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Kristian Niemietz, economista alemán: “El socialismo millennial es real... y no es muy diferente al socialismo antiguo y fallido”
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Nacionalización, redistribución, economía comunitaria, poder popular, poder de los trabajadores. De Londres a Santiago, pasando por Washington, las ideas socialistas están de moda. Con amplio respaldo en la academia, una nueva generación de políticos y líderes sociales alrededor del mundo están desenterrando el ideario marxista y vistiéndolo de nuevos términos y dándole un nuevo rostro. “Socialismo democrático” lo llaman, en un intento por separar las ideas socialistas del fracaso de cada uno de los experimentos anteriores, que atribuyen al autoritarismo.
En conversación con DF MAS, Kristian Niemietz, autor del libro Socialismo, la fallida idea que nunca muere (2019) afirma que el autoritarismo y colapso económico de los experimentos socialistas no es un accidente sino una consecuencia. Niemietz, director de Política Económica del Instituto de Asuntos Económicos con sede en Londres, analiza en su libro el colapso de cada uno de los experimentos socialistas, el atractivo que despierta entre los intelectuales y esa “apelación moral” que lo hace más “naturalmente atractivo” que el capitalismo.
-¿Qué hace al socialismo tan atractivo, especialmente para esta nueva generación de políticos?
-Son muchas cosas. Lo que está pasando en Occidente (EEUU, Europa) -y quizás Chile no es tan diferente- es un cambio de imagen. Por mucho tiempo, el socialismo estaba asociado con académicos marxistas, pequeños partidos, grupos con fama de ser sectarios, ultra dogmáticos y el uso de un jargón que solo ellos podían entender. Era visto como algo de nicho, y eso desincentivaba a mucha gente. Lo que pasó en los últimos años es que el socialismo se ha vuelto hip y trendy, es parte del movimiento hípster. Si vas a un lugar de moda en Londres, puedes muy bien asumir que la mayoría dirá que es un socialista. No porque hayan leído a Marx, Engel y Lenin, pero porque es una idea que han adoptado porque toda la gente cool es socialista.
-¿No es acaso la evolución del Occupy Movement?
-Sí, lo es. Al inicio no usaban la palabra socialismo, sino anticapitalismo. Ahora, movimientos anticapitalistas han existido siempre. La diferencia es que esos movimientos “anti” ahora son “pro”. Antes decían “estamos contra el capitalismo”, pero no decían “esto es lo que queremos”. Incluso si los presionabas, te habrían dicho: “Oh no, no soy un socialista”. Lo extraño es que ahora se dice abiertamente: “sí, por supuesto soy socialista”.
Volviendo a la idea de qué los hace tan atractivos, creo que la idea de que la gente puede de alguna forma planificar su economía juntos suena como algo bueno. Te da la idea de un espíritu de comunidad. Es verdad que una economía de mercado es más anónima. Pero esa buena idea del socialismo se rompe fácilmente cuando presionas sobre cómo aplicarla. Ese tipo de planificación no se puede hacer en términos democráticos. Pero, claro, si hablas de las ideas en términos abstractos: planificaremos nuestra economía democráticamente, organizaremos nuestros lugares de trabajo democráticamente, suena superficialmente muy atractivo”.
-Hoy tenemos un nuevo jargón: hablamos de territorios, de identidades, de lo colectivo. ¿Se le puede llamar nuevo socialismo?
-No es realmente nuevo, y esa es parte del problema. El socialismo viene por olas. Ahora tenemos este socialismo millennial. Pero si ves quiénes son los intelectuales e ideas detrás, sus ideas no son nuevas. El problema es que dicen: este socialismo no es lo que piensas, no va a ser como esas experiencias previas. Pero cuando tratan de explicar lo que proponen, es muy difícil ver las diferencias. Son muy parecidas a las ideas de Hugo Chávez en sus inicios. Cada nueva generación de socialistas parece pensar que son los primeros en pensar en esas ideas. Nadie lo ha hecho antes.
