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Perú, los hitos de una elección histórica entre Fujimori y Castillo
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“La memoria es una pura trampa: corrige, sutilmente acomoda el pasado en función del presente”, escribe Mario Vargas Llosa, en El Hablador (1987).
Pero esta vez mi memoria no se acomoda, no me dice que el escritor y su hijo, Álvaro, hayan sido solo “opositores a medias” de los Fujimori.
La imagen de Álvaro Vargas Llosa abrazando a Keiko Fujimori, tras llamar fervientemente a votar por ella el jueves por la noche en su cierre de campaña, choca con mis recuerdos de la rivalidad histórica entre ambas familias de la élite política peruana.
Choca también con la imagen de una entrevista en un hotel en Miraflores. Era el año 2000, en medio del fragor de la campaña, cuando el periodista aún era asesor del entonces candidato presidencial Alejandro Toledo.
Acusando a Alberto Fujimori de dictador (y a su hija Keiko de querer seguir sus pasos), los Vargas Llosa han apoyado a todos los candidatos que han competido (y ganado) contra el Fujimorismo hasta ahora: apoyaron inicialmente a Toledo; a Ollanta Humala, que también postuló con una bandera de izquierda; a Alan García, a pesar de haber sido antes rivales; y también a Pedro Pablo Kuczynski.
Pero, en palabras de Rogoff y Reinhart, “esta vez es diferente”. Ahora la amenaza a la democracia - sostienen los Vargas Llosa- no está en la candidatura de Keiko, sino en la de su oponente, Pedro Castillo.
Este giro del Nóbel de Literatura y su hijo, también escritor y periodista, es un buen resumen de lo que ha sido la campaña para una elección histórica para el Perú.
Se puede argumentar que, salvadas excepciones (de las que Chile era parte hasta hace unos años), todas las elecciones son históricas en los países latinoamericanos.
Pero solo si se recuerda lo que fueron los 90’s en el Perú, y que hasta ahora todas las elecciones han sido un voto a favor o contra el círculo de poder el expresidente, se puede dimensionar el cambio que ha significado una campaña en que la polarización es más bien un tema de derecha e izquierda y de clases sociales.
Un campesino contra Fujimori
El profesor y candidato de Perú Libre, Pedro Castillo, no es el primer político de origen campesino en enfrentar en una elección al Fujimorismo.
De hecho, fue Alejandro Toledo el primer indígena en llegar a la presidencia de un país de Sudamérica. De ganar la elección este domingo, tampoco sería el primer presidente de izquierda, un título que lo tuvo Ollanta Humala, aunque luego gobernó con una agenda de centroderecha.
Sí es el primero en no haber estudiado fuera del país, ni pertenecer a los círculos de Lima. Castillo ha vivido toda su vida en su pueblo natal, Puña, en Cajamarca, provincia minera, pero también con mayores índices de pobreza del país.
Se instaló en el radar público como uno de los líderes de la huelga del sindicato de profesores hace cuatro años, y resurgió en medio de la pandemia.
Por el contrario, Keiko Fujimori ha sido parte de la vida política del Perú desde 1994, como primera dama, congresista y candidata presidencial.
“Este es un país muy racista, muy clasista; y sí hay un voto por Castillo que es antifujimorista, pero mucho tiene que ver con la desigualdad, que se ha hecho más visible por la pandemia, con una identificación con alguien que no es de la élite”, reflexiona desde Lima Amanda Meza, editora general de Wayka, medio digital independiente.
Pero hay que agregar otro elemento: Castillo es un “outsider”. Eso le permite enarbolar un discurso contra “las élites corruptas”, y no ha sido tímido en recordar que Keiko Fujimori tiene pendiente investigaciones por lavado de dinero y enriquecimiento ilícito.
Todos contra la izquierda
El discurso contra élite ha sido la bandera de lucha de Castillo, quien además se ha visto acompañado por figuras políticas tan o más radicales que él. Sin embargo, en un intento por apelar a los indecisos, ha moderado su discurso, al menos en lo formal.
Hacia la parte final de la campaña presentó un nuevo programa económico denominado “Plan Bicentenario”, que si bien tiene socialistas, también dice textualmente: “se fomentará a la empresa privada, se reconoce a los empresarios nacionales y extranjeros que invierten en el Perú, pagan sus impuestos y respetan los derechos de los trabajadores y al medio ambiente. Serán nuestros aliados para sacar adelante al país”.
“Esperemos que sea este programa el que siga, si es que gana”, menciona Débora Reyna García, analista de Oxford Economics en Lima.
La economista explica que hay mucha incertidumbre, por las diferencias entre las declaraciones de Castillo y las de miembros de su equipo y partido.
Para el politólogo Eduardo Dargent, sí se ha producido una movilización de las élites, que recurren a la defensa de la democracia y la amenaza comunista para encender el temor a la candidatura de Castillo.
¿Hay que temer? “El temor como se ha dado no creo que sea razonable… Pero (Castillo) viene de una tradición sindicalista, muy populista, de los grandes poderes contra el pueblo oprimido… Viene de un partido, que tiene una buena cantidad de congresistas, que es bastante duro, que si uno lee su ideario es un programa de los 60’s, marxista comunista.
En el caso de Castillo, él es más pragmático al parecer. Pero viene de una tradición sindicalista, muy populista, de los grandes poderes contra el pueblo oprimido.
No es un candidato que en términos democráticos uno pueda decir ‘check, está todo bien’, y es toda una exageración”, reconoce Dargent.
