Opinión
J.J Jinks: "Acabamos de tener una tristísima discusión parlamentaria sobre pensiones basada en leyendas, infundios y medias verdades".
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“No hay plata” es la consigna que ha utilizado el Presidente Milei para enfrentar los monstruosos desafíos que tiene por delante en su empeño por estabilizar la economía argentina. El propósito detrás de ello es intentar domesticar al déficit fiscal gigantesco dejado por el kirchnerismo el cual ha sido financiado con emisión monetaria y la consiguiente inflación como sabe cualquier alumno malito de introducción a la macro.
La única forma es que el Estado deje de gastar y que más disciplinante que el no tener plata para ello. Pero no es el único objetivo detrás del lema, también hay un elemento simbólico potente que es comenzar a hablarle a la ciudadanía con la verdad después de muchos años de una retahíla de mentiras. Es tratar al argentino rico, al de clase media y al pobre como un adulto que entiende que cuando en una casa no hay plata no se puede ir a comprar al mall y menos salir de vacaciones. No hay no más.
En este lado de la cordillera vamos en camino contrario. Acabamos de tener una tristísima discusión parlamentaria sobre pensiones basada en leyendas, infundios y medias verdades. El epítome de la estulticia es haber llevado a la discusión técnica el uso de 110 años para el cálculo de la pensión omitiendo el peso insignificante que tiene en la fórmula.
Lo que partió como el discurso de unos loquitos inescrupulosos en Facebook impermeables a las matemáticas simples terminó siendo convertido en un intento de política pública por los Ministros de Hacienda y Trabajo. Como la realidad no da tregua no basta con acortar las tablas de mortalidad, disculpe usted la obviedad, entonces hay que introducir un seguro de longevidad a la ecuación.
El seguro, para sorpresa de muchos, hay que pagarlo. Dado eso cuesta entender por qué introducir un servicio financiero adicional a la cadena de valor, con el consiguiente costo, sería mejor para los futuros pensionados. Le soplo la respuesta: no lo es. Podemos hacer otras disquisiciones más finas como que el seguro es claramente regresivo, quienes se beneficiarán de él serán los chilenos más pudientes que en promedio viven más y por supuesto el seguro sería pagado por todos. A esta altura uno llega a sentirse culpable de andar preocupado de sutilezas cuando las autoridades han decidido ocupar la brocha más gorda que encontraron.
El gobierno no está solo en este desmadre. Conspicuos parlamentarios de oposición se sumaron con entusiasmo en la absurda tarea de luchar contra la aritmética. El senador Chahuán orondo propuso acortar la tabla de mortalidad a los 80 años, tu burrada y dos más. Ximena Rincón tampoco se quedó atrás y clamaba para ella el reconocimiento de la idea original. En fin, un penoso espectáculo donde todo el entramado político termina tratando de justificar con un barniz técnico una tomadura de pelo a los chilenos.
No hay coraje para decir y explicar verdades medianamente incómodas. Por esto mismo en toda la discusión de pensionesno aparece el aumentar la edad de jubilación o al menos igualar la del hombre y la mujer, nadie está dispuesto a hacer enojar al respetable público aun cuando sea evidente que la esperanza de vida ha aumentado considerablemente desde que se fijaron los actuales umbrales. Al final si en Argentina no hay plata, acá no hay honestidad intelectual. No sé qué es peor.