-Uno de los argumentos es precisamente ese. Cuando se apunta a las masacres y pobreza en la China de Mao, en la Unión Soviética, en Cuba, en Venezuela, la respuesta es la misma: No, ese no es socialismo. El verdadero socialismo nunca se ha aplicado. ¿Qué contesta?
-Lo que socialistas quieren decir con ese “no se ha aplicado apropiadamente” es que no se lograron los resultados que se querían. Por eso no se trataba de the real thing. Pero cuando alguien promete algo y no cumple con los resultados ofrecidos hay dos explicaciones para eso: o no intentaron lo suficiente o simplemente no es factible. El socialismo está en esa última categoría. Por eso críticos liberales han advertido, desde antes de la Revolución Rusa, que el socialismo solo puede significar una enorme burocracia, un sistema de mando y control, jerárquico y autoritario.
-Pero cada vez que tienes un sistema socialista que se convierte en autocrático, totalitario, los partidarios del socialismo dicen: no es lo que queríamos, por lo tanto, no puede ser un intento honesto. Pero por supuesto que es. Es una excusa barata.
-El caso de Chávez es particularmente interesante, porque él comenzó diciendo específicamente “no queremos nada parecido a la Unión Soviética, queremos algo diferente”, y creo que era sincero. Tuvieron iniciativas para promover las cooperativas de trabajadores, consejos de barrios para descentralizar el poder, pero el mismo Chávez perdió el interés, porque se dio cuenta de que al final del día esas cooperativas se comportan como empresas capitalistas. Así que terminó con una versión de la vieja escuela de socialismo, que es donde el socialismo siempre termina.
-El autoritarismo es una consecuencia inevitable…
-Sí, es un error pensar que en el socialismo la concentración de poder, el autoritarismo solo pasa porque alguien quiere que sea así.
Esa es una de las principales conclusiones de Niemietz en su libro. Tras analizar los diferentes casos, apunta a que incluso en situaciones favorables el socialismo conduce al deterioro económico y al autoritarismo político. “Cuando la gente no se comporta como los planificadores económicos quieren que lo hagan, el Estado tiene que utilizar la fuerza para obligarlas a hacerlo… El socialismo conduce a la tiranía y a la decadencia, no porque esté “mal implementado” ni porque lleguen al poder “las personas equivocadas”, sino por características que están en el ADN del socialismo”, escribe Niemietz.
-Entonces, no cree posible la implementación de ese nuevo socialismo que plantea Thomas Piketty, un socialismo “descentralizado, federal y democrático, ecológico, multirracial y feminista”.
-Eso suena a que él está tratando de poner en una sola bolsa la mayor cantidad de palabras de moda.
-En ese manifiesto, Piketty nombra varias políticas de países europeos, especialmente nórdicos. Son los países que se citan como ejemplo de que el socialismo puede ser exitoso. ¿Son países socialistas?
-No. Son socialdemocracias con una economía de mercado, con derechos de propiedad, estado de derecho, la protección de los derechos de propiedad es de las mejores en el mundo, y eso es lo que los hace funcionar tan bien. Una vez que tienen una economía capitalista de ese tipo en funcionamiento pueden cobrar impuestos y con ello entregar servicios públicos y crear una red de protección. Es perfectamente factible en el sistema capitalista. Pero los intelectuales detrás de estos socialistas millennials han dicho claramente “no queremos nada como Suecia, como Dinamarca, queremos un sistema socialista”, lo que significa una propiedad colectiva de los medios de producción. Las socialdemocracias nórdicas funcionan si tienes un alto nivel de confianza en la sociedad. Si tienes una sociedad en la que puedes dejar tu billetera en un bar y alguien se asegura de devolvértela. No se puede copiar en todas partes.
-También requiere de confianza en el Estado. Si se tiene un Estado débil, habrá menor confianza para pagar impuestos.
-Exactamente, necesitas confianza entre individuos y en las instituciones del Estado.
-A propósito de eso, ¿no será que las nuevas generaciones se sienten más atraídas por el socialismo por su apelación a lo comunitario?
