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Opinión

J.J.Jinks sobre la violencia en el Estadio Nacional: "Lo que pasó, pasó"

J.J.Jinks sobre la violencia en el Estadio Nacional: "Lo que pasó, pasó"

Nuestros actuales gobernantes celebraron con desbordado entusiasmo a los estudiantes que se saltaban los torniquetes en el metro, y al ver que las barras bravas les eran útiles a sus entonces propósitos las calificaron con el melifluo eufemismo de “barrismo social”. Eso les quita autoridad a la hora de contribuir a solucionar un problema.

Por: J.J. Jinks | Publicado: Sábado 1 de octubre de 2022 a las 21:00
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La maldita primavera ya está aquí con sus días templados, los árboles pintándose de colores y el ánimo voluble de las personas. Se junta este preludio primaveral con el, pareciera que ahora sí que sí, fin de la pandemia.

Se acaban las mascarillas y dejaremos hasta próximo aviso de preocuparnos de los aforos en los distintos lugares que visitamos. Buena noticia por donde se le mire. Todo parece dado para que los ciudadanos se vuelquen con entusiasmo a realizar actividades en el exterior, disfrutar del clima y de la posibilidad de congregarse sin temor. Todo menos la incivilidad que nos azota inmisericordemente desde hace tres años casi clavados.

De milagro no terminó en tragedia lo ocurrido la primera noche en el concierto del rapero puertorriqueño Daddy Yankee. Un Estadio Nacional desbordado de gente que entró a punta de violencia coordinada sin pagar sus entradas, no solo le aguaron la fiesta a muchos que vieron con impotencia cómo no podían acceder a lo que habían pagado sino que además sometiendo a una gran cantidad de gente a riesgos muy importantes.

No hay que ser un experto en seguridad para saber lo que puede ocurrir con una estampida o la caída de una reja en un estadio repleto. Dramas al respecto sobran.

Todavía no se acababan los dimes y diretes sobre el concierto cuando el esperado clásico universitario por Copa Chile tuvo que ser suspendido a pocos minutos de haberse iniciado debido a que una bomba de ruido impactó al arquero de la Universidad de Chile, lanzada desde la barra de su tradicional rival.

Hinchas que habían viajado en familia a Valparaíso veían cómo, apenas transcurridos unos pocos minutos, la delincuencia había logrado estropear el espectáculo. Otra vez.

Lo que ocurre después de estos hechos es más o menos sabido, la búsqueda constante de culpables distintos a uno. El gobierno presuroso salió a culpar a la productora del concierto de Daddy Yankee y ésta a su vez consideró que hay un límite (si se la sabe, cante) donde ellos dejan de ser responsables y comienza la tarea de las autoridades nacionales.

Nada muy distinto ocurrió tras el fiasco futbolístico donde la dirigencia de Cruzados recibió una andanada de críticas por el comportamiento de su barra y ellos a su vez condenaron a los maleantes que se han acostumbrado a dañar a su propia institución. De paso recordaron la necesidad de presencia policial dentro de los estadios para resguardar los eventos deportivos. En resumen, el juego del comprahuevos con todos los huevos quebrados.

Otro gallo cantaría si esa misma energía en buscar responsables la pusiera el mundo privado junto al Estado para dotar a la población del mínimo civilizatorio que significa poder participar de un evento masivo sin riesgo. Es cierto que nuestros actuales gobernantes celebraron con desbordado entusiasmo a los estudiantes que se saltaban los torniquetes en el metro y que al ver que las barras bravas les eran útiles a sus entonces propósitos las calificaron con el melifluo eufemismo de “barrismo social”.

Eso les quita autoridad a la hora de contribuir a solucionar un problema que requiere de su participación activa junto al sector privado, pero están donde están y tienen que hacerse responsables. Lo primero que ambas partes deben demostrar es algo tan básico como voluntad de enfrentar el problema, lo que conlleva costos y malos ratos. Hasta aquí eso no está presente y parecen estar todos muy cómodos cantando a coro “lo que pasó, pasó”.

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