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Opinión

Columna de J.J. Jinks: En el barro

Columna de J.J. Jinks: En el barro

Nada los roza, no importa que Luis Hermosilla haya sido el abogado del jefe de asesores de la Presidencia, el problema siempre será de otros.

Por: J.J. Jinks | Publicado: Sábado 31 de agosto de 2024 a las 21:00
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Ya hemos estado aquí antes, pero al parecer no se ha aprendido mucho. El Presidente Boric con una alegría indisimulada ha salido a festinar la prisión preventiva del otrora famoso penalista Luis Hermosilla. Olvidándose de las responsabilidades asociadas al cargo que ostenta, y a cierta humanidad que no está de más mostrar frente a la desgracia ajena, prefirió sumarse a la masa que hace chips y memes del árbol caído. Uno más, indistinguible de cualquier tuitero anónimo que libera ansiedades y derrotas a través del teclado, pero claro, Boric es el Presidente de la República. La oportunidad no ha sido desaprovechada por el hábil y duro abogado Juan Pablo Hermosilla, quien a punta de caballazos y algunas verdades metió el Caso Audio en el corazón de La Moneda pasando a la ofensiva ante la estupefacción del oficialismo.

No es primera vez que se instala la idea peregrina de que frente a un escándalo que conlleva corrupción y tráfico de influencias se va a poder radicar sólo en el adversario político. Si hay algo que demostró con largueza todo el caso del financiamiento irregular de la política es que no hay nada más transversal que los pecados y pecadillos cuando está el horno para bollos. Lo que parecía una bomba que destruiría a la UDI a partir del financiamiento casi exclusivo que recibía de los Penta terminó siendo una bomba de racimo con buena parte de la izquierda financiada por el yernísimo del dictador. Un juego de suma cero que terminó con toda la clase política manchada y dando explicaciones.

Hoy nuevamente parecen haber ensoñaciones al respecto, la aparición de Andrés Chadwick como socio de comunidad de techo de Luis Hermosilla despertó una vez más los apetitos y con ello los errores políticos. La posibilidad de golpear a la oposición es una tentación que parece haber nublado al Gobierno, e inició una andanada de golpes sin mayor estrategia detrás. Con todo el poder del Estado intervienen en una causa que está iniciándose nada menos que el Presidente de la República, la ministra del Interior y el ministro de Justicia. La tríada busca hacer una ganancia política de corto plazo, bien poco clara por lo demás. El problema es que los poderosos de siempre ya no son terceros, ellos son los poderosos y parecen no darse cuenta.

Detrás de esto no sólo está una cierta incontinencia verbal adolescente, sino también la hoy poco marketinera, pero siempre presente superioridad moral frenteamplista. Nada los roza, no importa que Luis Hermosilla haya sido el abogado del jefe de asesores de la Presidencia, el problema siempre será de otros. ¿Qué buscaba Miguel Crispi con su contratación? Lo mismo que el resto de los mortales, un abogado talentoso y una red de contactos en el intrincado tejido judicial prácticamente insuperable. Favores aquí y favores allá, hoy por ti mañana por mí, parece haber sido el día a día de Hermosilla más allá de los delitos puntuales que se investigan asociados a Factop y sus derivadas.

En el barro la superioridad moral no sólo no tiene espacio, sino que se ve absurda en toda su magnitud. Y lo quieran ver o no, ahí estamos hoy, en el barro.

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Puede ser grato y cómodo para la oposición ver al oficialismo atrapado en esta maraña de filtraciones y medias verdades en temas profundamente incómodos de abordar, pero son las instituciones permanentes de la Nación las que están en juego.

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No nos decía la verdad la diputada y tampoco nos dicen la verdad hoy en La Moneda. A riesgo de ser majaderos vale la pena recordar que al momento de hacerse pública la acusación contra el ahora detenido Manuel Monsalve, nadie sabía salvo la troika Boric, Tohá y el propio Monsalve.

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De los políticos uno espera cualquier cosa, pero si los que se distinguen del resto por su preparación se sumergen en el barro para cuidarse las espaldas es que no queda esperanza.

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