-Es parte de eso. Para muchos hoy en día unirse a un movimiento político está reemplazando lo que era antes pertenecer a una iglesia. Antes ahí era donde tenías tu comunidad, era donde conocías a otros. Ahora te unes a Extinction Rebellion o Black Lives Matter. Pero es un error decir que es el capitalismo lo que ha impedido a las personas formar comunidad. Yo soy un capitalista y no le impido a nadie unirse a una comunidad. Tiene que ver más con la religión….
-Pero la crítica es que el capitalismo crea tal sistema en que lo único que interesa es obtener más dinero, y por eso olvidas la parte humana, la parte social…
-No compro el argumento de que la gente en una sociedad con altos ingresos está siempre más preocupada por cosas materiales. Puede ser lo contrario, si estás preocupado por cómo vas a pagar la próxima cuenta, cómo te alimentarás mañana, vas a pensar más en cosas materiales. Lo que quiero decir que el consumismo es una elección, nadie te obliga a trabajar por tener un auto o una casa más grande. Es absolutamente posible en una economía capitalista decir “quiero cierto nivel de comfort, cierto estándar, y después de eso me enfoco en otras prioridades”. Nadie te obliga a buscar tener un Ferrari.
-Mencionaba la religión. ¿Cree que el auge del socialismo va de la mano con la menor afiliación religiosa?
-Sí, hoy puedes unirte a grupos, movimientos. Dos generaciones atrás el ser parte de una comunidad no habría requerido tal esfuerzo, porque teníamos sociedades menos móviles y más religiosas. Eras automáticamente parte de la comunidad.
-También debe haber una crítica al capitalismo. ¿Qué ha hecho mal? ¿Por qué goza de tan mala fama?
-Incluso en el mejor de los tiempos, a principios de los años ‘90, ha sido así. Creo que es porque en un sistema capitalista, el progreso económico que logras no es resultado de la intención de una autoridad central. He escuchado decir: “Mira qué alta es la expectativa de vida en Cuba, ¿no es fantástico?” Bueno, en Chile es igual o incluso más alta (lo es, 80,18 años vs 78,8) pero no he escuchado a nadie decirlo. Eso es porque en Cuba es asociado al sistema socialista, mientras en el caso de Chile es consecuencia del país volviéndose más rico.
-Cuando se aborda ese punto, usualmente la respuesta es: la economía no es lo más importante…
-Pero muchas cosas, gran parte del progreso está relacionado al desarrollo económico. Es difícil tener un sistema de salud moderno, si no tienes una economía que funciona bien. En general, resultados en salud, en educación, mejoran con el aumento del GDP per cápita. Crecimiento económico no solo significa que puedes comprar una TV más grande o un mejor auto, significa que el Estado tendrá más dinero para el sistema de salud, de educación, para la cultura. Sí, la economía, lo material no es lo único que importa, pero todo lo demás es más fácil de alcanzar en un país próspero. No puedo pensar en ningún problema social que no sea más fácil de resolver si tuvieras el GDP per cápita de Suiza. Si tienes ese nivel de prosperidad, cualquiera sea tu problema, será más fácil solucionarlo”.
-En su libro muestra cómo ningún experimento socialista ha mejorado los estándares de vida…
-En lo absoluto. El mejor ejemplo es Venezuela. El propio Chile no estaría donde está hoy, si no fuera por las reformas de los Chicago Boys. Por supuesto es lamentable que éstas estuvieron ligadas a una dictadura militar, idealmente hubiesen sido implementadas por un gobierno democrático, pero esa no es una razón para abandonar las reformas que han ayudado tanto. Es como si durante la dictadura se hayan logrado grandes avances en la medicina, y dijeras “vamos a abolir todas esas medicinas, porque fueron inventadas durante la dictadura”.
Eso es lo que estamos viendo ahora. Todo lo que viene de la centroderecha es malo. Por ejemplo, casi ninguna de sus propuestas en la Convención Constitucional ha llegado siquiera al debate del pleno. Simplemente se rechaza de plano cualquier propuesta que venga de ese sector.
Pero eso es como si alguien aquí (en Europa) defendiera el sistema de salud de Cuba y dijéramos: “Ah, estás haciendo una apología de Castro. Te cancelamos”. Es lo mismo.