años de la torre que fue construida en 1981.

 

El centro de reunificación

Botellas de agua y jugo, comida kosher, frazadas. A cinco cuadras del edificio se ubica el Centro de Reunificación Familiar donde están desde el jueves quienes reclaman a amigos y familiares desparecidos. Algunos de ellos pasaron la noche ahí, tienen sacos de dormir en sus manos. Hay norteamericanos, argentinos, centroamericanos, paraguayos. Y sobre todo muchos miembros de la comunidad judía que tiene una fuerte presencia en Surfside. De hecho hay algunas Torah arriba de las mesas y los policías ocupan Kipá.

Aparece el jugador de fútbol americano de Miami Dolphins, Jerome Baker para dar su apoyo a las víctimas. Varios periodistas conversan con él.  Pasean perros de contención para las personas que los necesiten. Y sigue llegando comida. “Mi amigo con su esposa estaban en el 804, no sé nada de ellos”, dice un joven a una policía, quien le responde que no tiene información oficial.

El ambiente se ve tranquilo. Solo una joven llora. Se viene la lluvia, por lo que la instrucción por micrófono que todos los familiares directos que ya han sido marcados con una pulsera fucsia se suban al bus que los trasladará al hotel Grand Beach East. Ahí cada cuatro horas se les informarán los avances.

A la salida vienen llegando las Obias. Vienen caminando porque, cuentan, se prendió algo de fuego en el edificio Champlain. Están a la espera de los anuncios de las 3:30 de la tarde y luego se reunirán con otros familiares que ya vienen volando.

Es la segunda vez que van al centro en el día. En la mañana Dulce se hizo una muestra de ADN para reconocer a su hermana, en caso de que aparezca sin vida.

 


Relato de una sobreviviente: “Pensé que se acababa el mundo”

Lo que Jeanette Agüero, estadounidense de origen cubano, sintió a la 1:30 de la madrugada del jueves junto a su marido y sus dos hijos fue un fuerte movimiento similar a un terremoto pero más largo, dice. Seguido por un profundo silencio. Habían llegado desde Nueva Jersey al 8777 de Av. Collins, al departamento en el piso 11 que heredó su suegro de una hermana suya que murió años atrás.

“Estábamos durmiendo cuando sentí que el edificio entero se estaba cayendo. El ruido era como de un avión pasando con los motores a todo dar por encima nuestro. Yo dije, ‘se acabó el mundo’”, relata Agüero a DF MAS en el Centro de Reunificación Familiar ubicado a casi cinco cuadras del colapsado Champlain Towers. “Me levanto y salí a la sala a ver a mis hijos de 22 y 14 que estaban despiertos viendo TV. Dijeron que era ya la tercera vez que esto pasaba en esa noche. Habían sentido algo hacía 15 minutos, y luego otra vez. Me dicen que era algo como el huracán Sandy pero mas violento”, agrega.

Cuando paró el movimiento, la familia salió al balcón. Ahí los Bomberos -que ya estaban abajo- les dicen que si pueden, bajen. Por el humo y polvo que venía desde el norte pensaron que algo había pasado en el edificio del lado. Tomaron sus celulares, se pusieron zapatillas y abrieron la puerta del pasillo. “Miramos a la izquierda y vimos todo derrumbado. Los ascensores se habían caído, torcido”, relata.

Bajaron por las escaleras hasta el garaje. Ahí había agua que les llegaba hasta las rodillas. “Al bajar nos encontramos con una señora mayor a la que ayudamos a salir, y a otras personas que tocaban la puerta porque no podían abrir. Ellos son los únicos a los que vimos salir del edificio”.

En el estacionamiento se dieron cuenta de que el piso había caído varios metros bajo el nivel. Caminaron hacia la piscina, dice Jeanette “sin mirar atrás”. Recién cuando estuvo en la playa se dio vuelta y vio lo que había pasado: cerca de 55 de las 136 unidades del edificio estaban en el suelo. Durante el trayecto escuchó algunas voces pedir ayuda. “Help, please”, relata.

Treinta y seis horas después, Agüero a ratos ríe y dice que se siente feliz de estar ahí, viva. A momentos, llora de angustia. Ahora fue trasladada al Residence Inn de Marriott a un par de cuadras del lugar junto con los demás evacuados de la torre. Dice que el edificio estaba en buenas condiciones, a excepción del estacionamiento, donde ahora se entera de que había quejas porque faltaba mantención: caían piedras del techo, “pero los garajes no son lugares precisamente lindos, por lo que no lo tomamos en cuenta”. Nunca pensaron lo que vendría después.

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