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¿Saldrá ileso Boris Johnson del escándalo por romper las reglas sanitarias?

¿Saldrá ileso Boris Johnson del escándalo por romper las reglas sanitarias?

El primer ministro inglés ha sobrevivido hasta ahora a numerosos escándalos. Pero la denuncia de no respetar las pasadas cuarentenas podría poner fin prematuro a su gobierno.

Por: Marcela Vélez-Plickert. Desde Londres | Publicado: Sábado 22 de enero de 2022 a las 04:00
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Más frágil que nunca, vestida de negro y con mascarilla, la Reina se sentó sola a despedir a quien fuera su esposo y compañero de 73 años. Ahí estaba Isabel II, algo encorvada pero estoica, sentada sola en la enorme banca de la capilla de St. George en el castillo de Windsor.

Era el 17 de abril 2021 y Reino Unido recién daba los primeros pasos para salir de su tercera cuarentena tras 12 semanas de estricto encierro. No todos, en realidad. La noche anterior al funeral del Príncipe Philip, en el N°10 de Downing Street, cuando las banderas del país estaban a media asta en señal de luto, miembros del gobierno de Boris Johnson reían y celebraban en no una, sino dos fiestas de despedidas de otros colegas.

Esta parece haber sido la gota que desbordó la paciencia de los ingleses con Boris Johnson, quien al momento en que se escribe este artículo parece acorralado por una rebelión al interior de su propio Partido Conservador. Si los tories que buscan su dimisión lo consiguen, Johnson se convertiría en el primer gobernante en perder el cargo por romper las reglas sanitarias.

“Si hasta la reina lloró sola”, dice indignada Brigitte C. Como miles de otras personas, esta ejecutiva de 26 años de una fintech en Londres no ha abrazado a su madre, quien vive en Ghana, desde febrero 2020, antes de que comenzaran las restricciones por la pandemia.

“Hay gente que lo pasó peor que yo, lo sé. Pero igual me siento muy enojada, porque mientras hacíamos sacrificios, grandes o pequeños, en el gobierno se reían de nosotros”, agrega.

Rabia, enojo, las palabras en los testimonios se repiten y parece ser el sentir general de los ingleses con un primer ministro al que hasta ahora le habían perdonado varios escándalos. Infidelidades matrimoniales, posibles hijos fuera del matrimonio, contratos otorgados a dedo, y hasta dos miembros del gabinete que rompieron las cuarentenas (los dimitidos Dominic Cummings y Matt Hancock, el último exministro de Salud).

Pero estaba bien. Después de todo, es “BoJo”. Con su pelo rubio siempre despeinado, risa bonachona y listo para servir cerveza en un pub o movilizarse en bicicleta. Siempre listo para demostrar que es uno más y no miembro de la élite, a pesar de haber ido a Eton College y Oxford. Esta fue la receta que le ayudó a ganar la elección como alcalde de Londres dos períodos consecutivos. Fue la receta que le dio el atractivo electoral para que el Partido Conservador lo eligiera sucesor de Theresa May, para liderar al país hacia el Brexit.

Malas decisiones y pequeños escándalos quedaron atrás cuando salió de terapia intensiva en abril 2020 tras contraer Covid-19. Mucho más cuando Reino Unido fue el primer país en comenzar a vacunar, en una impresionante muestra de eficiencia, mientras los países de la UE luchaban contra su propia burocracia.

“Necesitan compasión”

Esta vez es diferente y a Johnson no le basta con ser “BoJo”. El primer ministro ha sido acusado de personalmente asistir al menos a una de las 13 fiestas que se habrían realizado en Downing Street, la sede del Poder Ejecutivo, y de haber permitido las demás. Testimonios recogidos por The Mirror aseguran que las reuniones eran tan comunes que se bautizaron como “wine-time Fridays”.

Una foto publicada por The Guardian lo muestra el 15 de mayo 2020 sentado en el jardín junto a su esposa Carrie, y al menos 15 miembros de su staff, compartiendo quesos y vino. “Una reunión de trabajo”, la llamó Johnson. Su explicación es que nadie le ha dicho que las reuniones rompieran las reglas. Reglas que diseñó e implementó su propio gobierno.

La autora de este artículo puede decir perfectamente lo que estaba haciendo el 15 de mayo 2020: Nada. Porque al igual que el resto del país estaba respetando la primera cuarentena total, que para entonces ya llevaba siete semanas. Fue la cuarentena más severa. Con las escuelas y plazas cerradas, con la prohibición de salir de casa, excepto para caminar por un máximo de una hora. La obligación de no estar en contacto con nadie que no compartiera la misma vivienda.

Fue la época en que hubo gente que vivió los últimos momentos de familiares por FaceTime o WhatsApp, y niños fueron solos a cirugías, porque estaba prohibido acompañarlos.

“Su comportamiento ha sido vergonzoso, y no se trata de algo político, sino de moral, ética. La gente enterró a sus seres queridos por teléfono, mientras ellos tenían fiestas… A este gobierno no le ha importado, y lo está demostrando. Cada día nos enteramos de algo nuevo”, declaró una enojada Tracy Emin a BBC Radio. La artista pidió que su obra “More Passion”, un letrero en luces neón brillantes, sea retirada de N°10 Downing Street. “Este gobierno no necesita pasión, necesita compasión”, agregó.

