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Las claves de la popularidad de Boris Johnson: más fuerte que nunca en plena pandemia
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Navegando por Twitter uno pensaría que Reino Unido se está cayendo a pedazos: el país tendría una de las peores tasas de mortalidad por la pandemia, o al menos más que países europeos; los niños han sido afectados por las cuarentenas, pero las escuelas abrieron demasiado rápido, el gobierno ha sido corrupto con los contratos vinculados a la lucha contra la pandemia, y la vacunación, bueno, ha avanzado rápido, pero y qué me dicen de los efectos secundarios.
Pero eso es Twitter, y más de un medio de comunicación, sobre todo diarios. Otra cosa es la calle, donde “Boris”, “BoJo”, cuenta con suficiente apoyo para ya tentarlo a adelantar las elecciones y asegurarse otro período como primer ministro.
Britain Elects, que agrega las diferentes encuestas, al 30 de mayo le da al Partido Conservador un 42% de intención de voto, seguido por el Partido Laborista con 32%. Más importante que la diferencia de 10 puntos con la oposición, es que los tories habrían perdido apenas dos puntos (y los laboristas uno) después de las declaraciones de Dominic Cummings, exasesor, ex mejor amigo y hoy archirrival de Boris Johnson.
Cummings acusó al primer ministro británico de cometer errores graves en las primeras semanas de la pandemia, incluyendo saltarse las reuniones del comité de emergencia para escribir un libro sobre Shakespeare o para atender temas impuestos en la agenda por su entonces prometida, hoy esposa, Carrie Symonds. Los errores, reconoció Cummings, serían responsables por decenas de miles de víctimas por Covid-19 que pudieron evitarse.
La acusación habría sido suficiente para terminar con cualquier gobierno, pero no con el de Johnson. “La gente ya superó el shock de la primera ola de la pandemia, creen que Johnson hizo lo mejor que pudo dada las circunstancias”, explica Matt Singh, analista de encuestas y fundador de Number Cruncher Analytics.
“Se casó nuestro Boris”
Tres días después de las declaraciones de Cummings, los periódicos informaban de la boda secreta del primer ministro (que se concretó esta semana), con foto de la radiante pareja.
“Se casó nuestro Boris”, comenta una señora mayor en un café en Richmond, al día siguiente. El comentario refleja la naturalidad con que sus electores tratan a un primer ministro que, contrario a lo que se esfuerza por no mencionar, también viene de la élite.
El experiodista y exalcalde de Londres también fue al prestigioso internado de Eton y también salió de las aulas de Oxford, como la gran mayoría de la élite política en este país. Boris Johnson llegó al poder el 24 de julio de 2019, tras la renuncia forzada de Theresa May, en medio de una lucha intestina entre las filas del partido por el acuerdo para el Brexit. Cuando Johnson ganó, muchos no podían creer que ese era el nuevo líder del partido de Margaret Thatcher.
De la élite, pero “populachero”, eternamente despeinado y con sobrepeso, Johnson hizo algo que pocos políticos conservadores habían logrado hacer hasta entonces: conectar con la clase trabajadora.
“En mi opinión, muchas de las cosas que se le critican a Johnson desde que llegó al poder tienen especial valor entre sus votantes. Al igual que ellos, tiene defectos. Han apostado por él porque es diferente a la aburrida clase política de Westminster, está “de su lado”, es pro-Reino Unido y, lo más importante, fue el primero en desafiar el consenso de los últimos 30 años”, escribe el analista político Matthew Goodwin.
El primer consenso que Johnson desafió es que Reino Unido sí podía sobrevivir, y más que eso, recuperar su poder, fuera de la Unión Europea. Bruselas no le hizo la tarea fácil y las negociaciones por el “acuerdo para el divorcio” nuevamente provocaron un sisma en el Partido Conservador, que llevó incluso a Jo Johnson, hermano del primer ministro, a renunciar a su curul en el parlamento, acusando su desacuerdo con el gobierno en la negociación por el Brexit.
A pesar de las críticas, y reportajes permanentes sobre el daño que causaría una separación de la UE sin un acuerdo de trato preferencial para el día después, Johnson no solo ganó la elección de diciembre 2019, sino además arrebató al Partido Laborista distritos históricos, para liderar a los tories a su mayor victoria desde 1987.
“Una de las fortalezas de Johnson es que ha sabido apelar a grupos a los que el Partido Conservador ha sido ajeno en el pasado. Ya no es una cuestión simple de derecha o izquierda. Los electores ahora votan en base a valores culturales, a educación. Él ha sabido aprovechar eso”, dice Singh, atribuyendo también el poder político de Johnson a la debilidad de un Partido Laborista, dividido entre su corazón socialdemócrata y un ala de izquierda más radical.
A prueba de balas
Que el primer ministro sea simplemente “Boris” y no “Johnson” habla de una cercanía con el electorado que está jugando a su favor. “Se sale con la suya con cosas que otros políticos no podrían”, menciona Singh, quien lo atribuye a una baja en los estándares de lo que los electores esperan de los políticos.
Para quien no ha seguido las noticias británicas en el último año y medio aquí va un resumen de todas las cosas que podrían haber puesto en problemas a cualquier otro gobierno.
Una de las tasas de mortalidad por Covid-19 más altas del mundo (hoy con 1.882 víctimas por millón de habitantes, aparece en el puesto 15), unas 20.000 muertes en residencias de adultos mayores por el envío de pacientes con Covid-19, denuncias de que se favoreció a amigos de ministros con contratos para proveer de materiales y equipos en la lucha contra la pandemia, denuncia de que se contrató a la encargada de conseguir las vacunas y diseñar su plan de distribución (Kate Bingham), una inversionista de riesgo con intereses en la industria farmacéutica, a dedo y por amistad (aunque hoy Bingham es una heroína en el país), una relación extramarital, la acusación de que financia gastos personales (como la decoración de su departamento o su niñera) con donaciones de empresarios al Partido Conservador (acusaciones ahora desmentidas), y -por último- que no es él quien gobierna sino su ahora esposa.
Ninguna de estas acusaciones ha golpeado a Johnson, quien navega con facilidad sobre ellas, montado en la ola de una exitosa campaña de vacunación (49% del país con dos dosis), que está ayudando a reabrir la economía, que se espera crezca más de 7%, sino acaso 8%, este año.
También le ha ayudado haber sobrevivido al Covid-19, haberse puesto a dieta y comenzar a ejercitarse para movilizar a la nación a una vida más saludable, haber reabierto las escuelas cuando los sindicatos de maestros se oponían, haber desafiado a la tradición impuesta por Thatcher y endeudar al Estado británico a tasas históricas para pagar beneficios por desempleo, y -por si fuera poco- tener un hijo en medio de la pandemia.
Keir Starmer, líder de los laboristas, ya advirtió a su partido que debe alistarse para ir a elecciones en 2023. Está convencido de que Johnson aprovechará su mayoría en el parlamento y su popularidad para adelantar las elecciones en un año y asegurarse un nuevo período. Podría no estar equivocado.