El terruqueo
Meza describe como “explícito” el apoyo de los medios de comunicación peruanos a Fujimori. “Me recuerda a cómo el Fujimorismo controlaba los medios en los 90’s, y hoy en el equipo de Keiko están los mismos”, afirma.
De hecho, en el mitin de cierre de campaña de Fujimori no pasó desapercebida la presencia de Carlos Raffo, excongresista y uno de los hombres más leales al exmandatario y su asesor de campañas electorales.
Algunos medios peruanos lo señalan como responsable de una constante en las campañas de Keiko: el terruqueo. Así se define en Perú el acusar a los rivales políticos de apoyar el terrorismo.
En esta campaña, incluso, se produjo un ataque atribuido a Sendero Luminoso, como si hiciera falta otro elemento para revivir los 90’s.
La lucha contra el terrorismo ha sido el gran activo del Fujimorismo, al menos entre sus seguidores, a pesar de que su campaña contra Sendero estuvo plagada de violaciones a las Derechos Humanos.
“Keiko pidió perdón por los errores de su partido en el pasado, pero sigue sin reconocer las esterilizaciones forzadas, que está comprobado fue una política del gobierno de su padre”, apunta Meza.
Pandemia y populismo
Pero el terrorismo no es el principal problema de Perú, sino una economía que se ha visto fuertemente golpeada por la pandemia, más aún ante la falta de reformas estructurales pendientes.
“Si tuviéramos un candidato que hablara de reformas, eso en este momento no cala hondo en una población donde todos al menos han perdido un familiar en los últimos 12 meses, mucha gente que se ha tenido que endeudar para salvar a sus familiares, la clase media se ha reducido en un 20% en un año, la pobreza ha aumentado en 10 puntos. Es un escenario sensible”, describe Reyna García para explicar por qué en estos momentos “el populismo tiene arraigo”.
Porque lo cierto es que tanto Castillo como Fujimori están luchando con programas populistas.
El programa del candidato de Perú Libre se basa en la promesa de renegociar los contratos mineros, para obtener más ingresos para el país, bajo la idea de que los recursos naturales serían nacionalizados, y una reforma constitucional que permitirá garantizar como derechos a la vivienda, salud y educación, como si esta fuera una forma de mejorar la calidad de los servicios que presta el Estado.
Mientras Castillo apela más al concepto en sí de populismo, que se basa en la idea de una élite enfrentada por el pueblo más virtuoso, apunta Dargent, Keiko podría decirse apela a un populismo en lo económico, adoptando incluso algunas propuestas de la excandidata del Frente Amplio, Verónika Mendoza.
Reyna García cita como ejemplo las promesas de Fujimori de entregar bonos, aumentar el salario mínimo, y realizar mayores transferencias directas de efectivo, incluidas las regalías mineras, directo a las familias. Medidas que, según ha reconocido su propio equipo, se financiarían inicialmente con un aumento del endeudamiento público, ya hoy en 36% del PIB.
La relación con el Congreso
Una de las razones para la falta de reformas que atiendan problemas, como la mala calidad de la educación pública, la baja cobertura en salud o la alta informalidad laboral, es la falta de gobernabilidad que ha dominado al Perú en los últimos cinco años.
Presidentes sin mayoría legislativa, en un sistema semiparlamentario, se han visto bloqueados por el Congreso, que ha impulsado su propia agenda de medidas, entre ellas los retiros de fondos previsionales.
“Uno de los factores más importantes en la inestabilidad de los últimos cinco años es que la bancada del Fujimorismo tenía mayoría, y de algún modo bloqueó a Kuczynsky y luego a Martín Vizcarra… Ahora ninguno tendrá la mayoría. Va a ser importante generar consenso con los otros partidos”, destaca Reyna García.
De los 130 escaños, el partido de Castillo tiene 37, mientras que el de Keiko tiene 24, lo que significa que el próximo presidente de Perú tendrá que buscar aliados. Eso lleva a que el escenario base de Oxford Economics no contemple en el corto plazo cambios políticos o económicos radicales.
Ahora, el escenario será distinto para cada uno. Los otros tres bloques importantes en el Congreso serán para partidos de centroderecha: Acción Popular, Alianza para el Progreso y Renovación Popular.
Meza considera que eso significa que, de ganar Keiko, el Fujimorismo “volvería a controlar todo”, con los tribunales donde se llevan adelante procesos anticorrupción en la mira. Por el contrario, “si gana Castillo van a tratar de sacarlo lo antes posible”.
La editora de Wayka se refiere a la figura de inhabilitación, que el Congreso ya se ha acostumbrado a utilizar. Dargent también cree que el escenario no sería fácil para Castillo, quien deberá moderar su discurso para poder gobernar:
“Si Castillo gana, gobernaría en Lima, con una élite que ya lo tiene en la mira, y con mucha tensión dentro de su propia bancada dentro del congreso, porque ahí también convive un grupo más moderado con uno más radical”.
Epílogo
Fujimori, a cambio del abrazo de los Vargas Llosa, se comprometió públicamente a no repetir los pecados de su padre, y respetar la institucionalidad y garantizar las prácticas democráticas.
Las investigaciones judiciales en su contra y la presencia de hombres que acompañaron a Alberto Fujimori hacen dudar de la sinceridad de su compromiso.
Para Castillo, la gran prueba de fuego será su propuesta de reforma constitucional.
“¿Intentará la vía extra constitucional?, lo que abriría un conflicto muy amplio, porque señalaría una ruta autoritaria. ¿O buscará hacerlo por la vía institucional, buscando una reforma en el Congreso, siguiendo el modelo de Chile?”, pregunta Dargent.