Las encuestas demuestran que los ingleses han perdido la paciencia. En la semana que reportes de prensa revelaron que la “reunión de trabajo” del 15 de mayo no fue una excepción, la desaprobación del gobierno saltó 12 puntos a 40%, según YouGov.

“Estas acusaciones han impactado más que otras, porque se trata de un asunto que la gente puede captar de una manera más personal. Ven cómo ellos y otros fueron restringidos por reglas ignoradas luego por los mismos que las diseñaron. Posiblemente también sea el resultado de un proceso acumulativo”, explica Andrew Blick, jefe del Departamento de Economía Política de King’s College London y autor del libro UK Politics.

“En el nombre de Dios”

No son solo los electores. Incluso los medios más cercanos al Partido Conservador, como The Telegraph (algunos lo llaman “Torygraph”) y el tabloide Daily Mail, se han unido a la investigación y publicado más y más detalles de lo que ahora aparece como una cultura de fiestas recurrentes en la sede del gobierno.

Más importante. Johnson está perdiendo apoyo dentro de su propio partido. Un grupo de parlamentarios tories electos en 2019 ha iniciado la recolección de firmas para sacar del cargo al hombre que los ayudó a ganar sus puestos.

El miércoles pasado, en la última sesión de preguntas al Ejecutivo, el exmiembro del gabinete David Davis, ante la Cámara de los Comunes, pidió a Johnson: “En el nombre de Dios, váyase”. En la misma sesión, en un acto dramático, el tory Christian Wakeford renunció al partido, cruzó la sala, y se unió a la bancada del Partido Laborista.

Johnson, y los ministros que aún lo defienden, han pedido esperar el reporte de Sue Gray, servidora civil de alto rango, a cargo de investigar las fiestas en Downing Street. El reporte será publicado este martes y se espera que aclare el rol que tuvo Johnson, ya sea como participante o como habilitador de dichas fiestas.

Pero el daño reputacional que está sufriendo el Partido Conservador es mayúsculo. Sorprende, entonces, que no aceleren un voto de no confianza y la remoción de Johnson. Blick explica que el proceso que se necesita seguir “crea complicaciones”.

Los “tories rebeldes” deben lograr que 54 parlamentarios envíen una carta con un voto de no confianza al Comité 1922, organismo del Partido Conservador. El Comité deberá convocar entonces a una votación. Quienes quieren sacar a Johnson requieren de una mayoría simple. Solo ahí el Partido removerá a Johnson y llamará a una elección de un nuevo líder y primer ministro. Este proceso es lo que impide, explica Blick, que aparezca desde ya un nuevo líder que una a las filas conservadoras contra el primer ministro.

Quienes han visto la versión original de House of Cards (BBC, 1990) podrán imaginarse más fácilmente el ambiente que se respira en Westminster por estos días. Algunos miembros del partido acusan que asistentes legislativos de Johnson están chantajeándolos con lanzar una campaña en la prensa en su contra o bloquear recursos para sus distritos, si apoyan los votos de no confianza.

Johnson lo niega todo. Espera sobrevivir a una crisis más. Pero incluso si no lo sacan, la pérdida de confianza en su gobierno es dramática. Una cosa es cierta: no habrá más fiestas en el N°10 de Downing Street.


Estrategia y amenaza

Este debía ser un año de bonanza para Boris Johnson. La pandemia comenzaría a ceder, resolviendo en parte las interrupciones en la cadena de suministro que agravaron la sensación de desabastecimiento de la que se acusó al Brexit. 2022 sería el año en que Johnson destacaría lo rápido que Reino Unido superó la pandemia y el rápido repunte de la economía.

Ahora, acorralado, Johnson trata de salvarse apelando a temas clave para el electorado del Partido Conservador. En la misma semana que enfrentó pedidos de dimisión, su gobierno resucitó el proyecto para eliminar el impuesto que se paga para financiar a la BBC. La licencia anual de 159 libras esterlinas que pagan los hogares debería eliminarse a partir de 2027.

Dos días después, se anunció que a partir del 27 de enero se eliminarán todas las restricciones vinculadas a la pandemia. No más teletrabajo, ni mascarillas en lugares cerrados o transporte público, tampoco en los colegios. Ya no se pedirá pase de vacunación para eventos masivos. Y a partir de marzo también se eliminaría la obligación de hacer cuarentena tras un test positivo de Covid.

La apuesta es por acelerar la economía. Sin embargo, la mayor amenaza para Johnson, además del denominado “Partygate”, es precisamente económica. La inflación cerró 2021 en 5,4%, su mayor nivel en 30 años. En reacción, en abril se espera un ajuste de cuentas de luz, que tiene a los hogares en pánico. Telefonía, internet y prácticamente todos los servicios también están elevando sus tarifas.


Costoso enemigo

Dominic Cummings era más que un asesor de Boris Johnson. Él era su mano derecha. Cummings fue el cerebro detrás de la campaña a favor del Brexit, que ayudó a Johnson a ganar la elección y ya en el gobierno estaba a cargo de liderar la transformación del servicio civil. Fue también el primer miembro del gabinete en perder su cargo por romper la cuarentena, en noviembre de 2020.

Meses después Cummings se ha lanzado a una campaña para desprestigiar a Johnson. Fue él quien dio la pista a los periodistas para que investiguen las fiestas y “wine and cheese” que se celebraron en la sede del gobierno durante las cuarentenas. Será él uno de los testigos clave en la investigación de Sue Gray.

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