Pavel Durov fue detenido el 24 de agosto en el aeropuerto parisino Le Bourget tras desembarcar de su jet privado. No fue liberado hasta cuatro días después, contra el pago de una fianza por 5 millones de euros.

El empresario, fundador de Telegram, enfrenta una docena de cargos como cómplice de actividades ilegales que se habrían coordinado en la plataforma, incluyendo tráfico de drogas, pornografía infantil y terrorismo.

Contrario a otros CEOs de plataformas tecnológicas, Durov ha adoptado una postura radical respecto a la entrega de información de los usuarios de Telegram a las autoridades. La plataforma, que afirma tener unos 950 millones de usuarios a nivel mundial (sumando 2,5 millones cada día, afirman), asegura que interviene cuando detecta clara actividad criminal, especialmente contra menores, pero insiste en defender la privacidad de sus usuarios y su libertad de expresión.

A diferencia de WhatsApp, los usuarios de Telegram pueden crear aplicaciones, juegos, y plataformas cerradas hasta con 200 mil miembros, además del servicio de mensajería privado.

Telegram surgió en 2013, como la evolución de VK, la red social que Durov fundó con su hermano Nikolai en 2006, y que lo llevó a ganarse el nombre de “Marck Zuckerberg de Rusia”. 

“No me gusta ese apodo, porque nosotros en VK resolvimos varios temas de redes sociales antes que Facebook”, declaró Durov en la única entrevista que ha dado en la última década. Fue una conversación con el periodista de derecha Tucker Carlson, uno de los principales rostros del movimiento libertario en EEUU.

La declaración, además, es una constante en el discurso de Durov. Sus posts en su canal de Telegram consisten básicamente en información sobre actualizaciones de nuevas funciones de la plataforma, o su criptomoneda Toncoin (con un valor de mercado de    US$ 13.600 millones), siempre apuntando mejoras que otras firmas como Meta o Apple aún no adoptan.

Pero no son sus adelantos tecnológicos, ni su fortuna valorada en US$ 15.500 millones por Forbes, lo que hicieron conocido a Durov, sino su rol como ícono libertario.

Telegram ganó popularidad en 2019, tras el apagón que afectó WhatsApp y Facebook. Pero aceleró su crecimiento durante la pandemia, cuando Durov se negó a implementar actividades de censura y control de informaciones falsas sobre el Covid-19 como sí hicieron Facebook y Twitter (antes de su compra por Elon Musk).

Nacido en Leningrado en 1984, Durov ha declarado que pudo vivir los males del modelo soviético. Mientras atribuye a su crianza, a partir de 1988, en Turín, Italia, como la experiencia que sembró en él su amor por el libre mercado y la libertad.

En su conversación con Carlson, Durov alaba a su hermano Nikolai, prodigio matemático y cofundador de Telegram y TON, la cadena de bloques sobre la que está creada la plataforma. Pero no evita destacar sus propios logros.

Los Durov vienen de una familia académica; su padre Valery Durov, llevó a su familia de vuelta a Rusia tras la caída del comunismo para asumir la dirección del Departamento de Filología de la Universidad de San Petersburgo, en 1992. Cargo que ocupó hasta 2013.

Ese mismo año se produjo el quiebre entre Pavel Durov y el gobierno ruso, tras negarse a entregar información de los usuarios que usaban VK para organizar marchas opositoras. Desde entonces, Durov intentó radicarse, y con él Telegram, en diversas ciudades, incluyendo París. El propio presidente Emmanuel Macron confesó esta semana haber otorgado la nacionalidad francesa a Durov en 2021. Fue entonces que adoptó el nombre Paul Du Rove. Aunque finalmente el empresario escogió Dubái, donde también lo naturalizaron ese mismo año.

Aunque Durov se considera un exiliado ruso, y rechazó la asistencia del consulado de ese país, Moscú se apresuró a hacer de su arresto un conflicto diplomático con Francia.

Más allá de sus diversas nacionalidades, el perfil de Durov es curioso. 

Parece reacio a la prensa, pero no duda en compartir información con sus 11,6 millones de seguidores en Telegram. Por ejemplo, el mes pasado compartió su gira por Asia Central. Ahí está Durov vestido siempre de negro con poleras ceñidas al cuerpo, o sin ellas. Durov mirando hacia el horizonte. Durov admirando la naturaleza. Durov tocando guitarra.

A eso se suman declaraciones como sus ayunos extremos, asegurando que le ayudan a impulsar la creatividad. 

También el mes pasado, el empresario anunció que el esperma donado por él lo ha convertido hasta ahora en el padre de unos 100 niños, y prometió publicar su ADN para que puedan conocerse. No está claro si este centenar incluye a los cinco hijos que tuvo con sus dos ex parejas, Daria Bondarenko e Irina Bolgar. 

Durov enfrenta, además, un proceso civil y penal en Suiza, acusado por Bolgar desde 2018 por maltratos a uno de sus hijos y el no pago de alimentos.

Sus seguidores acusan que su arresto en Francia, o el proceso en Suiza, son maniobras contra quien consideran un ícono de la lucha contra el control de los gobiernos y de las grandes tecnológicas. La decisión de Durov de mantener Telegram privada y funcionando en servidores descentralizados lo ha vuelto una de las voces que abogan por una Internet completamente sin censura.