Opinión
J.J. Jinks: "Hasta ahora la oposición ha optado por simplemente negarse a cualquier alza de tributos"
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Hay días donde uno recuerda la miopía política reciente y dan ganas de que se hubiese aprendido algo de ella.
Quizá el caso más emblemático fue el proyecto de Constitución enviado a la hora nona por Michelle Bachelet y que luego ante el cambio de Gobierno fue presurosa y ampulosamente descartado y archivado por el Gobierno entrante de Sebastián Piñera.
Poco tiempo después se miraba con ojos largos la posibilidad de haber discutido ese proyecto dada la crisis del estallido del 2019, pero la propia Bachelet dio un portazo al en ese entonces angustiado y atribulado Presidente Piñera con un republicano “pasó la vieja” ante la solicitud de éste de apoyo para resucitar la discusión constitucional en torno a su propuesta.
“Pasó la vieja” es lo que hoy le dice la oposición al oficialismo cuando éstos recuerdan con añoranza cómo en el proyecto de pensiones del Gobierno anterior la nueva cotización de 6% se repartía fifty-fifty entre aporte a cuentas individuales y reparto.
Esquema muy parecido al propuesto por el actual Gobierno y que es rechazado sin remilgos por la ciudadanía y por los parlamentarios opositores. Es cierto que las circunstancias han cambiado estructuralmente con la implementación de la PGU, pero no deja de ser paradójico que quienes ayer apoyaban el 3-3 hoy lo rechacen y quienes lo rechazaron vehementemente hoy lo promueven con la convicción de los conversos.
Estos ejemplos frescos aún dan para pensar si en un futuro próximo la derecha no se arrepentirá de no haber abordado con seriedad la posibilidad de una modificación a la estructura tributaria con perspectiva de largo plazo.
Si en algo hay consenso transversal es que la situación fiscal no es sostenible en el mediano plazo. El Estado ha ido adquiriendo una serie de compromisos permanentes con la población que demandan recursos y adicionalmente se adicionan áreas como seguridad en las cuales se avizora que requerirán de gasto público importante si se quiere al menos estabilizar la preocupante situación actual.
Hoy la oposición cuenta con una sólida mayoría en el Senado que le permitiría negociar con fuerza los términos de un eventual pacto fiscal. Adicionalmente, tiene al frente a un gobierno débil que necesita desesperadamente poder mostrar algún logro de importancia en materia legislativa, lo que presumiblemente lo haría ser flexible (o muy flexible) en materias relevantes.
Hasta ahora la oposición ha optado por simplemente negarse a cualquier alza de tributos, y si esto sigue así muy probablemente no habrá reforma. El problema, es que la estrechez fiscal no desaparece con eso y el Gobierno entrante, presumiblemente de derechas, no podrá escabullir el problema al menos sin sufrimiento. Lo más conveniente para un futuro Gobierno del sector pareciera ser entrar con este tema despejado aprovechando la fuerza política con que se cuenta actualmente.
Sin embargo, nadie parece levantar la vista y se opta por la victoria pequeña y dejar al ocasional rival ojalá sin nada que mostrar. La historia reciente muestra que la falta de sentido estratégico suele no demorarse mucho en pasar la cuenta y lo hace con fiereza. Ser Gobierno es cada vez más difícil y no será distinto para quienes ganen en la próxima vuelta.
Por otra parte, también es cierto que cuando uno se entera que ideas podridas de malas como condonar el CAE se están articulando para ser anunciadas próximamente, dan pocas ganas de alcanzar acuerdos con un Gobierno que no se ayuda a sí mismo ni a la población en general. Uno es humano después de todo, y los humanos sentimos cierto regocijo interno de poder decir con una sonrisa condescendiente: “pasó la vieja”.